jueves, 19 de marzo de 2009

Pesca de arrastre mediática contra el gobierno venezolano

Los que somos asiduos lectores de los medios de comunicación alternativos, ya conocemos sobradamente el método habitual con el que los medios españoles de (des) información masiva suelen trabajar a la hora de dar cobertura a la actualidad política de la República Bolivariana de Venezuela. Es un método que bien podríamos catalogar como “la pesca de arrastre mediática”. Un método que, al igual que ocurre en el caso de la pesca de arrastre marítima, todo lo que tiene de inmoral lo tiene también de eficiente según los criterios de productividad capitalista. En primer lugar, estos medios de comunicación echan sus redes mediáticas sobre todo aquello cuanto tenga que ver con la vida política venezolana, arrastrando con todo lo que pillan a su paso. A continuación, una vez todas las presas han caído sobre la red informativa, los redactores de estos medios se dedican, cuan expertos censores, a separar lo válido y buscado, de lo inútil y no querido. Es decir, una vez los redactores llevan a cabo su hábil trabajo filtrador, por un lado quedarán todas aquellas noticias e informaciones de interés para el lector español, que en realidad no son más que aquellas noticias que, de una u otra manera, pueden ser utilizadas para atacar, vilipendiar o desprestigiar al gobierno venezolano, noticias que serán publicadas de ipso facto. Por otro lado quedarán aquellas noticias que o bien no puedan ser utilizadas para estos fines, o bien sean en sí mismas noticias que puedan inducir al lector a todo lo contrario, es decir, que puedan contribuir a reforzar una imagen positiva del gobierno de Chávez. Estas noticias, por supuesto, serán silenciadas; sacadas de la red y tiradas al cubo de la basura, con los desechos. La pesca de arrastre mediática habrá dado así los frutos buscados. A la mesa del lector llegará sólo el pescado que más réditos económicos, políticos y sociales dé a los magnates de la comunicación, en su lucha continua contra todo aquello cuanto huela a chavismo y/o socialismo venezolano, en defensa de sus intereses de clase.

Hemos de suponer que será precisamente la similitud que tal método mediático tiene con la pesca de arrastre, lo que ha llevado a estos medios a no publicar en toda la semana ni una sola noticia relacionada con la prohibición que el gobierno venezolano ha hecho de la pesca de arrastre marítima en el interior de sus dominios jurisdiccionales, una prohibición que entraba en vigencia el pasado sábado 14 de Marzo, no vaya a ser que el avispado lector tuviese la sugerente idea de relacionar conceptos. La pesca de arrastre es una actividad que ha sido duramente criticada por diversos colectivos ecologistas e instituciones internacionales, debido al gran daño que causa en el ecosistema marítimo. La pesca de arrastre es la pesca menos selectiva que existe, además de ser la más perjudicial para los fondos marinos. Este tipo de pesca, entre otros efectos, arrasa con los fondos marinos, arrastra a multitud de peces en estados de crecimiento inmaduro e impide la regeneración de los caladeros (además de ser un serio riesgo para la existencia de multitud de especies). Es un modelo de explotación de los recursos pesqueros extremadamente dañino para el medio ambiente, y así ha sido denunciado por instituciones como la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), primera en felicitar al gobierno venezolano por la decisión adoptada. La decisión del gobierno venezolano, por tanto, puede ser considerada como una medida valiente, ecologista, solidaria y comprometida, una medida que ha sido aplaudida desde todos los rincones del mundo y por todas aquellas organizaciones que llevan años denunciando los efectos de este tipo de pesca y luchando por acabar con ella. Una noticia, dicho de otra manera, de esas que a los medios españoles de desinformación masiva no les interesan para nada, pues en ningún caso puede servir para atacar a Chávez, y, más grave aún, podría servir incluso para realzar su imagen ante los ojos del lector. Hay que dar la callada por respuesta. Este producto no es bueno para servirse en la mesa del consumidor. ¡A la basura!

De los cinco grandes diarios españoles, el único que tuvo la decencia de publicar la noticia a lo largo de la semana fue el socialdemócrata Público, curiosamente no en la sección de política Internacional sino en la sección de “Ciencias”, que no deberá ser precisamente la sección más visitada del diario en su edición web. El resto de diarios, nada de nada. Ni El País, ni El Mundo, ni ABC, ni la Razón. Tan acostumbrados como estamos a que nos publiquen casi a diario noticias relacionadas con Venezuela, pareciese que esta noticia “sin importancia” se les hubiese escapado de las redacciones. Una demostración más de cuan efectivos son estos medios en su labor de pesca de arrastre mediática contra el gobierno venezolano. Porque no se piensen ustedes que tales medios no han publicado noticias esta última semana sobre Venezuela, todo lo contrario. Pero siempre en una misma línea donde la noticia sobre prohibición de la pesca de arrastre no tiene cabida ninguna. En concreto, solo el diario El País, este mismo fin de semana ha publicado en su edición digital dos noticias sobre Venezuela, una de ellas en las que, en un tono completamente irónico y satírico, habla de las intenciones del gobierno bolivariano de lanzar al mercado un modelo de teléfono móvil de fabricación venezolana, así como la idea de abrir una cadena de restaurantes que puedan abaratar los precios del sector y competir con las franquicias tradicionales. La noticia, en un tono burlón, nos deja una perla que lo dice todo: “el presidente, que de tanto combatir al capitalismo con su socialismo del siglo XXI, se ha convertido en todo un empresario”. Objetividad informativa y carente de opinión en su pura esencia. La otra noticia publicada es aún más curiosa si cabe. En ella el diario ex independiente de la mañana, nos habla, ahora sí, de una prohibición, en concreto de la prohibición a la exposición “Bodies Revealed”, una especie de exposición artística de dudoso buen gusto, en la cual el autor muestra el mundo una serie de cadáveres plastinizados, es decir, cadáveres y órganos humanos reales disecados. Al parecer, para este diario, la prohibición de una exposición de este tipo, tiene mayor importancia de cara al lector español que la prohibición de la pesca de arrastre.

Por su parte, el diario ABC más de lo mismo. Este diario ha publicado cinco noticias relacionadas con Venezuela, entre ellas las referidas al enfrentamiento de Chávez con Coca-Cola, el secuestro de dos empresarios españoles, o, en el mismo día en que entraba en vigor la prohibición de la pesca de arrastre, una noticia sobre las críticas de la oposición venezolana al gobierno de Chávez, titulada así: “Los opositores acusan a Chávez de acabar con las autonomías”. De la prohibición de la pesca de arrastre, ni una palabra.

Por supuesto, el ultra derechista La Razón no se podía quedar a la zaga. Entre los días 14 y 15 de Marzo este diario ha publicado tres noticias relacionadas de una u otra manera con Venezuela y Chávez. Dos de ellas haciendo referencia al ofrecimiento que Chávez habría hecho de territorio venezolano para uso de la aviación rusa: “Chávez ofrece a Rusia una isla para sus aviones estratégicos“ y “La aviación estratégica rusa podrá repostar en Venezuela”. En una tercera el diario habla sobre las elecciones en El Salvador con el siguiente titular: “Chávez también vota en El Salvador”. De la prohibición de la pesca de arrastre, nuevamente ni una sola palabra. Por su parte el diario El Mundo no ha publicado en los últimos cuatro días ninguna noticia relacionada con Venezuela (que ya es extraño), tampoco evidentemente nada sobre el asunto de la pesca de arrastre, faltaría más.

Como se ve, la alargada red de pesca de arrastre mediática ha hecho bien su labor en esta ocasión. De entre los frutos capturados en el mar mediático de la política venezolana, a los medios de (des) información masiva le han salido varios prestos y dispuestos para ser servidos al consumidor. Que si un lanzamiento al mercado de teléfonos móviles por aquí, que si una exposición vetada por allí, que si un secuestro de empresarios españoles por aquel lado de allá, que si una disputa de Chávez con Coca-Cola por acá, que si unas acusaciones de la oposición contra Chávez por aquella esquina, que si los acuerdos guerreristas entre Chávez y Rusia por el otro lado, que si la presencia de Chávez en El Salvador. Todo un surtidito de pescadito mediático variado al gusto del lector, siempre dispuesto para ser servido junto a una buena dosis de salsa de críticas al gobierno venezolano, bien por su talante autoritario, bien por sus bravuconadas, bien por su caudillismo, bien por su carácter guerrerista, etc., etc. El adjetivo-aditivo ya lo coloca de muto propio el lector, ellos ya bastante hacen con pescarte el producto, cocinártelo en sus redacciones y servírtelo en la mesa al gusto. Claro, la noticia sobre la prohibición de la pesca de arrastre, no entra en el menú, ya fue desdeñada de entrada durante el proceso de selección de productos válidos post pesca. ¡A la basura!

En fin, esto es tan solo una muestra más de la continua pesca de arrastre mediática a la que se ve sometido el gobierno venezolano, pero podíamos hacer este mismo análisis con infinitud de noticias más, concretamente, como digo, con todas aquellas que puedan ser susceptibles de arrojar un poco de buena reputación sobre Chávez y su gobierno. Prueben si no, por ejemplo, a buscar información alguna acerca del reciente informe de la ONU en el cual hablan de Venezuela como del único país que está cumpliendo con los objetivos del Milenio fijados para los países en procesos de desarrollo. A ver cuanta información son capaces de encontrar al respecto entre los diferentes medios mencionados. Háganlo, sean valientes, y si no encuentran nada, que no lo encontrarán, ya saben donde tienen que ir a buscar. El cubo de la basura mediática les espera.

Afortunadamente en sitios como Rebelión, Kaosenlared, etc., hace ya algunos años que nos hemos dado a la ardua tarea de ir de visita periódica por esos vertederos mediáticos de la falsimedia, y sacar de ellos todo aquel producto desdeñado por la pesca de arrastre mediática y susceptible de ser sometido a un buen proceso de reciclaje. Aquí sí les servimos en el menú esos productos desdeñados por la prensa capitalista, que además, ustedes lo saben bien, suelen ser los más ricos y sabrosos para todo aquel lector ávido de conocer la verdad de lo que pasa realmente en el mundo, sin cortapisas ni tabúes.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La felicidad burguesa y el sufrimiento del marginado


Saben esos días en que uno no se encuentra de humor para afrontar los avatares del mundo, esos días que amanecen entre obscuros y grises, esos días que no hay ánimos para esgrimir una sonrisa en la intimidad. Sí, esos días que tenemos todos de vez en cuando, y, al menos, una vez en la vida. Cuando se recibe una noticia trágica, cuando muere un familiar, cuando se rompe un sueño, en definitiva, cuando nos vienen mal dadas. Son esos días que se llenan de sufrimiento se quiera o no se quiera. Esos días, inevitables días. Días de llanto. Pues en esos días es cuando más evidente se hace la felicidad forzada y figurada que nos rodea por doquier.

Digo todo esto porque me comentaba hoy una amiga una experiencia de esas que te hacen reflexionar. Había tenido un mal día, un día de esos que comienzan con una noticia triste que no te permite levantar el vuelo en toda la jornada, una de esas noticias que nos estremecerían a cualquiera. Me contaba lo mal que se había sentido segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora durante casi todo el día. Lo curioso del tema es que me decía que se había sentido mal por una doble razón; la primera por la noticia recibida, dura pero superable, la segunda, la que más le había frustrado según me aseguraba, por haber tenido que pasarse todo el día fingiendo una aparente felicidad que en nada se correspondía con la realidad, forzada por las circunstancias de su vida cotidiana. Era como si lloviese sobre mojado, me decía. De verdad que la entiendo; ¿quién no la entiende?; Estar mal y tener que sentir la presión de una gente que te mira esperando tu mejor sonrisa, deseosa de verte entregada, volcada con las apariencias del buen trato. ¿Quién no ha vivido algo así? Que inhumano.

Vivimos en una sociedad donde la creencia generalizada es que todo el mundo tiene que ser feliz todo el rato, o, al menos, aparentarlo. En la sociedad de las apariencias, la felicidad no se podía quedar al margen. Estar triste no está bien visto. Estar tiste, abatido, decaído, es síntoma de decadencia. No importa cuán duro haya podido ser su día, ni cual tormentosas puedan ser sus circunstancias vitales, usted entrará también en el saco del que puede y debe ser feliz todo el rato o, al menos, aparentarlo. Por eso si a usted alguien le pregunta qué tal le va, por cortesía, su respuesta deberá ser siempre un... ¡bien, gracias! O un.. ¡ahí vamos, tirando!, como mucho. Nadie indagará que se esconde detrás de esa respuesta. Es la normal, lo habitual, lo natural. Estar bien o, al menos, no estar mal, es lo adecuado, lo inherente a su condición de ser humano. Pruebe, en cambio, a responder que le va mal; las preguntas indiscretas lloverán por todos lados. A nadie le interesará saber por qué le va a usted bien, es lo común, lo habitual, pero, en cambio, todos querrán conocer los motivos por los que ha respondido usted lo contrario, por qué va a contracorriente, cómo osa mostrar su malestar en público. El mundo es un puto anuncio de compresas y todos debemos bailar al son que nos marca la sonrisa en la boca del prójimo. Todos debemos ser felices todo el tiempo o, al menos, aparentarlo. ¡Que lastre!

Reivindico desde aquí el derecho a estar triste, deprimido, a sufrir con las circunstancias y a no tener que ocultarlo acomplejado por el qué dirán, el qué pensarán. Es lo apropiado. Todos tenemos días buenos y días malos, todos pasamos por malas experiencias en la vida, todos tenemos momentos donde el estar triste no sólo es una necesidad, sino casi una obligación ¿Qué hay de malo en ello? ¿Por qué la sonrisa forzada y la carcajada gratuita de alguien que no conocemos nos deben llenar más que su sincera mirada estremecida o su cara compungida cuando ese ser está sufriendo? ¿Por qué nos atormenta tanto el sufrimiento del prójimo? ¿No es la tristeza, el sufrimiento, el malestar existencial, etc. un sentimiento tan cotidiano como la alegría o la felicidad? Me atrevería a decir que incluso más. ¿Por qué entonces huimos despavoridos del sufrimiento ajeno, y aún del nuestro propio, y vivimos forzados en todo momento a fingir una supuesta felicidad que las más de las veces no es más que mera apariencia? ¿Por qué volverle la espalda al sufrimiento?

¿Será acaso que el concepto de la felicidad que manejamos en esta sociedad enferma no es más que una idea egoísta de la misma? La felicidad del yo, el yo y después otra vez el yo, luego ya si acaso también los míos, no más. La felicidad del burro con anteojeras. La felicidad del que no ve más allá de su propio ombligo. La felicidad del burgués. La felicidad del problema concreto del tener frente al problema global del ser. La felicidad del que no ve, ni piensa, ni siente más que por sí mismo, para sí mismo. La felicidad que hace al hombre como hombre desde su propio yo, desde sí mismo, del que se mueve en un mar de apariencias donde la debilidad del sufrimiento no puede dejarse entrever de puertas para afuera. La felicidad que no se centra en el otro, en el excluido, en el que sufre, en el marginado, en el desposeído. Ellos allí, yo aquí, feliz, al menos en apariencia; no puedo ser como ellos. Es la felicidad burguesa, la felicidad del confort, la felicidad del tanto tienes, tanto vales, la felicidad de la sonrisa de marca de dentífrico y el lujo de la apariencia de cara a la galería. Que nadie airé tus miserias. Para dar pena con su sufrimiento ya están los otros, esos otros a los cuales tú no perteneces; el pobre, el marginal, el humillado, el condenado.

Decía el Che aquello de "sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario." Pero, ¿quién podría soportar tanto sufrimiento? Es mucho mejor vivir para el yo, el yo y después también el yo. Quien sufra, que sufra en silencio. Que no perturbe la paz de los cementerios en la que habitan nuestras alienadas consciencias burguesas. ¿Quién en su sano juicio podría ser feliz sabiendo que allá en el mundo, ese mundo que va más allá de tu ombligo, lo que abunda de verdad es el sufrimiento, el cruel y tormentoso sufrimiento? Es mejor no verlo, no mirarlo, no sentirlo, no palparlo, empezando para ello, como una obligación más, por uno mismo, empezando desde la negación de cara al público de su propio sufrimiento. No, yo no soy como ellos. Yo soy un ciudadano normal, con su felicidad inherente, con su sonrisa impecable, su buen trato, sus dientes blancos y brillantes que mostrar al público (aunque sean amarillos y putrefactos). El sufrimiento es eso que asociamos con lo marginal, lo excluido, lo decadente de la sociedad. Está mal visto. Ellos allí, nosotros aquí. Que sufran por nosotros, ya pasaremos por su lado con nuestra mejor sonrisa para que no queden dudas de quién está en un bando y quién en el otro.

Eso sí, tampoco ellos tienen derecho a quejarse ni a manifestar su sufrimiento. Si lo hacen serán tachados de subversivos. Peor aún, de anti-sistemas. Y quién se atreva a sufrir con ellos será tachado de algo mucho peor; de traidor a la causa burguesa. Todos sabemos que sufren pero a nadie debe importarle. También sufro yo y no por eso lo digo. No lo ves, cada día voy a mi trabajo con mi mejor sonrisa, aunque no tenga gana ni de mover un dedo, agarrotado por el sufrimiento. ¡Que no se quejen! En la sociedad de las apariencias, la felicidad no puede quedar al margen. Tampoco para ellos. Los únicos que sí pueden quedar al margen de tal sociedad son ellos mismos en cuanto tales; los excluidos, los marginados, los empobrecidos. Y cuanto más al margen, mejor. Lo perfecto sería no saber nada de ellos. Que se queden allí, lejos, con su sufrimiento. Yo estaré aquí con mi mejor sonrisa brindando por mi gran fortuna y ya de paso por su desdicha, que no es la mía. ¡Y es que esa es precisamente mi fortuna! Que su desdicha no es la mía.

Yo tengo derecho a ser feliz, más aún, todos tenemos derecho a serlo o, al menos, a aparentarlo. Esa es la norma de la felicidad burguesa imperante por doquier. Aunque, a la hora de la verdad, todos sabemos que el sufrimiento es parte inherente de la vida, que no hay nada malo en ello cuando es pasajero, que manifestarlo no ofende ni daña a nadie, mucho menos a uno mismo. En cambio, cuando tal condición de sufrimiento es perenne, ya es otro tema, mucho más serio. ¡No!, ¡No todos podemos ser felices todo el tiempo! Es algo demostrado por siglos y siglos de historia humana. Es más, algunas personas ni si quiera tienen derecho a serlo a tiempo parcial; son ellos, los excluidos, los marginados, los empobrecidos, los parias del sistema. Pero qué importa eso. En la sociedad perfecta, donde todo es perfecto, donde el hombre es libre como nunca antes en la historia, donde todos gozamos de los mismos derechos y oportunidades, la felicidad es norma generalizada. Pobre de aquel que no sea feliz en el capitalismo, con el capitalismo. Tras tu sonrisa estará tu monedero. También sus muertos, sus excluidos y sus marginados. Pero eso es mejor no verlo. Sigue sonriendo.