sábado, 9 de enero de 2010

Los toros y la libertad


En Cataluña acaban de dar el primer paso para prohibir las corridas de toros en la comunidad. Está aún por confirmar en un próxima votación en el parlamento que la medida salga adelante. Será complicado, al final seguro que los diputados del PSC, algunos folclóricos de CIU, etc. acaban decantando la balanza en favor del Sí a las corridas de toros. Sin embargo, el simple hecho de que se hayan atrevido a aprobar en una primera votación la toma en consideración de una Iniciativa Popular propuesta por una plataforma anti-taurina de Cataluña, ya ha provocado efusivas reacciones entre los más reaccionario y ultranacionalista de la España profunda.

Como no podía ser de otra manera, han acusado a los catalanes de practicar el anti-españolismo, como si el ser y sentirse español y el gusto por la tortura animal fuesen una misma cosa. ¡Qué bárbaro! Tampoco es de extrañar tal ataque, por supuesto, ya se sabe de sobra que todo lo que provenga de la política catalana, y no sean propuestas hechas por partidos minoritarios allí como el PP o Ciudadanos, será automáticamente utilizado por la "Brunete mediática" para atacar a Cataluña y azuzar los instintos políticos más irracionales de las masas aborregadas de la España profunda, los herederos sociológicos de aquella España "Una, grande y libre" que no ha acabado de morir aún, y que tampoco hay intención real en la clase política española de que llegue a hacerlo alguna vez.

Pero lo más curioso de todo es que los opositores a esta iniciativa popular para prohibir la tortura animal, hablan de un ataque a la libertad. A la libertad de los que son seguidores de la "fiesta nacional", se supone. A la libertad de aquellas personas que gozan y disfrutan viendo como un animal es torturado hasta la muerte entre gritos y aplausos de las masas enfervorecidas, de aquellas personas (enfermas) que ven en la sangre del toro un arte guiado por las manos de un torturador del tres al cuarto llamado torero. ¡Menuda libertad!

Podríamos también, si les parece a estos señores, respetar la libertad de aquellos que gustan de alimentarse de carne humana para desayunar, tras haber descuartizado previamente el cuerpo de alguna inocente víctima que tuvo la mala suerte de cruzarse con esa persona en horas de la mañana en una solitaria calle de Barcelona, por ejemplo. O podríamos respetar la libertad de aquellos (también) enfermos mentales que ven en los niños y niñas de nuestra sociedad una apetecible persona con la que poder saciar a gusto sus deseos sexuales más perversos. Total, es una cuestión de gustos personales e instintos animales (ya decía Freud que entre el instinto sexual y el instinto de violencia no había muchas diferencias).

O podíamos, si no tienen inconveniente estos señores, respetar la libertad de aquellos que es ver un torero y les entran unas ganas incontrolables de ponerlo a cuatro patas y clavarle una banderilla por el mismísimo ano, además de darle una buena estocada en la mismísima punta del pene. He de confesar que yo soy uno de ellos.

Si nos ponemos así, hablando de libertades de cada cual y no de derechos, cualquier cosa vale, ¿no?. Ellos tienen sus gustos perversos, y yo puedo tener los míos. Puestos entonces a respetar, en nombre de la libertad, los gustos perversos de cada cual, respetémoslos todos ¿no?. Volvamos al “Estado de Naturaleza” del que nos habla Hobbes en sus escritos. Total, qué mal da, así seremos realmente libres, ¿no?.

Ay la libertad, la libertad, ¿por qué será que siempre que habla un reaccionario la primera palabra que utiliza para justificar sus ideas es la libertad? El mundo capitalista es el "mundo libre", las guerras de conquista y rapiña son "guerras por la libertad", los golpes de Estado fascistas son "Golpes de Estado en nombre de la libertad y la democracia", los símbolos religiosos impuestos en las escuelas se defienden igualmente aludiendo a la "libertad religiosa", y tantas, tantísimas cosas más. Ahora también, cómo no, la tortura animal es defendida en nombre de la libertad.

A nadie se le obliga a ir a la Plaza, dicen. Y a los toros, ¿quién le ha pedido su opinión?, ¿han dado ellos su consentimiento?, ¿lo darían si pudieran pronunciarse al respecto?, ¿lo daría usted para que le hicieran lo mismo que le hacen a los toros si se le preguntara antes?, ¿hubiese aceptado usted ser carne de León para que un grupo de ciudadanos de la antigua Roma se divirtiese viendo como una fiera salvaje lo descuartiza y engulle entre gritos y aplausos de las masas enfervorecidas? Seguro que no, ¿verdad?

Pues entonces ya está: "A nadie se le obliga a ir a los toros, excepto a los toros", claro*.

Ergo, ¿podrán entender estos señores de la España profunda que lo que se defiende con esta iniciativa es la vida del toro, y no el derecho a imponer su criterio frente al de los demás de quienes no tienen como afición acudir a la plaza de toros a ver como torturan animales?

No, no es una cuestión de libertad, no es una cuestión de atentar contra los derechos de quienes tienen la sádica afición de emocionarse con la sangre y la muerte de animales inocentes. Es, simplemente, una cuestión de derechos animales. Una cuestión de humanidad para con los animales. Simplemente eso. Y ahí no hay libertad que valga: tus derechos acaban donde empiezan los de los demás, también los de aquellos animales a los que nadie le ha pedido permiso para torturar en nombre de una fiesta más propia de la Edad Media que de una civilización que se llama a sí misma avanzada.

Tu libertad para ver una corrida de toros, quede claro, termina donde empieza el derecho del toro a no ser torturado. Es decir, entre la vida del toro y tu libertad para ver como lo matan, siempre debe prevalecer lo primero. De eso se trata. De eso es de lo que se va a discutir el próximo año en el Parlamento de Cataluña. Hablar de ataque a libertad en un caso así, es poco menos que hablar en nombre del derecho a la libertad que los nazis tenían para matar a millones de personas en los campos de concentración, solo porque ellos los consideraban seres inferiores y sin derecho a la vida alguno.

Es decir, exactamente lo mismo que tú ahora haces, en nombre de tu libertad, con los toros y su derecho a la vida; con su derecho, como poco, a no ser torturados para saciar las perversiones sádicas de un grupo de tarados que acuden a las plazas a chillar y aplaudir enfervorecidos mientras un pobre animal se desangra hasta morir. Como son seres inferiores, pues ala, vía libre: que tu libertad prevalezca sobre los derechos de esos seres inferiores. Así razonan quienes hablan de ataque a la libertad en este caso.

Ya digo, como los nazis. A los que también, por cierto, amparaban las leyes de su país por aquellos tiempos. Igual, igual, que ocurre ahora con la tortura en masa de miles de toros cada año en las muchas plazas que hay repartidas por todo el territorio del Estado Español. ¡Qué espanto!

No hay comentarios:

Publicar un comentario