jueves, 2 de abril de 2009

Parece que alguien mintió durante décadas


Leía hace un rato en la prensa capitalista que Ucrania es a día de hoy un país en ruinas económicas, un Estado a un paso de la quiebra y del colapso absoluto. Me da que pensar. Parece que alguien nos ha estado mintiendo descaradamente por muchos años. Y es que se suponía que el capitalismo era la panacea de la humanidad. Desde que tengo uso de consciencia, que van siendo unos pocos años ya, recuerdo como desde siempre nos han estado diciendo lo bien que funciona el capitalismo, lo provechoso y productivo que ha sido y es para el mundo, y lo bien que hicieron y hacen todos aquello países que se abren de par en par a la economía de "libre mercado", máxime aquellos que dejaron atrás el caduco y fracasado socialismo, que renunciaron al marxismo y supieron seguir con eficiencia los nuevos designios del liberalismo, entre privatizaciones masivas de sus medios de producción, liberalizaciones y desregularizaciones a mansalva en sus mercados, tanto nacionales como internacionales.

Es más, ahora, en plena crisis capitalista, nos repiten una y otra vez que no hagamos caso de los gobiernos “populistas” que están emergiendo en ciertas partes del mundo, que son un peligro para la estabilidad mundial, que únicamente nos quieren devolver a un pasado ya superado de confrontación maniquea, que llevarán a la ruina a cada uno de sus países con su carácter autocrático. Nos vuelven a repetir, día tras día, que la solución paradigmática es apostar por el libre mercado, hacer unos cuantos retoques, poner unos pocos parches, limpiar algunas espinillas de su cara, pero dejar igualmente que el Dios de la oferta y la demanda haga el milagro definitivo y nos lleve a todos y cada uno de nosotros con él a su paraíso de glamur y consumo desbocado. Vemos, por ejemplo, a la señora Clinton atreviéndose a dar consejos sobre la no intervención económica al gobierno Venezolano, mientras el gobierno de la que ella forma parte sigue repartiendo billones de dólares del capital público para salvar empresas en ruina. Nos toman por tontos una vez más, y lo peor es que, por lo que parece, volvemos a dejarnos.

En fin, que, en contra de las maravillas que nos habían contado y de las predicciones en masa que nos habían hecho tras la caída del muro de Berlín en 1989, parece que al día de hoy la situación económica en los países de Europa del Este es gravísima, aunque los medios de "comunicación" occidentales se empeñen en darnos información a cuenta gotas, haciendo que de los graves sucesos que ocurren por allí a diario no se sepa nada. Todos los países de la zona están en una recesión profunda de sus respectivos PIB, duplicando su tasa de paro, con sus sistema monetarios depreciándose a cifras records respecto de las principales monedas internacionales y con sus sistemas financieros descapitalizándose a pasos de gigantes y al borde de la quiebra absoluta. Son varios ya los países que están aplicando medidas del tipo "corralito", y se piensa que en poco tiempo el dinero que circula por allí tendrá el mismo valor que el papel higiénico en una tribu del amazonas. Además, por si fuese poco, el FMI está presionando a estos países para que reduzcan su deuda pública (es decir, para que recorten el gasto social y suban los precios en los productos de primera necesidad manejados directa o indirectamente por los Estados), como condición necesaria para ofrecerles nuevos créditos y ayudas financieras que puedan resultar "viables" y con garantías de devolución (¿sabrán algo de estas medidas impuestas por el FMI en América Latina? Me da que sí). Lo cual imagínense como podría acabar de cara a una población que en su inmensa mayoría ya vive bajo el umbral de la pobreza y en condiciones extremadamente precarias (repito, ¿les sonará esto de algo a los latinoamericanos? Me da que sí).

Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Croacia, Serbia, Eslovaquia, Eslovenia, Georgia, Albania, etc. ninguno se salva de la crisis, ni lo que están dentro, ni los que están fuera de la Unión Europea. Países enteros están a punto de declarase en suspensión de pagos, insolventes. Se prevé, según un estudio de un importante economista capitalista Danés, Lars Christiensen, economista jefe del Danske Bank, el Banco Nacional de Dinamarca, quien ya predijese en 2006 el posterior hundimiento y quiebra de Islandia, que incluso las economías menos afectadas por la crisis sufran una reducción en su PIB de entre un 2 y un 5%, mientras que las más afectadas se enfrantarán a una recesión de más de dos dígitos porcentuales respecto de su PIB actual (como ya vemos en Ucrania, 30%). Las movilizaciones ciudadanas empiezan a sucederse con fuerza y ya han empezado a caer también los primeros gobiernos (Letonia, Hungría, República Checa), que con toda seguridad no van a ser los últimos. Incluso el señor Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetario Internacional, ya ha “advertido” de la posibilidad de que se produzcan graves disturbios sociales en próximas fechas, tal y como ya ha empezado a ocurrir en Letonia, Lituania, Bulgaria, República Checa, Hungría y algunos países más. El desempleo en algunos países se estima que podría llegar a cifras cercanas al 50% de la población activa. La situación es tan grave que pocos se atreven a aventurar como acabará la cosa, y nadie por el momento se ha atrevido a poner fecha al fin del colapso, tal y como si ha ocurrido, de manera más o memos aventurada, en otras regiones del orbe (EEUU, Europa Occidental, etc.). Ni los más optimistas, ni los más acérrimos defensores del capitalismo y el libre mercado, ven solución alguna a corto plazo. Será por algo.

Eso sí, como todos sabemos, son Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros países latinoamericanos en procesos de cambio revolucionario los que de verdad lo van a pasar mal con esta crisis internacional, mientras que sus paisanos conservadores o social-liberales están a salvo, o si no véanse algunos de los reportajes, entrevistas y noticias que El País, El Mundo, el ABC y La Razón han hecho al respecto en los últimos meses. Una muestra más de que apostar por el capitalismo es la mejor solución para estos tiempos de crisis, aunque parezca mentira a la luz de los hechos que la han generado. ¿Cederán Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros países ante la presión internacional para coger nuevamente el camino que ha llevado a Europa del Este a la magnifica situación económica, política y social en la que hoy se encuentra? En eso sí que no nos engañan: es ni más ni menos que lo que desean con todas sus fuerzas los oligarcas que han dominado a su antojo la región durante siglos, en connivencia con sus socios occidentales. A los pueblos que les den por el culo. Ya vendrá el FMI a salvarlos en algún momento con sus maravillosas y tan acertadas medidas, esas medidas que tanto bien hacen a los pueblos del mundo, especialmente a los pueblos empobrecidos. Las mismas que no generan deuda externa ni recortes sociales en los países donde son aplicadas. ¿Se habrán olvidado de esto en América Latina? Me da que no.

A ver si ahora son los pueblos del Europa del este los que aprenden la lección a base de bien, porque no parece que puedan hacer mucho por impedir lo que se les viene encima con el glorioso y magnífico sistema de libre mercado que con tanta algaravía celebraron en su día como remedio para todos los males, o al menos eso es lo que nos habían hecho creer hasta el momento. Esperemos acontecimientos. Pero no se debe descartar una extensión del "socialismo del siglo XXI" hacia las mismas fronteras que antaño vieran desarrollarse el mal llamado "socialismo real". Eso sí que podría ser un duro y definitivo golpe para el capitalismo, mucho más duro que los propios efectos de la crisis económica en sí misma. Sería la verdadera confirmación de que el muerto se levantó de nuevo y ahora no parará hasta tomar venganza de sus asesinos. Sed de justicia desde luego que no falta.

www.pedrohonrubia.com

jueves, 19 de marzo de 2009

Pesca de arrastre mediática contra el gobierno venezolano

Los que somos asiduos lectores de los medios de comunicación alternativos, ya conocemos sobradamente el método habitual con el que los medios españoles de (des) información masiva suelen trabajar a la hora de dar cobertura a la actualidad política de la República Bolivariana de Venezuela. Es un método que bien podríamos catalogar como “la pesca de arrastre mediática”. Un método que, al igual que ocurre en el caso de la pesca de arrastre marítima, todo lo que tiene de inmoral lo tiene también de eficiente según los criterios de productividad capitalista. En primer lugar, estos medios de comunicación echan sus redes mediáticas sobre todo aquello cuanto tenga que ver con la vida política venezolana, arrastrando con todo lo que pillan a su paso. A continuación, una vez todas las presas han caído sobre la red informativa, los redactores de estos medios se dedican, cuan expertos censores, a separar lo válido y buscado, de lo inútil y no querido. Es decir, una vez los redactores llevan a cabo su hábil trabajo filtrador, por un lado quedarán todas aquellas noticias e informaciones de interés para el lector español, que en realidad no son más que aquellas noticias que, de una u otra manera, pueden ser utilizadas para atacar, vilipendiar o desprestigiar al gobierno venezolano, noticias que serán publicadas de ipso facto. Por otro lado quedarán aquellas noticias que o bien no puedan ser utilizadas para estos fines, o bien sean en sí mismas noticias que puedan inducir al lector a todo lo contrario, es decir, que puedan contribuir a reforzar una imagen positiva del gobierno de Chávez. Estas noticias, por supuesto, serán silenciadas; sacadas de la red y tiradas al cubo de la basura, con los desechos. La pesca de arrastre mediática habrá dado así los frutos buscados. A la mesa del lector llegará sólo el pescado que más réditos económicos, políticos y sociales dé a los magnates de la comunicación, en su lucha continua contra todo aquello cuanto huela a chavismo y/o socialismo venezolano, en defensa de sus intereses de clase.

Hemos de suponer que será precisamente la similitud que tal método mediático tiene con la pesca de arrastre, lo que ha llevado a estos medios a no publicar en toda la semana ni una sola noticia relacionada con la prohibición que el gobierno venezolano ha hecho de la pesca de arrastre marítima en el interior de sus dominios jurisdiccionales, una prohibición que entraba en vigencia el pasado sábado 14 de Marzo, no vaya a ser que el avispado lector tuviese la sugerente idea de relacionar conceptos. La pesca de arrastre es una actividad que ha sido duramente criticada por diversos colectivos ecologistas e instituciones internacionales, debido al gran daño que causa en el ecosistema marítimo. La pesca de arrastre es la pesca menos selectiva que existe, además de ser la más perjudicial para los fondos marinos. Este tipo de pesca, entre otros efectos, arrasa con los fondos marinos, arrastra a multitud de peces en estados de crecimiento inmaduro e impide la regeneración de los caladeros (además de ser un serio riesgo para la existencia de multitud de especies). Es un modelo de explotación de los recursos pesqueros extremadamente dañino para el medio ambiente, y así ha sido denunciado por instituciones como la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), primera en felicitar al gobierno venezolano por la decisión adoptada. La decisión del gobierno venezolano, por tanto, puede ser considerada como una medida valiente, ecologista, solidaria y comprometida, una medida que ha sido aplaudida desde todos los rincones del mundo y por todas aquellas organizaciones que llevan años denunciando los efectos de este tipo de pesca y luchando por acabar con ella. Una noticia, dicho de otra manera, de esas que a los medios españoles de desinformación masiva no les interesan para nada, pues en ningún caso puede servir para atacar a Chávez, y, más grave aún, podría servir incluso para realzar su imagen ante los ojos del lector. Hay que dar la callada por respuesta. Este producto no es bueno para servirse en la mesa del consumidor. ¡A la basura!

De los cinco grandes diarios españoles, el único que tuvo la decencia de publicar la noticia a lo largo de la semana fue el socialdemócrata Público, curiosamente no en la sección de política Internacional sino en la sección de “Ciencias”, que no deberá ser precisamente la sección más visitada del diario en su edición web. El resto de diarios, nada de nada. Ni El País, ni El Mundo, ni ABC, ni la Razón. Tan acostumbrados como estamos a que nos publiquen casi a diario noticias relacionadas con Venezuela, pareciese que esta noticia “sin importancia” se les hubiese escapado de las redacciones. Una demostración más de cuan efectivos son estos medios en su labor de pesca de arrastre mediática contra el gobierno venezolano. Porque no se piensen ustedes que tales medios no han publicado noticias esta última semana sobre Venezuela, todo lo contrario. Pero siempre en una misma línea donde la noticia sobre prohibición de la pesca de arrastre no tiene cabida ninguna. En concreto, solo el diario El País, este mismo fin de semana ha publicado en su edición digital dos noticias sobre Venezuela, una de ellas en las que, en un tono completamente irónico y satírico, habla de las intenciones del gobierno bolivariano de lanzar al mercado un modelo de teléfono móvil de fabricación venezolana, así como la idea de abrir una cadena de restaurantes que puedan abaratar los precios del sector y competir con las franquicias tradicionales. La noticia, en un tono burlón, nos deja una perla que lo dice todo: “el presidente, que de tanto combatir al capitalismo con su socialismo del siglo XXI, se ha convertido en todo un empresario”. Objetividad informativa y carente de opinión en su pura esencia. La otra noticia publicada es aún más curiosa si cabe. En ella el diario ex independiente de la mañana, nos habla, ahora sí, de una prohibición, en concreto de la prohibición a la exposición “Bodies Revealed”, una especie de exposición artística de dudoso buen gusto, en la cual el autor muestra el mundo una serie de cadáveres plastinizados, es decir, cadáveres y órganos humanos reales disecados. Al parecer, para este diario, la prohibición de una exposición de este tipo, tiene mayor importancia de cara al lector español que la prohibición de la pesca de arrastre.

Por su parte, el diario ABC más de lo mismo. Este diario ha publicado cinco noticias relacionadas con Venezuela, entre ellas las referidas al enfrentamiento de Chávez con Coca-Cola, el secuestro de dos empresarios españoles, o, en el mismo día en que entraba en vigor la prohibición de la pesca de arrastre, una noticia sobre las críticas de la oposición venezolana al gobierno de Chávez, titulada así: “Los opositores acusan a Chávez de acabar con las autonomías”. De la prohibición de la pesca de arrastre, ni una palabra.

Por supuesto, el ultra derechista La Razón no se podía quedar a la zaga. Entre los días 14 y 15 de Marzo este diario ha publicado tres noticias relacionadas de una u otra manera con Venezuela y Chávez. Dos de ellas haciendo referencia al ofrecimiento que Chávez habría hecho de territorio venezolano para uso de la aviación rusa: “Chávez ofrece a Rusia una isla para sus aviones estratégicos“ y “La aviación estratégica rusa podrá repostar en Venezuela”. En una tercera el diario habla sobre las elecciones en El Salvador con el siguiente titular: “Chávez también vota en El Salvador”. De la prohibición de la pesca de arrastre, nuevamente ni una sola palabra. Por su parte el diario El Mundo no ha publicado en los últimos cuatro días ninguna noticia relacionada con Venezuela (que ya es extraño), tampoco evidentemente nada sobre el asunto de la pesca de arrastre, faltaría más.

Como se ve, la alargada red de pesca de arrastre mediática ha hecho bien su labor en esta ocasión. De entre los frutos capturados en el mar mediático de la política venezolana, a los medios de (des) información masiva le han salido varios prestos y dispuestos para ser servidos al consumidor. Que si un lanzamiento al mercado de teléfonos móviles por aquí, que si una exposición vetada por allí, que si un secuestro de empresarios españoles por aquel lado de allá, que si una disputa de Chávez con Coca-Cola por acá, que si unas acusaciones de la oposición contra Chávez por aquella esquina, que si los acuerdos guerreristas entre Chávez y Rusia por el otro lado, que si la presencia de Chávez en El Salvador. Todo un surtidito de pescadito mediático variado al gusto del lector, siempre dispuesto para ser servido junto a una buena dosis de salsa de críticas al gobierno venezolano, bien por su talante autoritario, bien por sus bravuconadas, bien por su caudillismo, bien por su carácter guerrerista, etc., etc. El adjetivo-aditivo ya lo coloca de muto propio el lector, ellos ya bastante hacen con pescarte el producto, cocinártelo en sus redacciones y servírtelo en la mesa al gusto. Claro, la noticia sobre la prohibición de la pesca de arrastre, no entra en el menú, ya fue desdeñada de entrada durante el proceso de selección de productos válidos post pesca. ¡A la basura!

En fin, esto es tan solo una muestra más de la continua pesca de arrastre mediática a la que se ve sometido el gobierno venezolano, pero podíamos hacer este mismo análisis con infinitud de noticias más, concretamente, como digo, con todas aquellas que puedan ser susceptibles de arrojar un poco de buena reputación sobre Chávez y su gobierno. Prueben si no, por ejemplo, a buscar información alguna acerca del reciente informe de la ONU en el cual hablan de Venezuela como del único país que está cumpliendo con los objetivos del Milenio fijados para los países en procesos de desarrollo. A ver cuanta información son capaces de encontrar al respecto entre los diferentes medios mencionados. Háganlo, sean valientes, y si no encuentran nada, que no lo encontrarán, ya saben donde tienen que ir a buscar. El cubo de la basura mediática les espera.

Afortunadamente en sitios como Rebelión, Kaosenlared, etc., hace ya algunos años que nos hemos dado a la ardua tarea de ir de visita periódica por esos vertederos mediáticos de la falsimedia, y sacar de ellos todo aquel producto desdeñado por la pesca de arrastre mediática y susceptible de ser sometido a un buen proceso de reciclaje. Aquí sí les servimos en el menú esos productos desdeñados por la prensa capitalista, que además, ustedes lo saben bien, suelen ser los más ricos y sabrosos para todo aquel lector ávido de conocer la verdad de lo que pasa realmente en el mundo, sin cortapisas ni tabúes.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La felicidad burguesa y el sufrimiento del marginado


Saben esos días en que uno no se encuentra de humor para afrontar los avatares del mundo, esos días que amanecen entre obscuros y grises, esos días que no hay ánimos para esgrimir una sonrisa en la intimidad. Sí, esos días que tenemos todos de vez en cuando, y, al menos, una vez en la vida. Cuando se recibe una noticia trágica, cuando muere un familiar, cuando se rompe un sueño, en definitiva, cuando nos vienen mal dadas. Son esos días que se llenan de sufrimiento se quiera o no se quiera. Esos días, inevitables días. Días de llanto. Pues en esos días es cuando más evidente se hace la felicidad forzada y figurada que nos rodea por doquier.

Digo todo esto porque me comentaba hoy una amiga una experiencia de esas que te hacen reflexionar. Había tenido un mal día, un día de esos que comienzan con una noticia triste que no te permite levantar el vuelo en toda la jornada, una de esas noticias que nos estremecerían a cualquiera. Me contaba lo mal que se había sentido segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora durante casi todo el día. Lo curioso del tema es que me decía que se había sentido mal por una doble razón; la primera por la noticia recibida, dura pero superable, la segunda, la que más le había frustrado según me aseguraba, por haber tenido que pasarse todo el día fingiendo una aparente felicidad que en nada se correspondía con la realidad, forzada por las circunstancias de su vida cotidiana. Era como si lloviese sobre mojado, me decía. De verdad que la entiendo; ¿quién no la entiende?; Estar mal y tener que sentir la presión de una gente que te mira esperando tu mejor sonrisa, deseosa de verte entregada, volcada con las apariencias del buen trato. ¿Quién no ha vivido algo así? Que inhumano.

Vivimos en una sociedad donde la creencia generalizada es que todo el mundo tiene que ser feliz todo el rato, o, al menos, aparentarlo. En la sociedad de las apariencias, la felicidad no se podía quedar al margen. Estar triste no está bien visto. Estar tiste, abatido, decaído, es síntoma de decadencia. No importa cuán duro haya podido ser su día, ni cual tormentosas puedan ser sus circunstancias vitales, usted entrará también en el saco del que puede y debe ser feliz todo el rato o, al menos, aparentarlo. Por eso si a usted alguien le pregunta qué tal le va, por cortesía, su respuesta deberá ser siempre un... ¡bien, gracias! O un.. ¡ahí vamos, tirando!, como mucho. Nadie indagará que se esconde detrás de esa respuesta. Es la normal, lo habitual, lo natural. Estar bien o, al menos, no estar mal, es lo adecuado, lo inherente a su condición de ser humano. Pruebe, en cambio, a responder que le va mal; las preguntas indiscretas lloverán por todos lados. A nadie le interesará saber por qué le va a usted bien, es lo común, lo habitual, pero, en cambio, todos querrán conocer los motivos por los que ha respondido usted lo contrario, por qué va a contracorriente, cómo osa mostrar su malestar en público. El mundo es un puto anuncio de compresas y todos debemos bailar al son que nos marca la sonrisa en la boca del prójimo. Todos debemos ser felices todo el tiempo o, al menos, aparentarlo. ¡Que lastre!

Reivindico desde aquí el derecho a estar triste, deprimido, a sufrir con las circunstancias y a no tener que ocultarlo acomplejado por el qué dirán, el qué pensarán. Es lo apropiado. Todos tenemos días buenos y días malos, todos pasamos por malas experiencias en la vida, todos tenemos momentos donde el estar triste no sólo es una necesidad, sino casi una obligación ¿Qué hay de malo en ello? ¿Por qué la sonrisa forzada y la carcajada gratuita de alguien que no conocemos nos deben llenar más que su sincera mirada estremecida o su cara compungida cuando ese ser está sufriendo? ¿Por qué nos atormenta tanto el sufrimiento del prójimo? ¿No es la tristeza, el sufrimiento, el malestar existencial, etc. un sentimiento tan cotidiano como la alegría o la felicidad? Me atrevería a decir que incluso más. ¿Por qué entonces huimos despavoridos del sufrimiento ajeno, y aún del nuestro propio, y vivimos forzados en todo momento a fingir una supuesta felicidad que las más de las veces no es más que mera apariencia? ¿Por qué volverle la espalda al sufrimiento?

¿Será acaso que el concepto de la felicidad que manejamos en esta sociedad enferma no es más que una idea egoísta de la misma? La felicidad del yo, el yo y después otra vez el yo, luego ya si acaso también los míos, no más. La felicidad del burro con anteojeras. La felicidad del que no ve más allá de su propio ombligo. La felicidad del burgués. La felicidad del problema concreto del tener frente al problema global del ser. La felicidad del que no ve, ni piensa, ni siente más que por sí mismo, para sí mismo. La felicidad que hace al hombre como hombre desde su propio yo, desde sí mismo, del que se mueve en un mar de apariencias donde la debilidad del sufrimiento no puede dejarse entrever de puertas para afuera. La felicidad que no se centra en el otro, en el excluido, en el que sufre, en el marginado, en el desposeído. Ellos allí, yo aquí, feliz, al menos en apariencia; no puedo ser como ellos. Es la felicidad burguesa, la felicidad del confort, la felicidad del tanto tienes, tanto vales, la felicidad de la sonrisa de marca de dentífrico y el lujo de la apariencia de cara a la galería. Que nadie airé tus miserias. Para dar pena con su sufrimiento ya están los otros, esos otros a los cuales tú no perteneces; el pobre, el marginal, el humillado, el condenado.

Decía el Che aquello de "sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario." Pero, ¿quién podría soportar tanto sufrimiento? Es mucho mejor vivir para el yo, el yo y después también el yo. Quien sufra, que sufra en silencio. Que no perturbe la paz de los cementerios en la que habitan nuestras alienadas consciencias burguesas. ¿Quién en su sano juicio podría ser feliz sabiendo que allá en el mundo, ese mundo que va más allá de tu ombligo, lo que abunda de verdad es el sufrimiento, el cruel y tormentoso sufrimiento? Es mejor no verlo, no mirarlo, no sentirlo, no palparlo, empezando para ello, como una obligación más, por uno mismo, empezando desde la negación de cara al público de su propio sufrimiento. No, yo no soy como ellos. Yo soy un ciudadano normal, con su felicidad inherente, con su sonrisa impecable, su buen trato, sus dientes blancos y brillantes que mostrar al público (aunque sean amarillos y putrefactos). El sufrimiento es eso que asociamos con lo marginal, lo excluido, lo decadente de la sociedad. Está mal visto. Ellos allí, nosotros aquí. Que sufran por nosotros, ya pasaremos por su lado con nuestra mejor sonrisa para que no queden dudas de quién está en un bando y quién en el otro.

Eso sí, tampoco ellos tienen derecho a quejarse ni a manifestar su sufrimiento. Si lo hacen serán tachados de subversivos. Peor aún, de anti-sistemas. Y quién se atreva a sufrir con ellos será tachado de algo mucho peor; de traidor a la causa burguesa. Todos sabemos que sufren pero a nadie debe importarle. También sufro yo y no por eso lo digo. No lo ves, cada día voy a mi trabajo con mi mejor sonrisa, aunque no tenga gana ni de mover un dedo, agarrotado por el sufrimiento. ¡Que no se quejen! En la sociedad de las apariencias, la felicidad no puede quedar al margen. Tampoco para ellos. Los únicos que sí pueden quedar al margen de tal sociedad son ellos mismos en cuanto tales; los excluidos, los marginados, los empobrecidos. Y cuanto más al margen, mejor. Lo perfecto sería no saber nada de ellos. Que se queden allí, lejos, con su sufrimiento. Yo estaré aquí con mi mejor sonrisa brindando por mi gran fortuna y ya de paso por su desdicha, que no es la mía. ¡Y es que esa es precisamente mi fortuna! Que su desdicha no es la mía.

Yo tengo derecho a ser feliz, más aún, todos tenemos derecho a serlo o, al menos, a aparentarlo. Esa es la norma de la felicidad burguesa imperante por doquier. Aunque, a la hora de la verdad, todos sabemos que el sufrimiento es parte inherente de la vida, que no hay nada malo en ello cuando es pasajero, que manifestarlo no ofende ni daña a nadie, mucho menos a uno mismo. En cambio, cuando tal condición de sufrimiento es perenne, ya es otro tema, mucho más serio. ¡No!, ¡No todos podemos ser felices todo el tiempo! Es algo demostrado por siglos y siglos de historia humana. Es más, algunas personas ni si quiera tienen derecho a serlo a tiempo parcial; son ellos, los excluidos, los marginados, los empobrecidos, los parias del sistema. Pero qué importa eso. En la sociedad perfecta, donde todo es perfecto, donde el hombre es libre como nunca antes en la historia, donde todos gozamos de los mismos derechos y oportunidades, la felicidad es norma generalizada. Pobre de aquel que no sea feliz en el capitalismo, con el capitalismo. Tras tu sonrisa estará tu monedero. También sus muertos, sus excluidos y sus marginados. Pero eso es mejor no verlo. Sigue sonriendo.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Tragedias con rostro vs tragedias anónimas


Dicen que las desgracias nunca vienen solas, y es verdad. Hace unos meses los ciudadanos del Estado español asistían conmocionados a un gravísimo accidente aéreo en el aeropuerto de Barajas. A los pocos días de aquello, una nueva tragedia asomaba a las puertas del Estado, aunque en este caso la conmoción de sus ciudadanos no fue para tanto. En ella, cerca de cuarenta inmigrantes perdían sus vidas a bordo de una patera cuando trataban de alcanzar las costas Malagueñas, según contaron a la policía los propios sobrevivientes de la embarcación siniestrada. Ya en aquel momento denuncié en un artículo publicado en Rebelión el doble rasero con el que los medios de comunicación estatales suelen tratar las tragedias humanas según éstas impliquen la muerte de unos u otros sujetos, según estos muertos sean de un país o de otro, según sean “españoles” o no. Ahora, por desgracia, esta actitud ha vuelto a quedar de manifiesto.

El pasado 14 de febrero nuevamente la población española se conmocionaba al conocerse la noticia de la muerte de la joven Marta del Castillo a manos de su ex-pareja. Nuevamente los medios de comunicación corrieron raudos a cubrir la noticia con todo tipo de lujos y detalles. Nuevamente los programas especiales, las portadas a toda página, los análisis y debates del suceso, volvían a cubrir horas y horas de información en todos los medios existentes, especialmente en la siempre dispuesta televisión. Nuevamente desde todos los rincones del Estado se hacían llegar condolencias a los familiares de la víctima. Nuevamente políticos y otros representantes públicos se solidarizaban con la familia de la afectada por el trágico acontecimiento. A día de hoy, casi dos semanas después de aquello, la búsqueda del cuerpo y todo lo concerniente a la investigación policial del asesinato sigue acaparando gran cantidad de espacio y tiempo en los medios de comunicación, especialmente en Andalucía, donde la televisión pública se está volcando día a día con todo cuanto tenga que ver con lo acontecido en el trágico suceso. Muy respetable todo, exceptuando, claro está, los programas que solo buscan carnaza y hacen de la tragedia un arma potencial no para dar información sino para aumentar sus índices de audiencia. No seré yo quien demuestre la más mínima indiferencia ante el cruel asesinato de esta chica, y menos al tratarse de un tema tan repugnante y vomitivo como es la violencia de género, una de las peores lacras que a día de hoy siguen asolando nuestra enferma sociedad.

Ahora bien, a diferencia de lo que parece ser la norma entre la inmensa mayoría de todos esos que sienten tanta pena, tristeza y desolación cuando se enteran de acontecimientos de esta calaña, que tanta capacidad de empatía demuestran con los familiares de la víctima, que llegan incluso a movilizarse para pedir la reinstauración de la cadena perpetua (como si alguna vez hubiera dejado de existir en España) y que gritan y claman desfondados contra la sangre fría del asesino, la lógica tristeza e irritación que me pueda producir este asesinato, no me cerrará los ojos ni me tapará la boca para seguir denunciando la hipocresía, la doble moral y el vergonzoso comportamiento que siguen demostrando los medios de comunicación, así como muchos de esos mismos ciudadanos que tanto se indignan y estremecen de puertas para afuera con estos hechos trágicos, según los muertos de los que estemos hablando, y en según qué tragedias, sean de una nacionalidad o de otra, mueran de una forma o de otra.

Digo esto porque, al igual que ocurriese cuando los acontecimientos de Barajas, tan sólo dos días después de conocerse oficialmente la muerte de Marta, otra tragedia de envergadura asomaba hasta las puertas de nuestros medios de comunicación: veintiuna personas morían a bordo de una patera que trataba de alcanzar la costa de Lanzarote, al menos quince de ellas niños de edades comprendidas entre los siete y los diecisiete años. Las imágenes que pudieron ser captadas del suceso eran verdaderamente escalofriantes, o al menos eso fue lo que me pareció a mí cuando desde la pantalla de mi televisor observaba como los cuerpos sin vida de los niños eran rescatados por las patrulleras de la Guardia Civil Española. Tremendo e impactante. Sin embargo, toda la cobertura mediática del acontecimiento se quedó nuevamente en eso: unas imágenes en los telediarios del día, algunas noticias en la prensa de esa jornada y de la siguiente, y su correspondiente difusión en los boletines informativos de las emisoras de radio también de ese mismo día. Nada más. Ni programas especiales, ni análisis, ni debates. Ni cobertura continuada de los hechos en los días sucesivos (¿habrán enterrado ya los cuerpos de los muertos? No podemos saberlo…), ni políticos dando sus condolencias a los familiares de los afectados, ni manifestaciones espontaneas de solidaridad generalizada de la población, ni nada de nada. La muerte de veintiuna personas en el mar a causa de la injusticia, entre ellas quince niños, parece no importarle a nadie, máxime si las comparamos (odiosas comparaciones) con la muerte, también a manos de la injusticia, de una adolescente estatal. Todas las lágrimas de los sufridos ciudadanos del Estado español parecieran haberse gastado llorando por la muerte de Marta. Todas las fuerzas para reclamar justicia en nombre de los muertos pareciesen haberse agotado gritando contra el asesino de Marta y sus cómplices. Lo que para Marta y sus familiares era todo llanto, rabia, dolor, solidaridad y condolencias, para los fallecidos en el mar era todo indiferencia, cruel indiferencia.

Claro, que el asesino de Marta tiene nombre y apellidos. Hemos podido ver su rostro y el de sus cómplices hasta la saciedad. Sabemos que tiene un DNI, una historia, un pasado, que está detenido, que tiene una mente fría y calculadora al punto de aguantar varias semanas sin confesar su crimen ante la policía, que la policía española tiene pruebas suficientes como para que no queden dudas de su autoría. También sabemos que será juzgado y probablemente condenado, de ahí que algunos aprovechen el dolor de una familia y sus legítimas pretensiones (como padres que son) para pedir que se endurezcan las penas, que se vuelva a reinstaurar la cadena perpetua, incluso la pena de muerte. Igual pasa con sus cómplices. En cambio, el asesino de los veintiún inmigrantes es mucho más confuso. No tiene DNI, no tiene nombre ni apellidos, no tiene un rostro definido. Lo tenemos tan cerca que no lo vemos, mejor dicho, que no lo queremos ver.

Aunque lo que sí tiene ese asesino es una historia y un pasado; una historia y un pasado con muchos antecedentes penales y mucha sangre derramada. Una historia y un pasado propios del más cruel asesino jamás existido en la historia de la humanidad. Porque el asesino de esa pobre gente no es otro que el Capitalismo. Sí, el Capitalismo. Ese sistema esclavista que condena a la inmensa mayoría de los pueblos del mundo a vivir en la miseria y que obliga a sus ciudadanos a tener que salir de sus países de origen a riesgo de sus propias vidas en las condiciones de seguridad más frágiles. Ese sistema que regula sus necesidades económicas según los recursos que puede expropiar a los pueblos empobrecidos y que a través de ello convierte a los seres humanos en ilegales, que convierte a los nativos de los pueblos empobrecidos en simple mano de obra a la que a veces interesa dejar una puerta abierta y otras veces no. Ese sistema que levanta muros para no permitir la entrada de los empobrecidos pero que, una vez los tiene dentro, aprovecha para explotarlos de la manera más vil siempre que le sean útiles o los persigue cual delincuentes cuando no sea el caso. Ese sistema donde unos pocos Estados lo tienen todo y donde los otros muchos Estados se tienen que conformar con no tener nada. Ese sistema que expolia a los pueblos empobrecidos y deja sin perspectivas de futuro a sus habitantes, obligados con ello a salir sí o sí de su país a la mínima que puedan. Ese sistema, en definitiva, en el que sólo unos pocos se benefician realmente pero del que todos somos cómplices, por activa o por pasiva, en eso que llaman Occidente. Es por eso que no interesa buscar culpables ni poner un nombre al asesino de esos pobres niños que viajaban en esa maltrecha patera, porque si lo hiciésemos descubriríamos con horror que los culpables somos nosotros mismos, porque el nombre común y sin rostro de ese cruel asesino sin escrúpulos se podrían llamar genéricamente Capitalismo, pero el de sus cómplices necesarios lleva el nombre y apellidos de cada uno de nosotros. ¡Que horror!

Y por eso es también que los medios de comunicación pasan de puntillas por la noticia, como si tal cosa fuese algo más de la cotidianeidad de cada día, como si no mereciese una especial cobertura ni un despliegue mediático fundamentado en análisis e investigaciones científicas algunas. Porque detrás de ese análisis y de esa cobertura se destaparía, como digo, la culpabilidad de cada uno de nosotros, y en especial la culpabilidad de ese sistema asesino que con tanto ímpetu nos envuelve por todos lados y del que con tanto agrado “disfrutamos”. No, no verán ustedes a los medios de comunicación entrar en esas lides. Es normal. Los medios de comunicación están al servicio de la causa. Si todos somos cómplices de estas muertes, ellos lo son en mucho mayor grado que la mayoría de la ciudadanía, lo cual no exculpa de responsabilidad a ésta. Por eso tampoco verán reacciones masivas de la ciudadanía para decir ¡basta ya! No habrá indignación generalizada ni búsqueda incesante de culpables. No se pedirá que se haga justicia con la memoria de los muertos ni con la dignidad de sus familiares. Ni siquiera habrá un clamor popular para pedir que se ponga nombre y apellido a los muertos. No tienen nombre, ni deben tenerlo. Son muertos anónimos de tragedias anónimas, despersonalizadas, deshumanizadas.

Ellos son sólo inmigrantes; inmigrantes ilegales para más inri. Esos mismos inmigrantes ilegales que vienen a quitarnos el trabajo y que, según apuntan en las últimas fechas todas las encuestas sociológicas, no podemos permitir que entren más, porque no caben. Esos mismos inmigrantes que ahora, con la crisis, debemos expulsar del Estado aunque sea a base de crear cuotas policiales de mínimos para su detención y posterior expulsión. Esos mismos que durante años trabajaron en las obras de esos edificios en los que ahora tenemos nuestros pisos, que cuidaron de nuestros mayores y nuestros hijos, que recogieron los frutos de nuestros campos, esos mismos que precisamente por su misma condición de ilegales hacían todo esto por una miseria de salario y sin cobertura legal de ningún tipo. Esos mismos que ahora sobran porque, ya se sabe, los españoles primero.

Lo triste es que parece que los españoles van primero también para llorar sus muertes y para sentir empatía con sus tragedias, como queda una vez más de manifiesto. Cada tragedia de un ciudadano del Estado Español tiene rostro, tiene nombre y apellidos. Nadie llora por un anónimo. Por eso, si esos muertos llegados por mar además de extranjeros e ilegales son anónimos, sin nombre, sin rostro, pues mucho mejor para todos. Lo contrario tal vez sí pudiera resultar demasiado duro para nuestras consciencias. O imagínese usted qué pasaría si cada pocos días, varias veces al mes, usted tuviera que hacer frente mientras come a una tragedia con rostro, con nombres, con apellidos, una tragedia, por ejemplo, como la que fue en su momento la de Barajas o en estos días la de Marta del Castillo, una tragedia en la cual, además, tiene usted parte de culpa por no hacer nada por acabar con el asesino, más aun, por ser su cómplice necesario al defenderlo desde su conformidad. Sería, para entendernos, como esos amigos del asesino de Marta que sabiendo que la había matado él no fueron capaces de denunciarlo para que se hiciera justicia con él. Igual, igual. El que calla ante un asesinato, el que, por activa o por pasiva encubre a un asesino, también mata.

La ilusión de la libertad en el consumismo-capitalismo


“Aquellos que manipulan el mecanismo oculto de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder que gobierna nuestro país. Somos gobernados, nuestras mentes moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas mayormente por hombres de los que nunca hemos oído hablar. Esto es un resultado lógico de la manera en que está organizada nuestra sociedad democrática. Grandes números de seres humanos deben cooperar de esta forma si quieren vivir juntos como una sociedad que funcione con fluídez. En casi cualquier acto de nuestras vidas, sea en la esfera de la política o de los negocios o en nuestra conducta social o en nuestro pensamiento ético, estamos dominados por un número relativamente pequeño de personas que entienden los procesos mentales y los patrones sociales de las masas. Son ellos quienes manejan los hilos que controlan la opinión pública" . (1)

I

Ya desde los orígenes mismos de la modernidad la búsqueda de la libertad se constituyó, junto con la razón, como el motor fundamental para los cambios políticos, económicos, sociales e individuales que estaban por venir tras la caída del viejo paradigma cristiano, tras la decadencia del Dios cristiano como eje central del funcionamiento político y económico de la sociedad. Los intelectuales revolucionarios de esta época confiaban plenamente en el uso de la sagrada razón, un camino por el cual el hombre debía conducirse hacia su completa emancipación, librándose con ello de todo tipo de tiranía política, económica, moral o espiritual. ¡Igualdad, libertad y fraternidad!, nos proclamaban a los cuatro vientos los cabecillas ilustrados de la revolución francesa.

La libertad individual, piedra angular de los valores liberales e ilustrados, debía conquistar lo antes posible su verdadero sentido como autonomía moral. Este hecho presuponía que cada persona debía tener su parte de responsabilidad en el ejercicio de la convivencia más allá del peso colectivo de la historia, por ello la libertad individual era absolutamente necesaria en el proceso de cambio que se estaba dando y que debía conducir al hombre en su trayecto desde las cadenas de la irracionalidad religiosa a la emancipación verdadera de la sociedad liberal ilustrada. La libertad guiando al pueblo de E. Delacroix (1830) se convierte en todo un símbolo de los valores ilustrados y modernos que recorrían la Europa de las postrimerías de la revolución francesa, valores que una y otra vez tratan de levantar su voz frente a la tiranía de los monarcas autoritarios y sus obsoletos valores religiosos esclavizadores, que no sólo sometían la libertad del pueblo, si no que atentaban contra la propia autonomía moral del individuo.

Libertad, se busca a toda costa la libertad. Libertad política, libertad económica, libertad social, libertad de prensa, de asociación y de culto, libertad moral y libertad de expresión, libertad de acto y de palabra. El hombre es un ser que nace libre y debe morir igualmente libre, sin estar sometido bajo la bota de ningún poder esclavizador. Lucha por el reconocimiento y búsqueda de la libertad se convierten ahora en una misma e inseparable cosa. De este modo, el proyecto Ilustrado es esencialmente un proyecto de búsqueda de autonomía, de libertad; de libertad de pensamiento frente a la autoridad, la religión o la tradición, de libertad moral y de libertad política. Como dijo Kant, la Ilustración es el paso a la mayoría de edad y se resume en el lema “atrévete a pensar”.

La ilustración debía avanzar hacia una sociedad ordenada desde la ciencia, la libertad y la igualdad, sea cual fuere el modelo político, económico o social que se planteara para ello. Por eso muchos autores han visto por igual en el liberalismo, el marxismo o el socialismo libertario sistemas políticos e ideológicos de connotaciones ilustradas. Se suponía que en el uso público de la razón, la luz de los hombres se expandiría hasta alcanzar a todos. La ilustración confiaba en el público y en el público cabe el pueblo entero y cada uno de sus individuos por separado, fueran de la clase social que fuesen. Ante la libertad, no debían existir diferencias para los hombres, pobres o ricos, explotadores o explotados. El optimismo de la ilustración, su fe más profunda, reside en que el hombre sólo puede ser feliz siendo libre entre los hombres. Así, el chispazo de la libertad acabaría generándose en cada hombre, tan solo con ser capaces de abrir el espacio público y privado donde el hombre pudiera intervenir directamente con su acción. La revolución liberal haría libre al hombre.

II

El optimismo de los ilustrados frente a las posibilidades de la razón y la libertad no tenía límites. La libertad se convierte por ello, junto a la razón, en una idea de carácter sagrado, que sobrevuela el cielo y cimenta los suelos de todo proyecto ilustrado, y que además es lo suficientemente poderosa en sí misma como para garantizar la adhesión emocional de las masas para con los proyectos de este tipo planteados. Pero, a pesar de tal poder de movilización, pronto se acabaría con el sueño ilustrado de ver en la razón y la libertad una combinación de elementos todopoderosos. Fue Sigmund Freud quien más duro golpeó sobre el caparazón sagrado de la libertad y la razón (otros autores posteriores, como Erich Fromm, acabarían por derrumbar tal sueño por completo). Con Freud y sus aportaciones teóricas el hombre pasó de nuevo a ser esclavo, dejó de ser libre de una tacada, pasó nuevamente a estar sometido; sometido, ni más ni menos, que por su propia naturaleza .

Con el psicoanálisis el hombre pasó de nuevo de ser un ser libre, a estar otra vez atado; atado por una lucha de fuerzas internas difícilmente controlables por vía de la racionalidad, una racionalidad a la cual someten y sojuzgan a su antojo tales fuerzas de carácter interior. La libertad plena del hombre se convierte así en una ficción. El hombre ya no sólo no es libre ante el mundo, la sociedad y sus instituciones, sino que ni tan si quiera es libre ante sí mismo . Oscuras fuerzas inconscientes gobiernan y determinan la formación de nuestra personalidad y el desarrollo de nuestra conducta, tanto o más que la voluntad libre y consciente. Aspiraciones, deseos, necesidades, pulsiones, pasiones y otros elementos reprimidos por la cultura y la voluntad, encuentran su acomodo en un oscuro lugar de nuestra mente, desde donde jamás dejarán de actuar, buscando siempre la manera de ser satisfechos convenientemente. El ser humano ya no se puede entender únicamente como un ser racional, los instintos ocupan y juegan un lugar preponderante, pues ellos conforman mecanismos que ponen en entredicho la racionalidad. De la misma manera, el ser humano ya no puede ser visto como un verdadero ser libre, pues existen fuerzas que están fuera del alcance de su control que condicionan convenientemente su conducta. El ser humano tiene capacidad racional y libre para tomar decisiones de propia voluntad, sí, esto es cierto como creían los ilustrados, pero no por ello deja de ser esclavo de sí mismo, esclavo de las órdenes no controlables de su propio incosciente.

III

Ahora, conocido esto por el hombre, la lucha por la emancipación ya no es sólo una lucha contra las fuerzas externas, sino también contra las propias fuerzas internas esclavizadoras. Es por ello que el psicoanálisis es presentado también como un método que se propone, a la larga, que el ser humano sea más libre. El psicoanálisis quiere contribuir a hacer visible lo que se encuentra reprimido para que esas pulsiones no gobiernen al yo de modo inconsciente, sino para que sean gobernadas de manera consciente por un yo adulto. La tarea del psicoanálisis es reincorporar esas pulsiones conflictivas. De nuestra capacidad para re-elaborar el contenido inconsciente dependerá nuestro crecimiento a una condición de adulto, en mayor libertad. Sin embargo, para nuestra desgracia, poco tardó en descubrirse que estos descubrimientos absolutamente revolucionarios y anti-ilustrados de Freud, en principio con aspiraciones liberadoras, podían ser también perfectamente usados para, sin tener que abandonar la apariencia de una sociedad y un sistema social, político y económico concienciado con la búsqueda de la libertad, profundizar en el proceso de sometimiento, esclavitud y alienación de las conciencias de los individuos de esa sociedad, algo que tan necesario se hace para la consolidación de un nuevo paradigma sacro-religioso que garantice la conservación y desarrollo de los privilegios propios de una clase dominante en el marco de un sistema socio-económico-político determinado.

Fue un sobrino estadounidense del propio Freud, Edward Bernays , el primero en percatarse del incalculable potencial que las teorías de su tío ofrecían al capitalismo y su visión del mundo, de la economía y del papel que el individuo debe jugar en la nueva sociedad consumista-capitalista que estaba emergiendo(2). El razonamiento propuesto por este hombre, aunque con efectos devastadores para la libertad humana, fue sencillo: si es verdad eso de que el hombre está sometido por una serie de fuerzas, pulsiones, deseos y necesidades inconscientes que ni si quiera él mismo conoce, y que operando desde un oscuro lugar de la mente tienen capacidad para influir en la conducta del hombre, también lo será que, manipulando convenientemente estas pulsiones, deseos y necesidades ocultas, quien sea capaz de realizar tal manipulación será capaz también de influir directamente, sin que ellos lo sepan, en la conducta, el pensamiento y el comportamiento de estos sujetos, y todo ello, además, mientras que por la vía de los mecanismos conscientes habituales se les está diciendo que se hace justamente lo contrario .

Así, mientras oficialmente te pueden estar diciendo que se lucha por tu libertad, inconscientemente te someten y te esclavizan para que sientas, pienses y actúes de la manera que a los detentadores del poder social les parezca más oportuna. De esta forma, haciendo uso de esta estrategia verdaderamente siniestra, las clases dominantes podían seguir haciendo uso, a través de las percepciones conscientes del sujeto, del discurso ilustrado que busca la libertad y la emancipación del hombre, mientras que a nivel inconsciente se le manipula, se le guía y se le orienta convenientemente para que se mantenga sumiso y alienado a los valores propios del sistema, tanto para la adquisición de productos en el mercado (publicidad), como para su adhesión emocional e irracional con el modo de vida y los intereses propios de éste y de las clases dominantes que controlan su funcionamiento (propaganda). Publicidad y propaganda pasan a ser así una misma cosa, sin distinción entre ellas. La publicidad ya no se limita sólo a la venta de un producto, sino que a su vez te inculca también un modo de vida, un sistema de valores y un código cultural de comportamiento social y político, previamente establecido y demostrado como eficaz y eficiente tanto para el correcto funcionamiento del sistema económico vigente, como para el mantenimiento del status quo y los privilegios de las clases dominantes (3) .

En su ensayo “Propaganda”, el propio Edward Bernays reconoce que ha tomado las ideas de su famoso tío para aplicarlas a la naciente ciencia de la persuasión de masas. La única diferencia consistía, como hemos dicho, en que en lugar de usar estos principios para descubrir temas ocultos en el inconsciente humano y tratar de llevarlos de vuelta al campo de la consciencia, como lo hace la psicología freudiana, Bernays usó estas mismas ideas para disfrazar agendas y para crear ilusiones que engañan y distorsionan las cosas, con fines de marketing primero, y de orientación y manipulación política y existencial después. El propio Josef Goebbels, ministro de la propaganda de Hitler, se cree que estudió de cerca los principios de Bernays cuando estaba desarrollando la popular lógica que utilizaría después para convencer a los alemanes de las “ bondades ” del régimen nazi. Además, estos primeros manipuladores de masas se presentaban a sí mismos como realizadores de un servicio moral para la humanidad en general. La libertad, según ellos, era demasiado pesada para la gente, por ello las masas necesitaban que les dijeran que pensar, pues en su absoluta fragilidad mental eran incapaces de pensar racionalmente por sí solos.

Así, podemos decir, sin miedo a equivocarnos, el consumismo-capitalismo había logrado encontrar la cuadratura del círculo: A través del psicoanálisis y sus planteamientos teóricos las clases dominantes podían seguir defendiendo un discurso libertario y emancipador, de acuerdo a las exigencias conscientes de las masas según el espíritu ilustrado propio de la época, mientras de manera oculta podrían operar con todo un mecanismo psicológico de sumisión y alienación de la consciencia de éstas a través del estudio, control y manipulación de sus ideas, pulsiones, deseos y necesidades inconscientes .

Esto es: por un lado, las clases dominantes podían continuar con su discurso ilustrado de búsqueda de libertad sin límites para cada miembro de la sociedad, un discurso que las masas recibirían a través de sus mecanismos perceptivos e intelectuales conscientes y que conecta de manera directa con sus demandas más profundas según el espíritu propio de la época (una época donde la búsqueda de libertad es en sí misma un motor social y político), mientras que por el otro se les manipulaba inconscientemente de tal manera que se convierte a los individuos en simples emisores pasivos de un modo de vida y unas orientaciones políticas e ideológicas previamente determinadas. Un plan, hemos de decirlo, absolutamente brillante y que sigue teniendo plena vigencia –y cada vez con más éxito- en la actualidad.

IV

Así, la mayoría de la gente en la actual sociedad consumista-capitalista (y sus valores subyacentes) cree saciadas sus históricas aspiraciones de libertad y reconocimiento, aunque en nombre de esa supuesta libertad (secuestrada por el sistema) no sólo se cometan todo tipo de arbitrariedades y barbaridades, sino que se sigue esclavizando, sometiendo, guiando y alienando la voluntad emancipadora de las masas . Un plan, como decimos, realmente brillante y efectivo, tal vez el más brillante de cuantos se haya podido urdir nunca antes en la historia para tal efecto de manipulación y control de masas. En otras palabras, como bien afirma Alfonso López Quintás (4) “En nuestra actual sociedad todo parece emprenderse y realizarse en virtud del ideal de libertad. Se defiende como algo consabido, no sometible a matización alguna, y mucho menos a crítica o a recorte, el derecho absoluto a la libertad de expresión. En virtud de tal libertad, se practican toda suerte de manipulaciones y apenas hay quien delate el peligro de que tal actividad quebrante la libertad real de la mayoría de las personas y grupos que integran el pueblo al que se dice servir. Se reclama como un derecho inalienable de toda persona la libertad para hacer toda clase de manifestaciones propagandísticas, pero se silencia el hecho nada baladí de que tal libertad sólo la poseen en realidad unos pocos privilegiados merced a su poder económico. Tropezamos aquí con una gran trampa en la que estamos llamados a caer de bruces si aceptamos ciertos planteamientos que hoy se dan por incuestionables en nuestra sociedad ”.

Y no podría estar más de acuerdo con esta cita, especialmente con esa última frase que cierra la intervención: ―” Tropezamos aquí con una gran trampa en la que estamos llamados a caer de bruces si aceptamos ciertos planteamientos que hoy se dan por incuestionables en nuestra sociedad ” ―. La sacralización que las clases dominantes han hecho de la libertad a través de su vinculación con las estructuras simbólico-sagradas de la sociedad, así como el secuestro que de tal término han llevado a cabo, conduce al sujeto a vivir bajo la creencia de que con la defensa del consumismo-capitalismo como modelo hegemónico de sociedad, se está haciendo en sí misma una defensa de la libertad, aun cuando la realidad, bien analizada, nos dice todo lo contrario.

No sólo no vivimos en una sociedad donde la búsqueda de la libertad humana ocupe un espacio primordial entre los objetivos buscados por las clases dominantes que la dirigen y controlan (demasiado preocupados ya, como para pararse a esto, en buscar la defensa de sus intereses, el mantenimiento de sus privilegios y la maximización de su poder y sus beneficios políticos y, sobre todo, económicos), sino que además vivimos manipulados constantemente por una serie de ideas y conceptos que han sido sacralizados como absolutos e incuestionables, y que penetran por vía consciente e inconsciente hasta en lo más profundo de nuestras vidas. Educados para defender unos intereses que no son los nuestros, adiestrados para hacer nuestros los objetivos de un sistema que nos explota, somos sistemáticamente humillados y no queremos darnos cuenta.

Vivimos pues, según se desprende de todo esto, no en el reino de la libertad, no en el paraíso de la emancipación, sino, más bien, en una desconcertante idealización consciente de la libertad que nos dirige de lleno a un riguroso estado de necesidad y desconsuelo inconsciente, que se revela, como en todo otro periodo pasado de carácter religioso y dominado por una élite explotadora, opuesto a la libertad, es decir, antagónico a la lucha histórica del hombre por avanzar en la búsqueda de la auténtica y genuina libertad, que no es otra que la libertad de ser y pensar por uno mismo, para uno mismo y para los demás (5) .

Notas:

1) Edward Bernays. " Propaganda ". 1928. Pueden encontrarlo aquí (en Inglés):

http://militant.org/files/propaganda.pdf

2) Se recomienda ver el documental de la BBC " El siglo del individualismo ", donde el propio sobrino de Freud, Edward Bernays, explica cómo se logró identificar la democracia con el consumo, y cómo el sistema capitalista y las grandes corporaciones controlan la mente de las masas con la manipulación de los instintos. Pueden encontrarlo aquí:

http://www.tu.tv/videos/el-siglo-del-individualismo

3) Para entender mejor el modo en como la publicidad se orienta a la búsqueda y fomento de las necesidades y pulsiones inconscientes del sujeto puede consultarse el libro de V. Packard, “ las formas ocultas de la propaganda ”, Editorial sudamericana, Buenos Aires, 1964

4) Alfonso López Quintás. " La revolución oculta ". PPC, Madrid, 1998, Pag. 16

5) En la siguiente animación-flash se puede ver una interesante reflexión diseñada por la " Sociedad Internacional de las libertades individuales " (ISIL, por su siglas en Inglés), acerca de cual pudiera ser una buena base para la creación de esta sociedad verdaderamente libre:

http://www.isil.org/resources/introduction-spanish.swf