martes, 30 de diciembre de 2008
Escudos humanos
En el momento en que escribo esta columna, he de suponer que, por tercer día consecutivo, las bombas siguen cayendo sobre la franja de Gaza (y algunas pocas sobre los territorios fronterizos con Israel). Según el último parte, vamos ya por casi cuatrocientos muertos y cerca de mil heridos palestinos, por dos muertos y unas pocas decenas de heridos en el bando Israelí. Por si no fuese bastante, los principales dirigentes judíos ya han anunciado que la ofensiva será larga, que el “daño al enemigo” no ha hecho más que comenzar. Además de los bombardeos aéreos, miles de soldados hebreos esperan la orden oportuna para iniciar una invasión terrestre, en lo que pretende ser un sucedáneo de lo acontecido en el Líbano durante el verano de 2006.
Entre tanto, la reacciones a los ataques se han ido sucediendo una tras otra en el mundo occidental. Desde los EEUU a Australia, pasando por cualquiera de los países europeos, los principales líderes políticos han emitido sus opiniones al respecto, todas ellas determinadas por un denominador común: Hamas es responsable de la ruptura de la tregua y, por tanto, responsable de todo cuanto pueda acontecer en la guerra. Israel simplemente se estaría limitando a hacer uso de su derecho a la legítima defensa, aunque lo esté haciendo de manera desproporcionada.
Curiosamente ninguno de estos líderes occidentales ha mencionado palabra alguna en relación a la ocupación que por tantos años ya vienen soportando los palestinos en su propia tierra. Esto no daría derecho a legítima defensa alguna para los invadidos. Tampoco se les ha oído hablar del inhumano bloqueo económico con el que Israel ha sometido a los habitantes de la franja en todo momento durante la tregua, sin bajar con ella un ápice su intensidad. Que los ciudadanos de Gaza hayan tenido que malvivir sin luz, sin medicinas, sin apenas agua y sin acceso a la ayuda internacional, tampoco daría ningún derecho para responder a estas práctica en virtud de una legítima defensa. Los palestinos deben soportar las humillaciones israelitas como buenos samaritanos e incluso poniendo la otra mejilla, mientras Israel tiene todo el derecho a aplicar su ley del Talión (multiplicada por mucho) ante cualquier mínimo atisbo de ataque palestino. Como se ve, el tema religioso está perfectamente definido en la contienda.
Que en aplicación de este sagrado derecho israelí a la legítima defensa se puedan ocasionar muertes entre los civiles palestinos, no es más que la consecuencia del uso que los milicianos de Hamas hacen de su propia población civil como si de escudos humanos se tratasen. Ayer conocíamos la noticia de que cinco hermanas (de entre 1 y 17 años) habían muerto a consecuencia de las bombas mientras se encontraban en el interior de su propia casa. Hemos de suponer que, en el momento de sus muertes, detrás de cada de una de ellas había un terrorista, aunque los cuerpos de las muchachas hayan sido encontrados sin rastro de ellos en medio de los escombros. Visto así, como escudos humanos los niños palestinos no tienen precio, podrían estar perfectamente a la altura del mejor antibalas del mundo. No sólo paran las bombas, sino que además consiguen que éstas no causen daño alguno en sus protegidos, ni aun cayéndoseles la casa encima.
La verdad, escudos humanos no sé si habrá en Palestina, pero corazones de hierro, a prueba de toda bala, de toda bomba, fríos y duros como el acero, sin sentimientos ni remordimientos de ningún tipo, sin calidad humana alguna, sin decencia ni compasión, desde luego que abundan en los palacios presidenciales de occidente. Si diéramos a cada miliciano de Hamas uno de estos corazones como escudo, serían invencibles.
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