miércoles, 25 de febrero de 2009
Tragedias con rostro vs tragedias anónimas
Dicen que las desgracias nunca vienen solas, y es verdad. Hace unos meses los ciudadanos del Estado español asistían conmocionados a un gravísimo accidente aéreo en el aeropuerto de Barajas. A los pocos días de aquello, una nueva tragedia asomaba a las puertas del Estado, aunque en este caso la conmoción de sus ciudadanos no fue para tanto. En ella, cerca de cuarenta inmigrantes perdían sus vidas a bordo de una patera cuando trataban de alcanzar las costas Malagueñas, según contaron a la policía los propios sobrevivientes de la embarcación siniestrada. Ya en aquel momento denuncié en un artículo publicado en Rebelión el doble rasero con el que los medios de comunicación estatales suelen tratar las tragedias humanas según éstas impliquen la muerte de unos u otros sujetos, según estos muertos sean de un país o de otro, según sean “españoles” o no. Ahora, por desgracia, esta actitud ha vuelto a quedar de manifiesto.
El pasado 14 de febrero nuevamente la población española se conmocionaba al conocerse la noticia de la muerte de la joven Marta del Castillo a manos de su ex-pareja. Nuevamente los medios de comunicación corrieron raudos a cubrir la noticia con todo tipo de lujos y detalles. Nuevamente los programas especiales, las portadas a toda página, los análisis y debates del suceso, volvían a cubrir horas y horas de información en todos los medios existentes, especialmente en la siempre dispuesta televisión. Nuevamente desde todos los rincones del Estado se hacían llegar condolencias a los familiares de la víctima. Nuevamente políticos y otros representantes públicos se solidarizaban con la familia de la afectada por el trágico acontecimiento. A día de hoy, casi dos semanas después de aquello, la búsqueda del cuerpo y todo lo concerniente a la investigación policial del asesinato sigue acaparando gran cantidad de espacio y tiempo en los medios de comunicación, especialmente en Andalucía, donde la televisión pública se está volcando día a día con todo cuanto tenga que ver con lo acontecido en el trágico suceso. Muy respetable todo, exceptuando, claro está, los programas que solo buscan carnaza y hacen de la tragedia un arma potencial no para dar información sino para aumentar sus índices de audiencia. No seré yo quien demuestre la más mínima indiferencia ante el cruel asesinato de esta chica, y menos al tratarse de un tema tan repugnante y vomitivo como es la violencia de género, una de las peores lacras que a día de hoy siguen asolando nuestra enferma sociedad.
Ahora bien, a diferencia de lo que parece ser la norma entre la inmensa mayoría de todos esos que sienten tanta pena, tristeza y desolación cuando se enteran de acontecimientos de esta calaña, que tanta capacidad de empatía demuestran con los familiares de la víctima, que llegan incluso a movilizarse para pedir la reinstauración de la cadena perpetua (como si alguna vez hubiera dejado de existir en España) y que gritan y claman desfondados contra la sangre fría del asesino, la lógica tristeza e irritación que me pueda producir este asesinato, no me cerrará los ojos ni me tapará la boca para seguir denunciando la hipocresía, la doble moral y el vergonzoso comportamiento que siguen demostrando los medios de comunicación, así como muchos de esos mismos ciudadanos que tanto se indignan y estremecen de puertas para afuera con estos hechos trágicos, según los muertos de los que estemos hablando, y en según qué tragedias, sean de una nacionalidad o de otra, mueran de una forma o de otra.
Digo esto porque, al igual que ocurriese cuando los acontecimientos de Barajas, tan sólo dos días después de conocerse oficialmente la muerte de Marta, otra tragedia de envergadura asomaba hasta las puertas de nuestros medios de comunicación: veintiuna personas morían a bordo de una patera que trataba de alcanzar la costa de Lanzarote, al menos quince de ellas niños de edades comprendidas entre los siete y los diecisiete años. Las imágenes que pudieron ser captadas del suceso eran verdaderamente escalofriantes, o al menos eso fue lo que me pareció a mí cuando desde la pantalla de mi televisor observaba como los cuerpos sin vida de los niños eran rescatados por las patrulleras de la Guardia Civil Española. Tremendo e impactante. Sin embargo, toda la cobertura mediática del acontecimiento se quedó nuevamente en eso: unas imágenes en los telediarios del día, algunas noticias en la prensa de esa jornada y de la siguiente, y su correspondiente difusión en los boletines informativos de las emisoras de radio también de ese mismo día. Nada más. Ni programas especiales, ni análisis, ni debates. Ni cobertura continuada de los hechos en los días sucesivos (¿habrán enterrado ya los cuerpos de los muertos? No podemos saberlo…), ni políticos dando sus condolencias a los familiares de los afectados, ni manifestaciones espontaneas de solidaridad generalizada de la población, ni nada de nada. La muerte de veintiuna personas en el mar a causa de la injusticia, entre ellas quince niños, parece no importarle a nadie, máxime si las comparamos (odiosas comparaciones) con la muerte, también a manos de la injusticia, de una adolescente estatal. Todas las lágrimas de los sufridos ciudadanos del Estado español parecieran haberse gastado llorando por la muerte de Marta. Todas las fuerzas para reclamar justicia en nombre de los muertos pareciesen haberse agotado gritando contra el asesino de Marta y sus cómplices. Lo que para Marta y sus familiares era todo llanto, rabia, dolor, solidaridad y condolencias, para los fallecidos en el mar era todo indiferencia, cruel indiferencia.
Claro, que el asesino de Marta tiene nombre y apellidos. Hemos podido ver su rostro y el de sus cómplices hasta la saciedad. Sabemos que tiene un DNI, una historia, un pasado, que está detenido, que tiene una mente fría y calculadora al punto de aguantar varias semanas sin confesar su crimen ante la policía, que la policía española tiene pruebas suficientes como para que no queden dudas de su autoría. También sabemos que será juzgado y probablemente condenado, de ahí que algunos aprovechen el dolor de una familia y sus legítimas pretensiones (como padres que son) para pedir que se endurezcan las penas, que se vuelva a reinstaurar la cadena perpetua, incluso la pena de muerte. Igual pasa con sus cómplices. En cambio, el asesino de los veintiún inmigrantes es mucho más confuso. No tiene DNI, no tiene nombre ni apellidos, no tiene un rostro definido. Lo tenemos tan cerca que no lo vemos, mejor dicho, que no lo queremos ver.
Aunque lo que sí tiene ese asesino es una historia y un pasado; una historia y un pasado con muchos antecedentes penales y mucha sangre derramada. Una historia y un pasado propios del más cruel asesino jamás existido en la historia de la humanidad. Porque el asesino de esa pobre gente no es otro que el Capitalismo. Sí, el Capitalismo. Ese sistema esclavista que condena a la inmensa mayoría de los pueblos del mundo a vivir en la miseria y que obliga a sus ciudadanos a tener que salir de sus países de origen a riesgo de sus propias vidas en las condiciones de seguridad más frágiles. Ese sistema que regula sus necesidades económicas según los recursos que puede expropiar a los pueblos empobrecidos y que a través de ello convierte a los seres humanos en ilegales, que convierte a los nativos de los pueblos empobrecidos en simple mano de obra a la que a veces interesa dejar una puerta abierta y otras veces no. Ese sistema que levanta muros para no permitir la entrada de los empobrecidos pero que, una vez los tiene dentro, aprovecha para explotarlos de la manera más vil siempre que le sean útiles o los persigue cual delincuentes cuando no sea el caso. Ese sistema donde unos pocos Estados lo tienen todo y donde los otros muchos Estados se tienen que conformar con no tener nada. Ese sistema que expolia a los pueblos empobrecidos y deja sin perspectivas de futuro a sus habitantes, obligados con ello a salir sí o sí de su país a la mínima que puedan. Ese sistema, en definitiva, en el que sólo unos pocos se benefician realmente pero del que todos somos cómplices, por activa o por pasiva, en eso que llaman Occidente. Es por eso que no interesa buscar culpables ni poner un nombre al asesino de esos pobres niños que viajaban en esa maltrecha patera, porque si lo hiciésemos descubriríamos con horror que los culpables somos nosotros mismos, porque el nombre común y sin rostro de ese cruel asesino sin escrúpulos se podrían llamar genéricamente Capitalismo, pero el de sus cómplices necesarios lleva el nombre y apellidos de cada uno de nosotros. ¡Que horror!
Y por eso es también que los medios de comunicación pasan de puntillas por la noticia, como si tal cosa fuese algo más de la cotidianeidad de cada día, como si no mereciese una especial cobertura ni un despliegue mediático fundamentado en análisis e investigaciones científicas algunas. Porque detrás de ese análisis y de esa cobertura se destaparía, como digo, la culpabilidad de cada uno de nosotros, y en especial la culpabilidad de ese sistema asesino que con tanto ímpetu nos envuelve por todos lados y del que con tanto agrado “disfrutamos”. No, no verán ustedes a los medios de comunicación entrar en esas lides. Es normal. Los medios de comunicación están al servicio de la causa. Si todos somos cómplices de estas muertes, ellos lo son en mucho mayor grado que la mayoría de la ciudadanía, lo cual no exculpa de responsabilidad a ésta. Por eso tampoco verán reacciones masivas de la ciudadanía para decir ¡basta ya! No habrá indignación generalizada ni búsqueda incesante de culpables. No se pedirá que se haga justicia con la memoria de los muertos ni con la dignidad de sus familiares. Ni siquiera habrá un clamor popular para pedir que se ponga nombre y apellido a los muertos. No tienen nombre, ni deben tenerlo. Son muertos anónimos de tragedias anónimas, despersonalizadas, deshumanizadas.
Ellos son sólo inmigrantes; inmigrantes ilegales para más inri. Esos mismos inmigrantes ilegales que vienen a quitarnos el trabajo y que, según apuntan en las últimas fechas todas las encuestas sociológicas, no podemos permitir que entren más, porque no caben. Esos mismos inmigrantes que ahora, con la crisis, debemos expulsar del Estado aunque sea a base de crear cuotas policiales de mínimos para su detención y posterior expulsión. Esos mismos que durante años trabajaron en las obras de esos edificios en los que ahora tenemos nuestros pisos, que cuidaron de nuestros mayores y nuestros hijos, que recogieron los frutos de nuestros campos, esos mismos que precisamente por su misma condición de ilegales hacían todo esto por una miseria de salario y sin cobertura legal de ningún tipo. Esos mismos que ahora sobran porque, ya se sabe, los españoles primero.
Lo triste es que parece que los españoles van primero también para llorar sus muertes y para sentir empatía con sus tragedias, como queda una vez más de manifiesto. Cada tragedia de un ciudadano del Estado Español tiene rostro, tiene nombre y apellidos. Nadie llora por un anónimo. Por eso, si esos muertos llegados por mar además de extranjeros e ilegales son anónimos, sin nombre, sin rostro, pues mucho mejor para todos. Lo contrario tal vez sí pudiera resultar demasiado duro para nuestras consciencias. O imagínese usted qué pasaría si cada pocos días, varias veces al mes, usted tuviera que hacer frente mientras come a una tragedia con rostro, con nombres, con apellidos, una tragedia, por ejemplo, como la que fue en su momento la de Barajas o en estos días la de Marta del Castillo, una tragedia en la cual, además, tiene usted parte de culpa por no hacer nada por acabar con el asesino, más aun, por ser su cómplice necesario al defenderlo desde su conformidad. Sería, para entendernos, como esos amigos del asesino de Marta que sabiendo que la había matado él no fueron capaces de denunciarlo para que se hiciera justicia con él. Igual, igual. El que calla ante un asesinato, el que, por activa o por pasiva encubre a un asesino, también mata.
La ilusión de la libertad en el consumismo-capitalismo
“Aquellos que manipulan el mecanismo oculto de la sociedad constituyen un gobierno invisible que es el verdadero poder que gobierna nuestro país. Somos gobernados, nuestras mentes moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas mayormente por hombres de los que nunca hemos oído hablar. Esto es un resultado lógico de la manera en que está organizada nuestra sociedad democrática. Grandes números de seres humanos deben cooperar de esta forma si quieren vivir juntos como una sociedad que funcione con fluídez. En casi cualquier acto de nuestras vidas, sea en la esfera de la política o de los negocios o en nuestra conducta social o en nuestro pensamiento ético, estamos dominados por un número relativamente pequeño de personas que entienden los procesos mentales y los patrones sociales de las masas. Son ellos quienes manejan los hilos que controlan la opinión pública" . (1)
I
Ya desde los orígenes mismos de la modernidad la búsqueda de la libertad se constituyó, junto con la razón, como el motor fundamental para los cambios políticos, económicos, sociales e individuales que estaban por venir tras la caída del viejo paradigma cristiano, tras la decadencia del Dios cristiano como eje central del funcionamiento político y económico de la sociedad. Los intelectuales revolucionarios de esta época confiaban plenamente en el uso de la sagrada razón, un camino por el cual el hombre debía conducirse hacia su completa emancipación, librándose con ello de todo tipo de tiranía política, económica, moral o espiritual. ¡Igualdad, libertad y fraternidad!, nos proclamaban a los cuatro vientos los cabecillas ilustrados de la revolución francesa.
La libertad individual, piedra angular de los valores liberales e ilustrados, debía conquistar lo antes posible su verdadero sentido como autonomía moral. Este hecho presuponía que cada persona debía tener su parte de responsabilidad en el ejercicio de la convivencia más allá del peso colectivo de la historia, por ello la libertad individual era absolutamente necesaria en el proceso de cambio que se estaba dando y que debía conducir al hombre en su trayecto desde las cadenas de la irracionalidad religiosa a la emancipación verdadera de la sociedad liberal ilustrada. La libertad guiando al pueblo de E. Delacroix (1830) se convierte en todo un símbolo de los valores ilustrados y modernos que recorrían la Europa de las postrimerías de la revolución francesa, valores que una y otra vez tratan de levantar su voz frente a la tiranía de los monarcas autoritarios y sus obsoletos valores religiosos esclavizadores, que no sólo sometían la libertad del pueblo, si no que atentaban contra la propia autonomía moral del individuo.
Libertad, se busca a toda costa la libertad. Libertad política, libertad económica, libertad social, libertad de prensa, de asociación y de culto, libertad moral y libertad de expresión, libertad de acto y de palabra. El hombre es un ser que nace libre y debe morir igualmente libre, sin estar sometido bajo la bota de ningún poder esclavizador. Lucha por el reconocimiento y búsqueda de la libertad se convierten ahora en una misma e inseparable cosa. De este modo, el proyecto Ilustrado es esencialmente un proyecto de búsqueda de autonomía, de libertad; de libertad de pensamiento frente a la autoridad, la religión o la tradición, de libertad moral y de libertad política. Como dijo Kant, la Ilustración es el paso a la mayoría de edad y se resume en el lema “atrévete a pensar”.
La ilustración debía avanzar hacia una sociedad ordenada desde la ciencia, la libertad y la igualdad, sea cual fuere el modelo político, económico o social que se planteara para ello. Por eso muchos autores han visto por igual en el liberalismo, el marxismo o el socialismo libertario sistemas políticos e ideológicos de connotaciones ilustradas. Se suponía que en el uso público de la razón, la luz de los hombres se expandiría hasta alcanzar a todos. La ilustración confiaba en el público y en el público cabe el pueblo entero y cada uno de sus individuos por separado, fueran de la clase social que fuesen. Ante la libertad, no debían existir diferencias para los hombres, pobres o ricos, explotadores o explotados. El optimismo de la ilustración, su fe más profunda, reside en que el hombre sólo puede ser feliz siendo libre entre los hombres. Así, el chispazo de la libertad acabaría generándose en cada hombre, tan solo con ser capaces de abrir el espacio público y privado donde el hombre pudiera intervenir directamente con su acción. La revolución liberal haría libre al hombre.
II
El optimismo de los ilustrados frente a las posibilidades de la razón y la libertad no tenía límites. La libertad se convierte por ello, junto a la razón, en una idea de carácter sagrado, que sobrevuela el cielo y cimenta los suelos de todo proyecto ilustrado, y que además es lo suficientemente poderosa en sí misma como para garantizar la adhesión emocional de las masas para con los proyectos de este tipo planteados. Pero, a pesar de tal poder de movilización, pronto se acabaría con el sueño ilustrado de ver en la razón y la libertad una combinación de elementos todopoderosos. Fue Sigmund Freud quien más duro golpeó sobre el caparazón sagrado de la libertad y la razón (otros autores posteriores, como Erich Fromm, acabarían por derrumbar tal sueño por completo). Con Freud y sus aportaciones teóricas el hombre pasó de nuevo a ser esclavo, dejó de ser libre de una tacada, pasó nuevamente a estar sometido; sometido, ni más ni menos, que por su propia naturaleza .
Con el psicoanálisis el hombre pasó de nuevo de ser un ser libre, a estar otra vez atado; atado por una lucha de fuerzas internas difícilmente controlables por vía de la racionalidad, una racionalidad a la cual someten y sojuzgan a su antojo tales fuerzas de carácter interior. La libertad plena del hombre se convierte así en una ficción. El hombre ya no sólo no es libre ante el mundo, la sociedad y sus instituciones, sino que ni tan si quiera es libre ante sí mismo . Oscuras fuerzas inconscientes gobiernan y determinan la formación de nuestra personalidad y el desarrollo de nuestra conducta, tanto o más que la voluntad libre y consciente. Aspiraciones, deseos, necesidades, pulsiones, pasiones y otros elementos reprimidos por la cultura y la voluntad, encuentran su acomodo en un oscuro lugar de nuestra mente, desde donde jamás dejarán de actuar, buscando siempre la manera de ser satisfechos convenientemente. El ser humano ya no se puede entender únicamente como un ser racional, los instintos ocupan y juegan un lugar preponderante, pues ellos conforman mecanismos que ponen en entredicho la racionalidad. De la misma manera, el ser humano ya no puede ser visto como un verdadero ser libre, pues existen fuerzas que están fuera del alcance de su control que condicionan convenientemente su conducta. El ser humano tiene capacidad racional y libre para tomar decisiones de propia voluntad, sí, esto es cierto como creían los ilustrados, pero no por ello deja de ser esclavo de sí mismo, esclavo de las órdenes no controlables de su propio incosciente.
III
Ahora, conocido esto por el hombre, la lucha por la emancipación ya no es sólo una lucha contra las fuerzas externas, sino también contra las propias fuerzas internas esclavizadoras. Es por ello que el psicoanálisis es presentado también como un método que se propone, a la larga, que el ser humano sea más libre. El psicoanálisis quiere contribuir a hacer visible lo que se encuentra reprimido para que esas pulsiones no gobiernen al yo de modo inconsciente, sino para que sean gobernadas de manera consciente por un yo adulto. La tarea del psicoanálisis es reincorporar esas pulsiones conflictivas. De nuestra capacidad para re-elaborar el contenido inconsciente dependerá nuestro crecimiento a una condición de adulto, en mayor libertad. Sin embargo, para nuestra desgracia, poco tardó en descubrirse que estos descubrimientos absolutamente revolucionarios y anti-ilustrados de Freud, en principio con aspiraciones liberadoras, podían ser también perfectamente usados para, sin tener que abandonar la apariencia de una sociedad y un sistema social, político y económico concienciado con la búsqueda de la libertad, profundizar en el proceso de sometimiento, esclavitud y alienación de las conciencias de los individuos de esa sociedad, algo que tan necesario se hace para la consolidación de un nuevo paradigma sacro-religioso que garantice la conservación y desarrollo de los privilegios propios de una clase dominante en el marco de un sistema socio-económico-político determinado.
Fue un sobrino estadounidense del propio Freud, Edward Bernays , el primero en percatarse del incalculable potencial que las teorías de su tío ofrecían al capitalismo y su visión del mundo, de la economía y del papel que el individuo debe jugar en la nueva sociedad consumista-capitalista que estaba emergiendo(2). El razonamiento propuesto por este hombre, aunque con efectos devastadores para la libertad humana, fue sencillo: si es verdad eso de que el hombre está sometido por una serie de fuerzas, pulsiones, deseos y necesidades inconscientes que ni si quiera él mismo conoce, y que operando desde un oscuro lugar de la mente tienen capacidad para influir en la conducta del hombre, también lo será que, manipulando convenientemente estas pulsiones, deseos y necesidades ocultas, quien sea capaz de realizar tal manipulación será capaz también de influir directamente, sin que ellos lo sepan, en la conducta, el pensamiento y el comportamiento de estos sujetos, y todo ello, además, mientras que por la vía de los mecanismos conscientes habituales se les está diciendo que se hace justamente lo contrario .
Así, mientras oficialmente te pueden estar diciendo que se lucha por tu libertad, inconscientemente te someten y te esclavizan para que sientas, pienses y actúes de la manera que a los detentadores del poder social les parezca más oportuna. De esta forma, haciendo uso de esta estrategia verdaderamente siniestra, las clases dominantes podían seguir haciendo uso, a través de las percepciones conscientes del sujeto, del discurso ilustrado que busca la libertad y la emancipación del hombre, mientras que a nivel inconsciente se le manipula, se le guía y se le orienta convenientemente para que se mantenga sumiso y alienado a los valores propios del sistema, tanto para la adquisición de productos en el mercado (publicidad), como para su adhesión emocional e irracional con el modo de vida y los intereses propios de éste y de las clases dominantes que controlan su funcionamiento (propaganda). Publicidad y propaganda pasan a ser así una misma cosa, sin distinción entre ellas. La publicidad ya no se limita sólo a la venta de un producto, sino que a su vez te inculca también un modo de vida, un sistema de valores y un código cultural de comportamiento social y político, previamente establecido y demostrado como eficaz y eficiente tanto para el correcto funcionamiento del sistema económico vigente, como para el mantenimiento del status quo y los privilegios de las clases dominantes (3) .
En su ensayo “Propaganda”, el propio Edward Bernays reconoce que ha tomado las ideas de su famoso tío para aplicarlas a la naciente ciencia de la persuasión de masas. La única diferencia consistía, como hemos dicho, en que en lugar de usar estos principios para descubrir temas ocultos en el inconsciente humano y tratar de llevarlos de vuelta al campo de la consciencia, como lo hace la psicología freudiana, Bernays usó estas mismas ideas para disfrazar agendas y para crear ilusiones que engañan y distorsionan las cosas, con fines de marketing primero, y de orientación y manipulación política y existencial después. El propio Josef Goebbels, ministro de la propaganda de Hitler, se cree que estudió de cerca los principios de Bernays cuando estaba desarrollando la popular lógica que utilizaría después para convencer a los alemanes de las “ bondades ” del régimen nazi. Además, estos primeros manipuladores de masas se presentaban a sí mismos como realizadores de un servicio moral para la humanidad en general. La libertad, según ellos, era demasiado pesada para la gente, por ello las masas necesitaban que les dijeran que pensar, pues en su absoluta fragilidad mental eran incapaces de pensar racionalmente por sí solos.
Así, podemos decir, sin miedo a equivocarnos, el consumismo-capitalismo había logrado encontrar la cuadratura del círculo: A través del psicoanálisis y sus planteamientos teóricos las clases dominantes podían seguir defendiendo un discurso libertario y emancipador, de acuerdo a las exigencias conscientes de las masas según el espíritu ilustrado propio de la época, mientras de manera oculta podrían operar con todo un mecanismo psicológico de sumisión y alienación de la consciencia de éstas a través del estudio, control y manipulación de sus ideas, pulsiones, deseos y necesidades inconscientes .
Esto es: por un lado, las clases dominantes podían continuar con su discurso ilustrado de búsqueda de libertad sin límites para cada miembro de la sociedad, un discurso que las masas recibirían a través de sus mecanismos perceptivos e intelectuales conscientes y que conecta de manera directa con sus demandas más profundas según el espíritu propio de la época (una época donde la búsqueda de libertad es en sí misma un motor social y político), mientras que por el otro se les manipulaba inconscientemente de tal manera que se convierte a los individuos en simples emisores pasivos de un modo de vida y unas orientaciones políticas e ideológicas previamente determinadas. Un plan, hemos de decirlo, absolutamente brillante y que sigue teniendo plena vigencia –y cada vez con más éxito- en la actualidad.
IV
Así, la mayoría de la gente en la actual sociedad consumista-capitalista (y sus valores subyacentes) cree saciadas sus históricas aspiraciones de libertad y reconocimiento, aunque en nombre de esa supuesta libertad (secuestrada por el sistema) no sólo se cometan todo tipo de arbitrariedades y barbaridades, sino que se sigue esclavizando, sometiendo, guiando y alienando la voluntad emancipadora de las masas . Un plan, como decimos, realmente brillante y efectivo, tal vez el más brillante de cuantos se haya podido urdir nunca antes en la historia para tal efecto de manipulación y control de masas. En otras palabras, como bien afirma Alfonso López Quintás (4) “En nuestra actual sociedad todo parece emprenderse y realizarse en virtud del ideal de libertad. Se defiende como algo consabido, no sometible a matización alguna, y mucho menos a crítica o a recorte, el derecho absoluto a la libertad de expresión. En virtud de tal libertad, se practican toda suerte de manipulaciones y apenas hay quien delate el peligro de que tal actividad quebrante la libertad real de la mayoría de las personas y grupos que integran el pueblo al que se dice servir. Se reclama como un derecho inalienable de toda persona la libertad para hacer toda clase de manifestaciones propagandísticas, pero se silencia el hecho nada baladí de que tal libertad sólo la poseen en realidad unos pocos privilegiados merced a su poder económico. Tropezamos aquí con una gran trampa en la que estamos llamados a caer de bruces si aceptamos ciertos planteamientos que hoy se dan por incuestionables en nuestra sociedad ”.
Y no podría estar más de acuerdo con esta cita, especialmente con esa última frase que cierra la intervención: ―” Tropezamos aquí con una gran trampa en la que estamos llamados a caer de bruces si aceptamos ciertos planteamientos que hoy se dan por incuestionables en nuestra sociedad ” ―. La sacralización que las clases dominantes han hecho de la libertad a través de su vinculación con las estructuras simbólico-sagradas de la sociedad, así como el secuestro que de tal término han llevado a cabo, conduce al sujeto a vivir bajo la creencia de que con la defensa del consumismo-capitalismo como modelo hegemónico de sociedad, se está haciendo en sí misma una defensa de la libertad, aun cuando la realidad, bien analizada, nos dice todo lo contrario.
No sólo no vivimos en una sociedad donde la búsqueda de la libertad humana ocupe un espacio primordial entre los objetivos buscados por las clases dominantes que la dirigen y controlan (demasiado preocupados ya, como para pararse a esto, en buscar la defensa de sus intereses, el mantenimiento de sus privilegios y la maximización de su poder y sus beneficios políticos y, sobre todo, económicos), sino que además vivimos manipulados constantemente por una serie de ideas y conceptos que han sido sacralizados como absolutos e incuestionables, y que penetran por vía consciente e inconsciente hasta en lo más profundo de nuestras vidas. Educados para defender unos intereses que no son los nuestros, adiestrados para hacer nuestros los objetivos de un sistema que nos explota, somos sistemáticamente humillados y no queremos darnos cuenta.
Vivimos pues, según se desprende de todo esto, no en el reino de la libertad, no en el paraíso de la emancipación, sino, más bien, en una desconcertante idealización consciente de la libertad que nos dirige de lleno a un riguroso estado de necesidad y desconsuelo inconsciente, que se revela, como en todo otro periodo pasado de carácter religioso y dominado por una élite explotadora, opuesto a la libertad, es decir, antagónico a la lucha histórica del hombre por avanzar en la búsqueda de la auténtica y genuina libertad, que no es otra que la libertad de ser y pensar por uno mismo, para uno mismo y para los demás (5) .
Notas:
1) Edward Bernays. " Propaganda ". 1928. Pueden encontrarlo aquí (en Inglés):
http://militant.org/files/propaganda.pdf
2) Se recomienda ver el documental de la BBC " El siglo del individualismo ", donde el propio sobrino de Freud, Edward Bernays, explica cómo se logró identificar la democracia con el consumo, y cómo el sistema capitalista y las grandes corporaciones controlan la mente de las masas con la manipulación de los instintos. Pueden encontrarlo aquí:
http://www.tu.tv/videos/el-siglo-del-individualismo
3) Para entender mejor el modo en como la publicidad se orienta a la búsqueda y fomento de las necesidades y pulsiones inconscientes del sujeto puede consultarse el libro de V. Packard, “ las formas ocultas de la propaganda ”, Editorial sudamericana, Buenos Aires, 1964
4) Alfonso López Quintás. " La revolución oculta ". PPC, Madrid, 1998, Pag. 16
5) En la siguiente animación-flash se puede ver una interesante reflexión diseñada por la " Sociedad Internacional de las libertades individuales " (ISIL, por su siglas en Inglés), acerca de cual pudiera ser una buena base para la creación de esta sociedad verdaderamente libre:
http://www.isil.org/resources/introduction-spanish.swf
lunes, 16 de febrero de 2009
Del supuesto ventajismo chavista al patético victimismo de la oposición
Apenas si habían pasado unas horas tras el conocimiento de la aplastante victoria del Sí en el referéndum venezolano, cuando la oposición, derrotada y desquiciada, andaba ya poniendo paños calientes a su inapelable derrota electoral y tratando de desviar la mirada mediática internacional hacia otros menesteres, en un vano intento por justificar la (y esto no es un adjetivo superlativo sino un epíteto acorde con su naturaleza política) soberana patada en el culo que, una vez más, le acababa de endosar de manera escrupulosamente democrática el honorable pueblo venezolano.
Evidentemente, desde la oposición anti-chavista no se podían conformar con reconocer su derrota y asumir la imponente victoria del chavismo, sino que debían buscar algún tipo de escusas mediante la cual justificarse ante la opinión pública, como si el perder una votación tan importante no fuese responsabilidad suya alguna, como si cuando un pueblo te da la espalda es por causa de una injerencia externa en el proceso electoral, y no como consecuencia de que tal pueblo prefiere apoyar la opción contraria simplemente porque le parece más atractiva y cercana a sus planteamientos ideológicos. Como si Venezuela fuese su cortijo privado y en ella sólo mediante alguna artimaña irregular los amos del cortijo pudiesen perder unas elecciones democráticas.
Claro, que a estas alturas de la película, no nos vamos a extrañar tampoco por ello ¿no? Es exactamente la misma estrategia que han desarrollado en cada una de las derrotas que vienen sufriendo de manera habitual desde que Chávez asumiese el cargo de Presidente de la República: se inventa una escusa cualquiera, se lanza una matriz de opinión y todos los medios de comunicación anti-chavistas del mundo la recogen rápidamente en sus titulares como medida de urgencia para enturbiar la victoria del oficialismo chavista. Una estrategia tan rastrera y antidemocrática como efectiva.Así que, para no romper con la costumbre, esta vez los principales líderes políticos de la oposición, todos a una, han tratado de ennegrecer la rotunda victoria de Chávez y sus partidarios en la votación popular acusando al chavismo, como argumento estrella de la noche, de jugar con ventaja en el referéndum. Y todos los medios de comunicación antichavistas le siguieron rápidamente el juego.
En concreto, derrotados y desquiciados, estos líderes de la oposición trataban de justificar su fracaso apelando al supuesto financiamiento que por parte del Estado Venezolano se habría llevado a cabo en favor de la campaña por el Sí, en tanto y cuanto Chávez habría puesto todo el aparato del Estado (fondos públicos incluidos) a servicio de los partidarios del Sí, dejando a la oposición en una clara situación de desventaja competitiva ante la cual difícilmente podrían vencer en el referéndum. Por descontado que, hasta el momento, nadie ha sido capaz de demostrar o aportar prueba alguna que pueda confirmar que efectivamente la campaña por el Sí habría sido sufragada con fondos públicos de todos los venezolanos. Pero eso no importa, la idea, como se ha dicho, era otra bien distinta.
Fueron centenares los medios de comunicación en todo el mundo, fuera y dentro de Venezuela, que esa misma noche abrían sus ediciones digitales con alusiones al supuesto ventajismo chavista en el proceso electoral que se acababa de celebrar. La matriz de opinión lanzada por la oposición venezolana una vez más era el titular estrella en las noticias relacionadas con el tema del referéndum en todas partes del mundo. Chávez había ganado, sí, pero, según se desprendía de los titulares de estos medios, la batalla electoral no habría sido justa pues no se habría celebrado desde un principio en igualdad de condiciones para todos los contendientes, de ahí la victoria del chavismo. El chavismo partía con ventaja y la oposición con un hándicap insuperable. Esa es la lectura que ya desde la misma noche electoral hacían los principales medios de comunicación imperialistas a nivel mundial, y que en España recogían a bloque todos los principales medios de comunicación anti-chavistas (El País, La Ser, ABC, El Mundo, La Razón, Libertad Digital, COPE, etc.)
La excusa es tan burda, y la estrategia tan evidente, que, de no ser por que se trata de un tema tan trágico, sería cómico. Una campaña (la del NO) que ha tenido (y tiene) a todo un imperio político, mediático y económico a nivel mundial detrás, que cada día ha segmentado sus mensajes por distintos puntos de la prensa internacional con campañas de todo tipo y cobertura instantánea de sus actos, que ha generado multitud de falsas matrices de opinión recogidas en todo momento por gran parte de la prensa internacional, que ha recibido financiación, por activa y por pasiva, de ”Ongs” y otras ”fundaciones” por la ”libertad” con sede central en los EEUU y otras partes del mundo “democrático”, que ha contado con una cadena de televisión dedicada 24 horas del día al asunto del NO y el desprestigio al gobierno venezolano y sus partidarios, que ha tenido de su lado a un montón de importantes diarios en Venezuela y fuera de ella puestos completamente a su servicio, más otro montón de emisoras de radio locales, regionales y nacionales, que ha llenado las pantallas televisivas con mensajes subliminales por el NO mientras se entrevistaba a Chávez con una batería de preguntas de lo más enrevesadas y comprometedoras, que, en definitiva, ha contado y cuenta con todo el apoyo del imperialismo capitalista internacional y sus billones de dólares (con las grandes corporaciones a la cabeza), que una campaña así se atreva a acusar a su oponente político en el referéndum de jugar con ventaja, es un chiste de muy mal gusto, sólo apto para ser degustado y paladeado por deficientes mentales de envergadura. Vamos, es el colmo de la desvergüenza. Es poco menos que Goliat acusando a David de tener ventaja en la batalla sólo porque uno usa una onda para la pelea y el otro, pobre de él, espada, casco y jabalina. Demencial.
¿Se puede tener la cara tan dura como para acusar de ventajismo a quienes están continuamente en el punto de mira del imperialismo capitalista internacional, y son continuamente machados con injurias, calumnias, mentiras y falsas matrices de opinión día sí y día también haya o no haya una convocatoria electoral en Venezuela, máxime cuando el que acusa es la niña mimada de ese imperio económico internacional y recibe financiación constante del mismo para el sufragio de sus actos y sus campañas políticas?, ¿puede haber alguien tan imbécil en el mundo como para tragarse tal escusa como justificante de una derrota electoral de la oposición venezolana?, ¿a qué estamos jugando?
Aún cuando Chávez hubiera puesto verdaderamente todo el aparato estatal al servicio del Sí, es más, aun cuando hubiese usado todos los fondos públicos existentes en Venezuela para financiar la campaña del Sí, todavía sería ridículo hablar de ventajismo chavista, sabiendo, como se sabe, los apoyos financieros, políticos, mediáticos y jurídicos con los que cuenta la oposición venezolana en todo el mundo, especialmente en EEUU y Europa Occidental. Aquí de haber ventajismo de algún tipo, en todo caso será el ventajismo que le proporciona a la oposición venezolana la campaña continua y constante desatada en contra de Chávez por los servidores del imperio en todo el mundo, una campaña que no entiende de elecciones ni de referéndums, sino que se viene realizando a diario desde el mismo momento en que el presidente Chávez asumió el poder del Estado Venezolano y rompió con el colonialismo imperialista que, desde dentro y desde fuera, estaba esquilmando a Venezuela y condenando a la inmensa mayoría de su pueblo a la miseria económica, política y social.
Ventajismo será además, en todo caso, lo que se produce con los millones y millones de dólares que entran en Venezuela al año a través de diversas vías y que van a parar directamente a manos de la oposición para sufragar sus campañas y actos políticos antes, durante y después de cada consulta popular. Pero de ventajismo chavista, ni rastro. Nadie puede tener ventaja de ningún tipo cuando juega contra el imperio, que no nos vengan con cuentos.
La única ventaja, eso sí, la que da el pueblo con sus votos. Inapelable ventaja, mal que les pese a aquellos que por tantos años se acostumbraron a jugar como locales todos los partidos, con el árbitro comprado y las reglas diseñadas ad hoc para que pudieran imponer sin oposición alguna sus postulados y salir siempre victoriosos de las contiendas. Pero todo eso se acabó, al menos en Venezuela.
Así que, como digo, de ventajismo chavista nada de nada, aquí lo que hay es mucho victimismo. Victimismo parea más inri de la oposición, que manda huevos. De esa misma oposición que cuenta con el respaldo de todo un Imperio internacional detrás, y que ni aún así es capaz de vencer al gobierno bolivariano en unas elecciones democráticas y libres. Pero, dicho sea a modo de repaso, por mucho que Goliat se las quiera dar de víctima, la historia de su batalla con David seguirá siendo la misma. David sale victorioso del envite aun cuando su oponente es un gigante enormemente más dotado que él para manejar los tiempos de la pelea y aplastar a su contrincante de un solo golpe, además de mejor armado y de mayor experiencia en el combate. David triunfó. Al igual que ha pasado ahora en Venezuela: Chávez ganó, la oposición perdió (una vez más). Ya se pueden ir a llorar a otro lado.
¡Sí es Sí!
Tan sólo unas pocas horas después de haber cerrado sus puertas los colegios electorales, ya se conocen los resultados del referéndum por la enmienda constitucional en la República Bolivariana de Venezuela. En total, con algo más del 94% de los votos totales contabilizados, y con una participación de más del 67% del electorado venezolano, la opción del Sí ha salido victoriosa con una clara ventaja respecto de la opción por el No. En concreto, según las cifras ofrecidas en una primera comparecencia oficial por la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, el Sí habría obtenido 6.003.594 votos (54,3%), mientras que el No se habría quedado en los 5.040.082 votos, (45,6%).
Pues bien, antes de que los diferentes medios de comunicación anti-chavistas comiencen con sus análisis y valoraciones de los resultados de dicho referéndum, antes de que hasta las pantallas de nuestros ordenadores, antes de que hasta las emisoras de nuestros receptores de radio, antes de que hasta las cadenas de nuestras televisiones y antes de que hasta los quioscos de prensa de nuestros pueblos y ciudades lleguen los “empates técnicos” (como en Bolivia), las “victorias amargas” (como en Ecuador), la “división nacional” y demás comentarios por el estilo que con toda seguridad llegarán, tan sólo quería escribir ahora unas breves pero intensas palabras, unas palabras que a buen seguro serán la mejor respuesta a todas las patrañas periodísticas que tendremos que ver, leer y escuchar en las próximas horas y los próximos días, unas palabras además que, a buen seguro también, reflejan el sentir que ahora mismo comparten conmigo muchos millones de ciudadanos y ciudadanas en todo el mundo, y unas palabras, sobre todo, que no son más que un parafraseo del principal eslogan publicitario que ha presidido la estrategia mediática desarrollada por la oposición a Chávez en estos últimos meses de campaña y pre-campaña electoral:
Señores periodistas lacayos del imperio, señores políticos de la derecha mundial, señores opositores venezolanos, óiganme bien… ¡Sí es Sí!, ¡y no hay más vuelta de hoja!
Y al que le pique….
sábado, 14 de febrero de 2009
Zarpazo mediático de una fiera acorralada
En medio de un mar continuado de noticias que están situando al PP contra las cuerdas, el contragolpe mediático no se ha hecho esperar. Luis Herrero, periodista y Eurodiputado del PP, ha sido expulsado de la república bolivariana de Venezuela por incumplir la ley electoral de aquel país. La prensa lacaya española, especialmente la más próxima al partido de Génova, ya tiene su particular mártir en la continua lucha que desde hace más de diez años vienen manteniendo en contra del legítimo gobierno de Hugo Chávez y, por ende, de la democracia venezolana.
Es así. Justo cuando estamos en medio de toda una serie de escándalos, políticos y judiciales, que están poniendo al PP en una muy delicada situación política en España, el señor Herrero se saca de la manga unas declaraciones en Venezuela que, ya de antemano, debía saber las consecuencias que iban a tener. Con una esperpéntica trama de espías al más puro estilo de las peores parodias cinematográficas de las películas del agente 007, con dos de sus bandos internos enfrentados los unos con los otros y enviándose mutuamente personajillos del tres al cuarto para que se espíen en la intimidad de sus chanchullos y se ataquen mutuamente a golpe de dossiers, con una red de tramas corruptas que están afectando sus mismos cimientos en varias comunidades autónomas que gobiernan con mano de hierro, la bestia acorralada ha querido dar su zarpazo mediático y situarse, una vez más, como víctima a escala mundial. Pero no cuela.
De las declaraciones de Herrero, no diré nada. No me interesan. Venezuela tiene su propia ley democrática para garantizar la limpieza y el buen discurrir de sus procesos electorales, y no hay más que hablar. Si un señor, llámese como se llame, va allí y se cree con derecho a incumplir tal ley e insultar al presidente de la República, que se atenga a las consecuencias. Punto. Si además tal señor es militante de un partido que patrocinó, apoyó y dio cobertura al golpe de estado de 2002, peor aún; más argumentos en su contra para estar en el punto de mira del gobierno venezolano y, a la mínima que resbale, ser expulsado.Los tiempos del imperialismo español en América Latina ya pasaron. Pero está bien que con este tipo de actos completamente legales, Venezuela se lo recuerde a los españoles, por si lo habían olvidado.
Ahora bien, es una pena que tenga que ser precisamente Venezuela, un país digno como pocos ahora mismo en el mundo, quien tenga que servir para limpiar las vergüenzas y corruptelas del PP. Ya podrán observar ustedes como la prensa lacaya y servicial española se ha puesto inmediatamente a la tarea. El señor Herrero, hijo de un conocido fascista, y fascista de nuevo cuño también él, animal de lengua viperina y escrúpulos nulos, ha sido convertido ya por la prensa pro-PP en toda un mártir de la causa anti-chavista. Poco importa que tal comportamiento hubiese sido castigado de la misma manera en la inmensa mayoría de países del mundo. Pero, aunque atizar al gobierno bolivariano nunca está de más para estos sujetos, eso ahora no era lo más importante. Poner paños calientes en las vergüenzas peperas de los últimos días y semanas, era la idea. Y a fe que lo han conseguido. Aunque las elecciones venezolanas pasan mañana y Herrero podrá ser mártir por unos días. Pero las tramas que afectan al PP, y las que, a buen seguro, estarán por venir, no las detiene nadie. De poco les va a servir la estrategia.
jueves, 12 de febrero de 2009
CONSUMISMO-CAPITALISMO, LA NUEVA RELIGIÓN DE MASAS
“Hay que ver en el capitalismo una religión. Es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de las mismas preocupaciones, penas e inquietudes a las que daban antiguamente respuesta las denominadas religiones. La comprobación de esta estructura religiosa del capitalismo, no sólo como forma condicionada religiosamente (como pensaba Weber), sino como fenómeno esencialmente religioso, nos conduciría hoy ante el abismo de una polémica universal que carece de medida. [Y es que] no nos es posible describir la red en la que nos encontramos. Sin embargo, será algo apreciable en el futuro. (…) Dios no ha muerto, sino que ha sido incorporado en el destino del hombre.” (1)
Marx, como la gran mayoría de intelectuales del siglo XIX que alzaron su voz contra la religión tradicional (2) , se equivocó de criterio a la hora de analizar el fenómeno religioso, otorgando una prioridad casi exclusiva a su vertiente dogmática y tradicional, y olvidándose con ello de profundizar en la perspectiva funcional de la misma, aun cuando su análisis es, ante todo, un análisis funcional. Si bien es cierto que en pleno proceso de desarrollo del capitalismo liberal, los obreros europeos encontraban en la creencia en un “más allá” el más efectivo consuelo a la bestiales condiciones de vida que habían de hacer frente, y que de aquí se podía derivar cierto grado de conformismo con la vida llevada, no es menos cierto que, a luz de una comparación con la situación actual, no parece ser el elemento religioso tradicional el causante principal del desarrollo de una mentalidad sumisa y alienada entre la mayoría social explotada, no al menos desde su vinculación con la posición de las masas en la lucha de clases. Si la lucha de clases es ya en sí misma una invitación ideológica a la actitud revolucionaria, puesto que, por mera lógica, el explotado siempre debe tender a querer revelarse contra su injusta situación en el orden social, por esta misma razón –pero a la inversa- el explotador debe también querer tener siempre justo lo contrario, es decir, un sistema global de adormecimiento generalizado de las masas, que aplaque los potenciales sentimientos revolucionarios de estas, permitiéndole con ello seguir con el mantenimiento de sus privilegios. En esta dinámica dialéctica -que Marx apuntase como el motor de la historia-, la religión tradicional, como elemento cultural que es, ha sido uno (tal vez el más efectivo y duradero) de los sistemas de adormecimiento revolucionario de las masas, pero no el único. De ahí que cuando el mundo de lo religioso-tradicional ha dejado de ser el eje central de la vida del hombre tanto en su vertiente de ser social, como en su aspecto de ente consciente de su propia existencia, no necesariamente esto ha conducido a la maximización del cariz revolucionario de las clases sociales explotadas, ya que la clase explotadora ha tendido a buscar otros modos alternativos de adormecimiento social que, de tener éxito en su tarea, viniesen a sustituir a la religión tradicional en el ámbito de la sumisión y la alienación de las masas y, por ende, en la legitimación del orden social establecido. Efectivamente, como podrán deducir ya, mi opinión es que uno de estos modos de alienación ha tenido un éxito fulgurante en nuestra actual civilización occidental. Este modo no es otro que la sociedad de consumo, nuestro particular e histórico opio del pueblo.
Pero que el consumismo-capitalismo no tenga referencia alguna a lo sobrenatural no quiere decir que no pueda ser considerado, desde una perspectiva funcional, como un fenómeno religioso al uso, uno más de los muchos que ha habido a lo largo de la historia en todas las partes del mundo. Desde los faraones del Antiguo Egipto hace más de 4.000 años, todos los poderes políticos, en sus distintas formas, han promovido distintos tipos de culto, al objeto de garantizarse su continuidad y desarrollo, ofreciendo al pueblo los "templos", gobernados por "sacerdotes" al servicio del poder, como "consuelo" o en su caso, como agentes activos de la propia explotación del Estado. En nuestros días, muy al contrario de lo que pudiera parecer en primera instancia, la situación no es diferente. No vivimos en un periodo secular, vivimos, una vez más, en un periodo donde la vida religiosa penetra hasta en lo más profundo de nuestro ser. El consumismo-capitalismo es la nueva religión de nuestros días, una religión tan poderosa que algunos incluso ya se han atrevido a profetizar que con ella hemos llegado al fin de la historia (3) . La «muerte de Dios» anunciada, en las décadas pasadas, por tantos intelectuales cede el lugar a un culto estéril del individuo, estéril en tanto que no glorifica al hombre por su ser, sino por su tener. Todos los componentes de lo que antaño fuese un reino exclusivo de lo sobrenatural –lo sagrado-, han llegado hasta nuestros días con un aspecto mundano, aunque igualmente mítico y alejado de la plena libertad humana. Las respuestas de sentido, las motivaciones éticas, la legitimación fundamental del orden social, las funciones de control y sometimiento del pueblo, es decir, todas aquellas funcionalidades propias del ámbito de lo sagrado que no hace tanto eran patrimonio exclusivo de los textos revelados de las diferentes religiones históricas, vuelven hoy a armonizarse en un mismo cuerpo estructurado, dado al hombre por otros hombres, con la única finalidad de seguir sirviendo de paternal guía para la existencia cotidiana de todos nosotros .
Hoy no somos menos religiosos que hace 300 años, tal vez ya no adoremos a Dioses lejanos ni profetas mártires, tal vez ya no creamos en supersticiones irreverentes o en mitos creadores de formas, pero seguimos dejándonos guiar por el mandato sagrado de unos pocos empeñados en mantenernos, como dijeran Freud y otros autores, en una constante y patológica minoría de edad. Creemos que nos hemos liberado del peso opresor de la religión histórica, pero, tal vez sin darnos cuenta, tal vez por pura necesidad espiritual, hemos vuelto entre todos a permitir que el culto a lo religioso determine nuestra existencia, acudiendo fieles cada día a nuestras diferentes citas con la reverencia a lo sagrado de nuestros días, con las ofrendas y los rezos al nuevo Dios del consumo y sus nuevos profetas del capitalismo sacralizado. Hemos pasado del viejo calendario, con su santoral, plagado de vírgenes, obispos, mártires, monjes, abades, presbíteros, apóstoles, ermitaños, reinas, beatos, diáconos, cardenales y, cómo no, ángeles, arcángeles, serafines y querubines, a un nuevo modelo donde estos se van sustituyendo por los días internacionales de la más diversa índole, pero que cumplen la misma función. Nos recuerdan cada día que allá arriba, sea en el cielo, o sea en la noosfera de las ideas humanas y sus cuerpos simbólicos estructurados, hay un Dios al que adorar, un Dios al que servir, un Dios al que seguir, un Dios al que entregar nuestra minoría de edad, un Dios por el cual vivir y en el cual ampararnos y protegernos. No, no somos hoy menos religiosos que ayer, todo lo contrario.
Sin embargo, las predicciones de muchos intelectuales, especialmente europeos, indicaban lo contrario. La secularización, inherente a las sociedades modernas, debía conducir a un gradual e inevitable declive de las religiones. Se suponía que el proceso iniciado en el siglo XVIII con la Ilustración, y continuado con la revolución liberal y los movimientos socialistas, impondría la ciencia y la razón frente a la opresión religiosa. Cuanto más moderna y democrática fuera una sociedad, menos peso tendría la religión. Hubo incluso quienes, como hemos dicho, profetizaron el fin de la religión, la muerte de Dios. Pero se equivocaron. Si bien en las formas andaban en lo cierto, en el fondo pecaron de optimistas, se dejaron llevar por su visión etnocentrista del fenómeno religioso. El Dios que quisieron enterrar los pensadores de siglos pasados, era un Dios hecho a la medida y semejanza de la Europa que ellos veían evolucionar a pasos agigantados. En esa carrera, fruto de la conversión de la fe en razón, el Dios-modelo europeo no tenía cabida alguna, agonizaba sin remedio. Pero Dios, haciendo uso de la única característica que de verdad sabemos que tiene –la ambigüedad-, aceptó el desafío que el mundo occidental le lanzaba y se puso en marcha nuevamente tras milenios de plácido reposo. Acostumbrado como está a cambiar de rostro tantas veces como la historia se lo ha requerido, poco le costó adelantar el paso de quienes lo daban por muerto y transmutarse en una nueva versión sagrada, más completa y preparada para los desafíos de los nuevos tiempos. Incluso, para hacerse menos vulnerable, abandonó su paraíso y decidió bajar hasta nuestro mundo, convertirse en una fuerza viva de nuestra propia sociedad. Cambió de nombre y hasta optó por abandonar sus antiguos credos, pero se hizo con ello más presente que nunca, tan presente que está en todo cuanto nos rodea, transmitiendo su mensaje con la fuerza de un ciclón y la efectividad de la picadura de una cobra, fragmentándose en millones de mensajes de todo tipo (publicitarios y mediáticos) que ahogan al hombre por todos sitios, desde que se despierta hasta que se acuesta, y aun en los sueños oníricos. Se pensó en un Dios y una Iglesia que se derrumbaba, en una vida puritana y temerosa que se transformaba en un incipiente vitalismo liberal, pero se olvidaron de lo más importante: Que no fue Dios quien creó al hombre, sino el hombre quien creó a Dios , y con ello se olvidaron pensar que el creador aún no había dicho su última palabra. Y efectivamente el creador habló; y habló para cambiar su discurso y donde antes dijo digo, ahora quiso decir Diego. Renunció a su creación anterior y la convirtió en una nueva y revolucionaria versión; Dios cambió el reino de los cielos por el reino las ondas. Cambió el poder de la Iglesia, por el poder de los medios de comunicación de masas y la publicidad. Cambió el temor reverencial por el hedonismo y el libertinaje. Pero siguió su camino que, al fin de cuentas, era lo que interesaba a su creador, el hombre (y concretamente a aquellos hombres que se ganan la vida costa de la explotación de otros).
En cuanto a las religiones tradicionales, es cierto que la sociedad racional-moderna ha producido sobre ellas el impacto de un gigantesco terremoto. Sus efectos todavía son duraderos. Los análisis históricos y sociológicos quisieron ver este proceso como un complejo cambio social que afectaba profundamente a toda la sociedad y especialmente a una realidad como la Iglesia que ocupaba un puesto central en la sociedad pre-moderna o tradicional. La Iglesia en la sociedad pre-moderna ocupaba el centro de la producción de sentido. Quiere decir esto, que desde la religión católica tradicional se obtenía una visión del mundo y desde ella se integraban no sólo las respuestas a las preguntas fundamentales de la existencia, sino también a las cuestiones sociales, políticas, culturales, etc. Con la caída del poder de la Iglesia y su influencia en la sociedad, el viejo orden se venía abajo. Se estaba produciendo lo que Weber llamó “el desencantamiento del mundo”, y se pensaba que con ello el hombre se liberaría para siempre de las cadenas religiosas. Sin embargo, la sociedad ha cambiado, es cierto, al menos en su estructura de clases y sus aspectos culturales y fundamentantes más característicos, pero el hombre sigue siendo preso de la religión. Si la religión es el centro de la producción de sentido, si las sociedades religiosas se caracterizan por dejarse guiar en el centro mismo de su existencia por una fuente simbólica productora de sentido, entonces la religión, aun más en la máxima expresión de su aspecto funcional (la sumisión del hombre a las ideas que emanan del ámbito de lo sagrado), sigue con plena vigencia en su nueva versión consumista-capitalista .
Fue Marx, como hemos dicho, quien nos dijera que la religión es el opio del pueblo. Y andaba en lo cierto, pero no sólo debió haber pensando en la religión determinada por una vertiente sobrenatural, por una irracional creencia en el “más allá”. Probablemente tal afirmación –la creencia de la referencia a lo sobrenatural como motor de la alienación humana- tuviera cierta validez en las condiciones políticas, económicas y sociales de la Europa del siglo XIX. Aunque, a la vista de la situación actual de los hechos, parece evidente que dicha proclama ha dejado de tener una vigencia ideológica plena. Y para muestra un botón; Marx achacaba a la religión tradicional un carácter adormecedor de la voluntad revolucionaria de las masas y, sin embargo, hoy día, en pleno auge del laicismo y tras haber pasado por un periodo histórico de evidente cariz revolucionario, las masas de las naciones europeas han retornado al más absoluto adormecimiento revolucionario. Aunque Dios está cada vez más alejado de la vida pública, aunque “su” presencia en la conciencia de los individuos y “su” capacidad para regir la vida de los sujetos tiende a desaparecer, el espíritu revolucionario de las masas occidentales ha vuelto a niveles similares a los habidos en cualesquiera de los momentos históricos donde el aspecto religioso tradicional era tanto el ámbito central de la sociedad, como la estructura psicológica fundamental del pensamiento humano. Así, aunque los proletarios europeos somos cada vez menos religiosos, seguimos sin poder tener el control de los medios de producción, y ello no es material suficiente para elevar el nivel de conciencia revolucionaria de la población, lo cual, como digo, denota que la máxima marxiana de la religión tradicional como opio del pueblo, en algo falla al ser aplicada al análisis dialéctico de la realidad de nuestros días. Por el contario, aquellos paises donde a día de hoy los socialistas del mundo tenemos puestas ilusiones, aquellos lugares (especialmente de América Latina) donde desde una década a este tiempo han emergido con fuerza nuevos movimientos populares capaces incluso de llegar al poder de sus respectivos estados, son países cargados de un alto contenido religioso, al menos en el sentir popular de sus gentes. Dirigentes cristianos y masas cristianizadas en su amplia mayoría, incluso algunos líderes surgidos directamente del mundo religioso, conviven a la perfección con los procesos de cambio donde se pone en juego el estatus mismo de la estructura clasista de la sociedad. Todo ello a pesar de la actitud reaccionaria y de apoyo a los movimientos contrarevolucionarios que la Iglesia Católica oficial usualmente toma respecto de los respectivos procesos.
Es además bastante significativo que el periodo que va desde la caída de la religión tradicional como centro de la vida pública y privada del hombre hasta la consolidación de la sociedad de consumo entre las masas occidentales, haya sido el periodo histórico donde más y más rápidos cambios sociales se han producido en el orden social e internacional vigente. Donde mayores y más enconadas luchas se han dado por motivos de clases sociales, y donde más alternativas de sentido han tenido los sujetos al alcance de su mano durante bastantes años. Es significativo, a mi juicio, en tanto que denota que la caída de un paradigma de lo religioso es síntoma de un advenimiento de nuevos paradigmas que luchan por ocupar el lugar del viejo sacro derrotado . En apenas 200 años hemos visto como se pasaba de un sistema social dominado por lo religioso y de clases sociales cerradas, a un sistema socio-político fruto de la sublevación de la burguesía al orden social que les imponían los nobles, y de éste a una enconada lucha entre la burguesía y la clase proletaria que nace a partir de la acción de esta primera. En apenas 200 años todo tipo de nuevos modelos de sentido (liberalismo, socialismo, anarquismo, nacionalismo, fascismo, etc.) emergieron de las cenizas del Dios caído. Finalmente, parece ser que hemos llegado a un sistema de clases sociales semi-abiertas, donde existe la ilusión de poder variar desde una clase hacia otra, pero donde, en la práctica, el mantenimiento del estatus quo sigue siendo una cuestión de herencia. Un sistema donde las relaciones de explotación se siguen dando, aunque la tendencia generalizada entre las propias clases explotadas sea creer que ocurre justamente lo contrario, como buena muestra del éxito fulgurante que el nuevo sacro establecido ha tenido en la aplicación de sus funcionalidades.
Queramos o no, es imposible desligar este proceso histórico de su relación con el proceso de crisis que lo religioso-tradicional ha sufrido en las sociedades occidentales. Las revoluciones burguesas solo se pueden entender desde los valores ilustrados que las promovieron, unos valores que fueron el primer gran ataque de la modernidad contra el fundamento de Dios como dador de sentido del mundo y del sujeto. Mientras Dios regía las relaciones de clase y los pequeños propietarios de las ciudades medievales aceptaban su ley –su voluntad- sin rechistar, los privilegios de los nobles eran aceptados de buen grado, ya que era Dios mismo quien en última instancia los determinaba. Pero, al poco tiempo de consolidarse una incipiente clase burguesa en las ciudades medievales de muchos países europeos, las propias reformas religiosas dentro del cristianismo fueron castigando el orden social imperante, dotando de argumentos a las nuevas clases emergentes para revelarse contra el poder establecido por voluntad divina, que ya no aceptaban como tal. Por eso el protestantismo, como bien analiza Weber, fue un factor clave en el desarrollo del capitalismo. Y con las reformas en el pensamiento llegó el auge de la ilustración, y con la ilustración llegó el triunfo de la razón sobre la fe, y con ello el triunfo de las revoluciones burguesas con todo su amplio calado entre las masas populares (burgueses y no burgueses). La herida de Dios estaba sangrando a borbotones y su capacidad de influencia, aunque todavía efectiva en muchos países, era cada vez más remota y, sobre todo, más cuestionada desde la consciencia misma de toda clase de hombres y mujeres, especialmente de los más desfavorecidos. De ahí que con los sucesivos ataques que desde todo tipo de ámbitos intelectuales Dios estaba sufriendo, la religión dejará de ser un elemento central en la vida de los seres humanos, hasta el punto de que una buena parte de los hombres y mujeres de los países occidentales ya no encontraban en Dios el sentido de su existencia, generando, probablemente, la más amplia crisis de sentido existencial que jamás haya tenido la humanidad, al menos en Europa.
Y sin embargo hoy, más de 200 años después de todos aquellos sucesos, la sociedad occidental vuelve a dar muestras de sumisión y alienación con el orden social imperante. Ante tal hecho, la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿Se han acabado las diferencias de clase en la sociedad occidental o acaso lo que se ha producido es un nuevo fenómeno religioso que, hoy como ayer, sigue alienando la voluntad revolucionaria de la población, especialmente del sector poblacional más desfavorecido por el sistema? Yo estoy firmemente convencido de lo segundo y creo por ello necesario que los intelectuales socialistas de nuestros días hagan un análisis detallado de la cuestión, pues en ella se podrán encontrar, junto con las causas económicas que la sustentan, muchas de las respuestas a las interrogantes planteadas acerca del por qué la revolución no avanza como presupuso Marx en las naciones industrializadas, muy a pesar de que sus apreciaciones sobre el aumento en las diferencias de clase o las crisis periódicas del capitalismo se demuestran cada vez más válidas. Un análisis además que pueda arrojar un poquito de luz en medio de las tinieblas en la que viven tantos espíritus adormecidos por los cantos de sirena del capitalismo.
Notas:
1) Walter Benjamin. Capitalismo como religión, en Benjamin,W. Gesammelte Schriften, Suhrkampn Verlag, Frankfurt, 1972-1985, 6 Bands, en Vol.6, pags 100-103. (Traducido al español por Luis Meana y aparecida en el diario El País el 20 septiembre de 1990).
2) Nietzsche, en cambio, sí supo apreciar y denunciar el carácter religioso que se escondía tras las diferentes filosofías alternativas de sentido que emergían a la sombra de la paulatina caída del cristianismo como eje referencial del ámbito sagrado, dejando patente este hecho con su conocida referencia a las “sombras de Dios” (La Gaya ciencia, par. 108).
3) Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre. Planeta. Barcelona. 1992.
lunes, 9 de febrero de 2009
España como problema estructural
I
Que cada vez que en el estado español haya un proceso de recesión económica, sea el pueblo trabajador andaluz el primero en sufrir sus consecuencias desde una perspectiva social y laboral, no es, por descontado, ninguna casualidad. Muy al contrario, tal situación es algo que tiene unas bases y unos fundamentos económicos muy profundos, tanto desde una perspectiva diacrónica como desde una mirada sincrónica. De hecho, tan asumido tenemos esto los andaluces, que hay una frase que se suele utilizar bastante en los círculos nacionalistas andaluces que dice algo así como: “Cada vez que España tose, Andalucía se pilla una pulmonía”. Gran frase. Escueta, concisa y, ante todo, muy simbólica y significativa. Lo estamos volviendo a ver.
Sirva un dato para entender de lo que hablamos. De las 999.416 personas que perdieron su puesto de trabajo en 2008 en el marco del estado español, 208.561 eran trabajadores afincados en Andalucía (20,8%). Todo ello a pesar de que la situación de partida, que de alguna manera debiera servir como mecanismo corrector en estos casos, ya situaba a Andalucía a finales de 2007 con una tasa de Paro muy por encima de la media española (10,27% en Andalucía frente al 6,11 % en la media española). Esto nos lleva a la situación actual de una Andalucía con una tasa de paro del 21% y creciendo, apuntando a que en breve se superará el millón de parados. Unas cifras, obviamente, más propias de cualquier país de los denominados tercermundistas, que de un territorio inmerso en la Unión Europea. Sobra decir que cualquier otro dato económico que analicemos en el último año, en comparación con la evolución del mismo dato respecto del global estatal, seguirá la misma tendencia. Si el estado español está en una grave crisis económica, que lo está, ¿cómo debemos llamar entonces a lo que estamos sufriendo en Andalucía?
Como digo, esta relación que se establece entre el decrecimiento económico español y la debacle socio-económica andaluza, no es, en absoluto, algo meramente casual, sino todo lo contrario: esta situación es, ni más ni menos, que la consecuencia directa de las relaciones estructurales de dependencia colonial establecidas entre la economía española y la andaluza.
Digo más, de tal fuerza es la situación de dependencia de la economía andaluza respecto de la economía española, que cualquier modelo de análisis colonial centro-periferia que pudiéramos utilizar como marco de análisis económico quedaría plenamente satisfecho, de ahí la irremediable correlación directamente proporcional de factores mencionada. Esto es, si la economía andaluza está plenamente condicionada por el desarrollo de la actividad capitalista en el marco global del estado español, si sus principales fuentes de recursos económicos están en manos de empresas españolas, si su papel sigue siendo, ayer como hoy, el de la especialización económica en la exportación de materias primas y el flujo incesante de mano de obra barata hacia el exterior, si las principales industrias del territorio siguen siendo propiedad del capital privado extranjero, si las empresas no andaluzas que operan en Andalucía siguen especializándose en la exportación de sus productos industriales hacia otros mercados aprovechando el bajo coste de producción asociado con el pago de bajos salarios a los trabajadores autóctonos, si, en consecuencia, el excedente de capital que se genera en esta tierra mediante la fuerza de trabajo del pueblo andaluz sigue engordando mayoritariamente las arcas de los capitalistas extranjeros, es lógico y normal que a medida que estos factores económicos capitalistas no andaluces entran en crisis, el primer lugar donde se sufran tales consecuencias sea en Andalucía.
Si además la precariedad laboral es muy superior en Andalucía que en el resto del estado (lo cual facilita los procesos de despidos masivos de trabajadores), si el mercado de bienes y servicios interior está capitalizado en su inmensa mayoría (el 90% de los productos ofertados) por empresas extranjeras, si las principales fuentes de crecimiento económico impulsadas por las políticas públicas llevadas a cabo por los partidos políticos capitalistas-españolistas que gobiernan en la practica totalidad del territorio andaluz han sido el fomento de la burbuja inmobiliaria (repleta además de relaciones económicas también capitalizadas por empresas no andaluzas: grandes constructoras, grandes bancos, grandes inmobiliarias, etc.) y la tendencia progresiva hacia la especialización de nuestra economía en el sector turístico (un sector plenamente condicionado por la situación económica general, al ser un negocio principalmente vinculado con actividades de ocio, y que, además, igualmente ha estado preso de los grandes tour operadores internacionales y las macro-empresas turísticas españolas), no habría hecho falta ser un premio nobel en economía para entender que, a poco que la situación económica española se viniese abajo, el pueblo andaluz sería el primero en sufrir sus dramáticas consecuencias. Esto es algo, como digo, simplemente inherente al propio funcionamiento del capitalismo en el marco estructural del estado español: Andalucía es plenamente dependiente en su desarrollo económico del crecimiento económico general del estado español, y dentro de tal dependencia inherente, como es lógico, cuando la economía de la metrópoli se paraliza, la economía de la colonia se hunde. No hay otra salida.
II
Pero, evidentemente, esta dependencia de Andalucía respecto de España no es algo tampoco que se haya generado de manera azarosa, o surgido así como así de la noche a la mañana, sino que, muy al contrario, como toda relación económica de dependencia que se tercie entre dos economías determinadas, es la consecuencia directa de un proceso dialéctico e histórico donde intervienen multitud de factores, desde los puramente económicos, a los políticos, los militares, y, por supuesto, los sociales.
Las relaciones de dependencia, al fin y al cabo, no son más que construcciones económico-sociales impuestas por las clases dominantes de las metrópolis a los territorios colonizados política, militar y económicamente, y que, a la larga, acaban contando con el apoyo de las élites económicas locales para su mantenimiento y perpetuación en el tiempo. Es decir, las relaciones de dependencia económica no son, ni más ni menos, que los mecanismos políticos, económicos y sociales establecidos por las élites colonizadoras para asegurarse el control del excedente económico generado por la actividad productiva de la colonia, una actividad que finalmente acaba quedando plenamente condicionada por la relación establecida con la economía de la metrópoli, tanto desde el punto de vista del intercambio de recursos económicos, como desde el punto de vista de las relaciones a nivel de compra-venta de productos y materias primas, los flujos de renta y los intercambios de fuerza de trabajo y de tecnología.
En virtud de tal relación, la metrópoli pasa a ser, por activa o por pasiva, el gestor económico principal de la economía de la colonia, a cuya actividad somete a una explotación y un escarnio constante. Incluso la planificación sectorial de la economía de la colonia, así como la gestión de sus recursos humanos, pasa a depender de la actividad general desarrollada por la economía de la metrópoli. Visto así, el caso andaluz no es diferente en su desarrollo y perpetuación de esta dinámica acaecida igualmente en tantos otros lugares del planeta. Es tan sólo un caso más entre muchos.
III
De alguna manera, al igual que los diversos teóricos que formularon sus teorías neo-marxistas de la dependencia para explicar el subdesarrollo de los países empobrecidos del tercer mundo situaron el origen del mismo en las relaciones coloniales-imperialistas del siglo XIX, en el marco de análisis dialéctico del pueblo andaluz podríamos situar el origen de tal situación de dependencia y subdesarrollo en la conquista cristiana de Andalucía, comenzada en el siglo XIII en los reinos del oeste andaluz y concluida en 1492 con la conquista del reino de Granada. Con ella, las fértiles tierras andaluzas, que antaño fuesen propiedad de los campesinos andalusís, pasaron, por derecho de conquista, a engrosar las propiedades privadas de toda una serie de señores de la guerra que habían ayudado a los reyes españoles en su proceso de conquista de los territorios andalusís. Esto vendría a ser, según diversos autores importantes, el origen del latifundio en Andalucía, una realidad socio-económica que perdura hasta nuestros días en buena parte del territorio y que a la postre pasaría a ser un factor determinante en todo el proceso histórico del desarrollo de la economía andaluza en el marco de la realidad estatal española.
Existe además también un amplio consenso entre historiadores y economistas de toda clase a la hora de situar en el latifundio una de las causas centrales en el origen del subdesarrollo andaluz. Es decir, una vez los ciudadanos andaluces fueron desposeídos de sus tierras (y en muchas ocasiones obligados, a golpe de decreto, a abandonar su país), una nueva clase dominante se asentaba sobre Andalucía: la clase terrateniente (a la sazón única clase verdaderamente burguesa andaluza existente durante prácticamente los más de siete siglos que van desde el inicio de la conquista hasta la fecha). La fértil tierra andaluza pasaba así a manos de los intereses privados de unas pocas familias de origen no andaluz, que a raíz de ello se constituirían también como elementos políticos centrales en el devenir de la realidad social andaluza. Los vínculos económicos de estos señores feudales con la nobleza española de la cual dependían jurídica y militarmente, así como el ferviente negocio generado ya desde principios del siglo XVI en base a la exportación de productos agrícolas provenientes de estos terrenos fértiles y dirigidos hacia los nuevos territorios de ultramar (cuyos pingues beneficios vendrían a caer en manos de los propietarios de tales tierras), se constituyen pues como los primeros pasos recorridos en la práctica por el proceso de construcción de la dependencia de la economía andaluza en relación a la economía colonial española.
Por otro lado, no debemos olvidar tampoco aquí el papel central que el clero español jugó en todo este proceso también en un primer momento como receptor original de grandes propiedades de tierras andaluzas, y que posteriormente, mediante los conocidos procesos de desamortización, pasaron igualmente a manos de estos primeros nobles terratenientes, al ser estos señores terratenientes los únicos capacitados, gracias a la acumulación de capital generada por la actividad de sus propiedades latifundistas durante los siglos anteriores, para poder hacer frente a la compra de las tierras puestas a la venta por las instituciones públicas. Se cerraba así el círculo de la propiedad latifundista andaluza, caída en manos de una serie de señores que para nada tenían interés alguno en el desarrollo de la industria en Andalucía. Estos terratenientes necesitaban de la mano de obra jornalera para trabajar sus tierras, algo incompatible con el flujo migratorio que va desde el campo a la ciudad y que es propio de los procesos de industrialización en todo el mundo (si la mano de obra se iba a la ciudad a trabajar en la industria naciente, ¿quién trabajaría las tierras de los latifundistas?), lo cual servía de freno al desarrollo de proyectos industrializadores en el territorio, pues la burguesía local terrateniente (única con capacidad para el fomento de las actividades económicas en la zona) para nada estaba interesada en el desarrollo de otro sector económico en Andalucía que no fuese el modelo agrícola tradicional que ellos dominaban a su antojo. El subdesarrollo industrial en Andalucía era para ellos el sustento que labraba sus tierras y recogía sus cosechas.
A raíz de aquí, el desarrollo de la industria en Andalucía quedó plenamente paralizado hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. La escasa industria que se generaría antes de esa época, como puede ser el caso de la industria del vino en Jerez, Sevilla, Málaga, etc., sería una industria relacionada con esta actividad agrícola latifundista e insertada en unas relaciones económicas dependientes de la propiedad latifundista y de la inversión de capital extranjero en Andalucía. Aún así, hubo un primer intento de industrialización temprana de Andalucía. Los primeros Altos Hornos que se abrieron en el estado español, por ejemplo, se ubicaron en la provincia de Málaga, los Altos Hornos de la Constancia (1831). Junto a ellos, se abrieron industrias similares en la serranía de Ronda o Marbella. Poco después se fueron abriendo plantas de este tipo en los territorios del norte del Estado. En consecuencia, los Altos Hornos andaluces no tardarían en cerrar sus puertas.
La razón oficial esgrimida fue la falta de mineral y de carbón en las inmediaciones de las plantas andaluzas, algo que supuestamente paralizaba y dificultaba la actividad de las plantas. Pero la realidad era otra bien distinta: los intereses económicos de la burguesía norteña, así como la reducción de costes asociada a la implantación de las nuevas plantas en los territorios norteños, pudieron más para los intereses económicos del Estado que el interés económico del pueblo andaluz. La posibilidad de exportar los productos mineros vascos a Inglaterra, e importar de vuelta en los mismos barcos carbón o acero inglés, salía mucho más rentable para la economía del Estado que el tener que desarrollar toda una infraestructura de explotación minera en Andalucía, donde se concentraban igualmente grandes cantidades de mineral (especialmente plomo, hierro, cobre, etc.) que bien podrían haber sido utilizadas para la consolidación del proceso de industrialización en Andalucía, pero que fueron desdeñadas en un primer momento en favor de los intereses de esos otros territorios del Estado y su floreciente actividad industrial. Nuevamente el pueblo andaluz debía resignarse con su papel de economía de segunda fila en el marco del Estado español.
Eso sí, posteriormente, una vez el Estado Español había despilfarrado gran parte de su capital en las guerras coloniales de ultramar, la minería andaluza, aún virgen, comenzaría a ser explotada sin cesar, desde el momento en que fue puesta en manos del capital imperialista internacional (especialmente británico). El Estado Español privatizaba así la riqueza minera andaluza, entregada a los intereses internacionales capitalistas a cambio de un poco de dinero por la concesión de las licencias de explotación y el compromiso de las empresas contratantes para desarrollar la infraestructura necesaria que hiciese factible la extracción y distribucción del mineral a lo largo y ancho de todo el mundo industrializado. Como dato significativo, decir que en 1868 el estado español era el principal productor de plomo del mundo (en su mayor parte extraído en Andalucía), pero la inmensa mayoría de las empresas explotadoras de este mineral en España eran de capital imperialista no español. España puso pues la riqueza minera de Andalucía en manos de explotadores imperialistas, a cambio, como digo, de unas pocas migajas con las que poder sufragar sus gastos en las guerras de rapiña que venía desarrollando por todos los territorios que tenía colonizados allende las fronteras peninsulares (y a los cuales ya había saqueado vilmente durante siglos). Toda la inmensa riqueza generada por la minería andaluza se esfumaba así de Andalucía (y aun de España), en lo que, bien gestionado, hubiera podido suponer el arrancar definitivo del desarrollo económico andaluz. No hace falta recordar que estamos hablando de un periodo histórico en el cual este tipo de minerales eran fundamentales en el funcionamiento de la economía internacional, algo así como el papel desempeñado por el petróleo en la actualidad.
Pero lamentablemente para nuestro pueblo poco o nada de aquella riqueza generada por el suelo andaluz quedó en manos de la economía andaluza, sino que, muy al contrario, practicamente todo el excedente generado por la misma fue a parar a las bolsas de los capitalistas imperialistas internacionales con el consentimiento y el fomento de España, única beneficiada a nivel interno de todo el proceso de la explotación minera andaluza, una vez que por cada concesión de explotación recibía a cambio su dinero correspondiente, además de los ingresos consecuentes por materia de impuestos y otros elememntos del estilo. Con ello, la situación de dependencia de la economía andaluza respecto de la economía española no hacía sino incrementarse, en tanto y cuanto los principales recursos económicos andaluces eran usurpados y puestos en manos extranjeras, impiéndosele así a Andalucía la reinversión de la riqueza generada en pos de sus desarrollo económico, su modernización y su industrialización. La Andalucía de los terratenientes, destinada a ser la despensa de España a nivel de alimentos y de producción de materias primas de corte agrícola, se imponía ya verdaderamente como papel único de la economía real andaluza en el marco del naciente capitalismo español. La burguesía terrateniente andaluza ganaba, el Estado español ganaba, mientras el pueblo andaluz perdía por completo la capacidad de gestionar su propio futuro a medida que las bolsas de jornaleros sin tierra ( y a menudo sin trabajo ni comida) no paraban de crecer a pasos agigantados.
No es de extrañar, por tanto, que en el periodo que va desde 1850 a 1920, Andalucía pasase de ser una de las regiones más industrializadas del Estado (aunque la propiedad industrial estuviese en su mayoría en manos estatales) a ser una de las últimas en esta catalogación económica, con un nivel de desarrollo industrial 50% inferior a la media estatal de la época. Su papel en el marco global del capitalismo español, obviamente, era otro muy diferente, la dependencia sub-desarrollista era ya un hecho consolidado. Como ya he dicho, la economía andaluza pasa a ser desde este momento una economía destinada fundamentalmente a la exportación de alimentos y de materias primas de naturaleza agrícola a bajo coste, amén de un territorio dominado por los bajos salarios, el latifundio generalizado y la mano de obra poco cualificada predestinada para tomar, antes o después, el camino masivo de la emigración hacia esos otros territorios del estado (y aun fuera de él) que así lo demandaran. El capital humano andaluz pasa pues a consolidarse como un factor más para el intercambio desigual de la riqueza y de los flujos de renta entre la colonia andaluza y la metropoli capitalista española de la cual dependía.
Sin ir más lejos, a pesar de que Andalucía sirvió de base para el aprovisionamiento de materias primas destinadas a la floreciente industria textil catalana (especialmente el algodón), cuyos productos eran vendidos con posterioridad en cierta medida en la propia Andalucía, a medida que la floreciente industria catalana fue necesitando de mano de obra emigrante, millones de andaluces se vieron obligados, ante la paupérrima situación económica de buena parte de los pueblos y ciudades andaluces de la segunda mitad del siglo XX en adelante, a hacer las maletas con destino a Cataluña. Se cumplía así la máxima absoluta de la dependencia intra-estatal: Un territorio industrializado que demanda mano de obra de otro territorio que carece de sus propias infraestructuras de desarrollo económico, que, a su vez, se vuelve dependiente del primero en tanto y cuanto los trabajadores migrantes envían de vuelta al territorio gran cantidad de remesas, todo esto con la complicidad del gobierno español de la época que impulsaba la focalización industrial en determinados territorios del estado a través de los conocidos planes de desarrollo. Procesos similares se dieron respecto de otros territorios industriales del Estado, especialmente País Vasco y Madrid. Andalucía se consolida definitivamente en su papel de tierra exportadora de materias primas y mano de obra, así como receptora y consumidora de los productos generados por el sector industrial español en esos mismo territorios hacia donde iban a parar las materias primas andaluzas y su mano de obra. Es decir, la economía andaluza pasa definitivamente a presentar, ni más ni menos, la clásica estructura de economía dependiente fundamentada en un reparto desigual de los flujos de riqueza y el deterioro en los términos de intercambio con la metropoli. O, lo que viene a ser lo mismo, Andalucía entra así de pleno en la estructura centro-periferia respecto del capitalismo del Estado español y sus principales focos de industrialización y desarrollo económico.
Es decir, mientras estos focos se caracterizan por ser economías desarrolladas, con una estructura productiva diversificada y con niveles de productividad homogéneos, Andalucía se ve estancada en su proceso económico como una economía subdesarrollada, con una economía especializada en la producción de un número limitado de productos destinados a la exportación y convertida a su vez en receptora de los bienes industriales generados por estos primeros territorios desarrollados. Andalucía intercambia alimentos y materias primas por bienes industriales, mano de obra barata por productos manufacturados, exportaciones primarias a bajos precios por elaborados productos de consumo a precios elevados. Es la relación centro-periferia en su máxima expresión. No puede haber la más mínima duda.
IV
Pero no se piense el lector que tal relación de dominación colonial es algo meramente pasado. Muy al contrario, esta estructura centro-periferia, aún a pesar de la evidente modernización acaecida en la economía andaluza durante las últimas tres décadas, se sigue manteniendo tal cual en la actualidad, al menos en lo referente a las relaciones comerciales y el papel asignado a cada territorio como productor-comprador de materias primas o bienes industriales. Andalucía sigue siendo a día de hoy una economía de corte colonial para con la estructura general capitalista del Estado Español.
Andalucía, con un mercado interior en el que el 90% de los productos que se consumen no están elaborados en el interior de nuestras fronteras (frente al 68% del País Vasco y el 63% en Cataluña, por ejemplo), siendo en su mayoría productos fabricados por empresas del Estado español (cualquier andaluz puede comprobar este dato con el simple hecho de mirar la procedencia de los productos de consumo que tiene en su propia casa), con un sector financiero controlado por los grandes bancos españoles, con el negocio de los seguros destinado a engrosar las arcas de las potentes empresas españolas del sector, con unos servicios diarios (luz, teléfono, Internet, gasolina, butano, etc.) en manos de empresas españolas, con un turismo preso de los tour-operadores extra estatales y las multinacionales españolas, con una agricultura diseñada para satisfacer los intereses marcados por Europa y por el estado, con un sector de la construcción (pública y privada) dominado por empresas españolas, en definitiva, con una economía esclava y sumisa a los intereses del estado español, ¿quién puede decir que a día de hoy no siga siendo un claro ejemplo de economía inserta en una estructura colonial-dependiente según el modelo centro-periferia referido con anterioridad? Telefónica, Endesa, Repsol, La Caixa, Mercadona, el BBVA, Banesto, Iberdrola, Gas Natural, BSCH, ACS, Dragados, Sol-Meliá, NH Hoteles, Alsina Graells, RENFE, Iberia, y demás empresas españolas que hacen caja diariamente en Andalucía en sectores claves de la economía andaluza y con el dinero de los andaluces, ¿no son un claro ejemplo de colonización económica estructural? Que sólo el 2% de las empresas que cotizan en las bolsas españolas sean originarias de Andalucía, ¿no es una muestra evidente de una economía andaluza subyugada por la estructura capitalista española? Evidentemente sí, porque, siguiendo al teórico marxista brasileño T. Dos Santos "por dependencia entendemos una situación en que la economía de ciertos países está condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía a la que está sometida; [así], la relación de interdependencia entre dos o más economías, y entre éstas y el comercio mundial, asume la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes) pueden expandirse y pueden ser autosuficientes, mientras que otros países ( los dependientes) sólo pueden hacer lo anterior como un reflejo de tal expansión, la que puede tener un efecto positivo o negativo sobre su desarrollo inmediato"
¿Y no es precisamente eso lo que se deja entrever en una relación entre dos economías –la andaluza y la española- en la cual, como se apuntaba al incio de este mismo artículo, el hecho de que una de ellas entre en recesión económica es automáticamente signo inequívoco de que la otra se hunde?, ¿no es acaso cierto que la economía andaluza sólo crece en periodos de crecimiento global de la economía española y siempre manteniéndose en niveles generales de desarrollo muy por debajo de la media estatal y que, en cambio, a medida que la economía española se paraliza los efectos son instantáneos en la economía andaluza multiplicados por mucho?, ¿no es esto una evidente muestra de un modelo de desarrollo capitalista fundamentado en las relaciones centro-periferia que paraliza toda autonomía en el proceso de crecimiento económico andaluz al margen de los valores de crecimiento/decrecimiento acaecidos en España?
V
Así pues, porque, como hemos visto, la estructura existente en la economía andaluza ha sido históricamente determinada por la forma en que dicha economía se ha insertado dialécticamente en la economía capitalista española, porque además la función de la economía andaluza en el marco global del capitalismo español ha sido y es la de servir como fuente de recursos baratos para la industrialización de las zonas más desarrolladas del Estado, y porque el pueblo andaluz ha sido convertido en un mercado para la recepción de las exportaciones de bienes industriales generados en dichas zonas industrializadas estatales, a los nacionalistas andaluces de izquierdas no nos queda más remedio que creer y considerar que mientras la economía andaluza no sea capaz de acabar con esas estructuras que generan la depedencia, Andalucía se verá incapacitada por siempre para generar su propia dinámica de crecimiento económico no dependiente del crecimiento económico español.
Es por ello, evidentemente, que igualmente, como nacionalistas andaluces de izquierdas que somos, apostamos irremediablemente por la independencia de Andalucía, al entender que es ésta la única vía efectiva para recuperar el control de nuestros recursos productivos y, mediante la intervención socialista estatal, poder generar así una profunda transformación estructural de la economía andaluza que pueda ser puesta al servicio de sus clases trabajadoras, desarrollada pues para el beneficio global del pueblo trabajador andaluz y no para el privilegio de unos pocos burgueses imperialistas de Andalucía, España o cualquier otra parte del mundo. He aquí, por tanto, el fundamento objetivo principal de nuestras reivindicaciones independentistas, y que poca gente que actúe movida por la racionalidad política y no por los prejuicios ideológicos podrá considerar ilegítimo, máxime si son gentes vinculadas con la izquierda revolucionaria. En esencia no pedimos otra cosa que nuestro derecho a ser libres en una tierra libre, no queremos otra cosa que "pan, trabajo y libertad" para Andalucía como nación y para cada uno de sus trabajadores como sujetos.
VI
¿Qué además de las relaciones con la economía andaluza la economía capitalista española se inserta a su vez en un todo capitalista internacional del cual es dependiente también? Pues sí, no lo negamos, es algo evidente. ¿Qué dentro de Andalucía existen también clases dominantes autóctonas que contribuyen al proceso de colonización de nuestra economía y son tan responsables como cualquier otro factor capitalista de la dependencia estructural? Pues también es evidente. Pero que todas estas relaciones de dominación no son más que el reflejo macro y micro de la colonización económica de Andalucía por las estructuras capitalistas españolas, de eso no nos cabe tampoco ni la más mínima duda.
En Andalucía, guste más o guste menos, capitalismo es igual a España, y España es igual a capitalismo, porque es España la estructura super-ideológica que ha generado, ha permitido y ha desarrollado el saqueo y el expolio de los recursos andaluces, amén de la explotación de sus clases trabajadoras en la tierra, el mar, los campos, las fábricas, los talleres y allá donde haya hecho falta. España es por ende para Andalucía el rostro visible y tangible de la burguesía imperialista, ya sea ésta de un sitio o de otro, ya sea española o internacional, incluso ya sea la propia (lumpen) burguesía andaluza, pues toda ella ha actuado y ha operado siempre con el consentimiento y el respaldo de España como Estado, que bien supo poner sus leyes y sus políticas, cuando no directamente sus armas, su violencia y sus cuerpos de represión militares y civiles (tanto en periodos monárquicos como en etapas republicanas, recordemos si no los sucesos de Casas Viejas), al servicio de tal saqueo, del cual ha sido y es, junto a las clases burguesas explotadoras de unos sitios y de otros, el máximo beneficiado, siendo en cambio el pueblo trabajador andaluz el mayor perjudicado.
Por tanto, como andaluces de consciencia que somos, los independetistas andaluces entendemos que, en base a todo esto, la lucha por la emancipación del pueblo trabajador andaluz pasa irremediablemente por romper los lazos coloniales con España. No hay más salida. ¿Y por qué? pues precisamente porque consideramos, como ha sido expuesto en este artículo, que son las causas estructurales mencionadas y ancladas en el modelo colonial centro-periferia establecido entre Andalucía y España, ya sean tales causas analizadas desde una perspectiva diacrónica ya se haga el análisis desde una mirada sincrónica, las que generan en primera y última instancia el estancamiento de la economía andaluza y la consecuente situación socio-económica y laboral en la que se ven inmersos los trabajadores andaluces en la actualidad, con su precariedad laboral, su desempleo crónico y sus procesos migratorios continuados en el tiempo.
VII
Porque además, como suele suceder en toda relación de dependencia, España impuso su modelo capitalista en Andalucía a través de la historia a base de muchas afrentas, robos y masacres al pueblo trabajador andaluz, y porque España sigue funcionando a día de hoy bajo un marco de reproducción capitalista donde el estancamiento y el subdesarrollo andaluz es algo inherente, causal, y no meramente casual. Y porque, guste o no, vuelvo a repetir, España es para Andalucía la superestructura jurídica, política e ideológica bajo la cual la burguesía imperialista ha establecido sus redes en Andalucía y ha saqueado nuestros recursos y ha explotado a nuestro pueblo (así como lo sigue saqueando y nos siguen explotando y esquilmando).
Por todo ello, repito una vez más aun a expensas de parecer cansino, es también que los independentistas andaluces consideramos que la ruptura con España se constituye en una necesidad central para el progreso real de la economía andaluza; la indepedencia no es por tanto para nosotros un deseo, sino una necesidad inminente.
Y porque además también, aunque esto entre ya prácticamente también en el ámbito de lo simbólico, ya se cansa uno de aguantar la dominación española revestida encima de falsa solidaridad y supuestas subvenciones a Andalucía (discurso típico que tenemos que escuchar tantas veces en boca de tantas personas, andaluces incluidos), aun cuando la realidad es que España como Estado jamás nos ha aportado nada, absolutamente nada a los trabajadores andaluces, más allá de su explotación colonial, la dependencia, el subdesarrollo, el paro, la precariedad, la emigración, la usurpación de nuestra cultura y todo eso que tan bien conocemos los andaluces desde Huelva hasta Almería, y desde Cádiz hasta Jaén, nada, claro está, que no nos haya esquilmado previamente mediante su modelo de reparto desigual de la riqueza según el patrón centro-periferia establecido. Primero nos roban durante siglos, nos condenan a la dependencia, y después encima tenemos que soportar que nos llamen pedigüeños y nos acusen de ser una tierra que vive de las subvenciones del Estado. Es el colmo de la desvergüenza.
VIII
Así pues, el único camino posible para Andalucía, siguiendo una vez más a los teóricos neo-marxistas de la dependencia, es la desconexión del sistema capitalista y el socialismo. No hay más. Y esta desconexión pasa ineludiblemente por la ruptura con España, porque, como ya he dicho, España es para nosotros el capitalismo en su máximo expresión, el capitalismo encarnado en estructuras políticas y jurídicas de dominación. Es eso o continuar con el desarrollo del subdesarrollo; es eso o perpetuar la dependencia y las relaciones coloniales que tanto daño nos han causado ya a los andaluces.
Porque además también las estructuras de la dependencia centro-periferia van más allá de las relaciones establecidas entre las economías andaluza y española propiamente dichas, al darse igualmente en el interior de la propia Andalucía en virtud de su propia estructura de clases sociales, pero siempre condicionada por la relación colonial con la metrópoli española y sus intereses (con la existencia en Andalucía de una lumpenburguesía en toda regla, que acepta la dependencia de manera consciente y de mil amores, en tanto que ella misma se beneficia históricamente de tal situación y saca grandes réditos por ello, como ya se pudo ver con el ejemplo de las clases burguesas terratenientes).
Y porque además, por último, si todo lo anterior no fuese ya suficiente, el modelo de desarrollo económico impuesto sobre Andalucía por el capitalismo colonial español fomenta el desarrollo de los localismos burgueses y da alas a rivalidad insana y la competencia estúpida entre ciudades hermanas, en base a una reproducción interior del modelo centro-periferia (centralización en la capital de Andalucía, centralización en las capitales de provincias, centralización en las capitales comarcales y así sucesivamente) que está afectando de manera decisiva al progreso económico y político de Andalucía. De la misma forma que la capital andaluza se convierte en satélite para la metrópoli española en el modelo capitalista español, este satélite pasa a ser metrópoli de las capitales provinciales satélites, que a su vez son metrópolis con sus propios satélites; y así sucesivamente mientras se va configurando una cadena de constelaciones metrópolis-satélites que relaciona todas las partes del sistema y que está destrozando la lucha común del pueblo trabajador andaluz en pos de la defensa de sus intereses de clase, tal y como advirtiese A.G. Frank (otro teórico neo-marxista de la dependencia) que ocurría siempre en todas las economías dependientes, y que efectivamente así se puede constatar en el día a día de la realidad económica andaluza. En todo este entramado se va dando una progresiva relación de extracción del excedente por parte de la metrópoli, en tanto que cada zona periférica ve como sus recursos son absorbidos por el centro en torno al cual orbita, y así sucesivamente hasta llegar a la extracción del excedente por parte de la metrópoli superior: España. Vengan a Andalucía y pregunten a los habitantes de los pueblos sobre los favores políticos e institucionales a la ciudad capital de comarca, luego hagan lo propio con los habitantes de la capital comarcal respecto de la capital provincial, después vuelvan a hacerlo con los habitantes de las capitales provinciales en referencia a la capital de la comunidad, y verán si se reproduce o no el modelo de constelaciones planteado y como es percibido tal modelo por la población local.
IX
Es por todo lo dicho que, en realidad, los independentista andaluces no somos ningunos nacionalistas insolidarios y anti-internacionalistas como suelen decir con frecuencia desde círculos ideológicos especialmente vinculados con la izquierda española, sino que tan sólo queremos con nuestros planteamientos ideológicos recuperar lo que por derecho nos pertenece a todos los andaluces, es decir, el control de nuestros recursos económicos y la independencia de nuestro desarrollo económico para ponerla al servicio de nuestro pueblo y generar así las condiciones necesarias para la emancipación económica, social y laboral del mismo. Y a partir de aquí, por supuesto, que viva la confederación de naciones ibéricas, la república socialista europea o la unión revolucionaria mundial, pero desde la base de la igualdad y la libertad de los pueblos, de las relaciones de solidaridad entre iguales y de la circulación justa de la riqueza, que desde luego no es lo que España ha dado, ni dará nunca, a Andalucía, sino todo lo contrario.
Son estos, por tanto, los principales motivos objetivos sobre los que descansa el nacionalismo independentista andaluz, que en realidad, visto así, más que un nacionalismo, es un motor ideológico y razonado para la aplicación de la lucha de clases en un marco económico capitalista concreto, con una realidad y una dialéctica histórica concreta, que no se puede negar y que, por más que se empeñen los españolistas de izquierdas, no se va a resolver por arte de magia en cuatro días con una supuesta república socialista española, así, sin más. Lo siento, pero hace ya mucho tiempo que a los independentistas andaluces nos empezaron a aburrir los cuentos cuyo final ya conocemos de carrerilla. Y el final que acaba por tener Andalucía en su relación política y económica con España es siempre el mismo desde hace 7 siglos a esta parte. Ya lo conocemos, ya basta.
Y bueno, ya que al comienzo de este artículo empecé con una frase que decía así: “Cada vez que España tose, Andalucía se pilla una pulmonía”, quiero terminar ahora con otra frase que también he oído frecuentemente en algunos círculos nacionalistas andaluces, y que dice así: "El día que Andalucía grite, a España le revientan los oídos". Pues eso, que no se olviden en España que por más callados y sumisos que parezcamos los andaluces respecto de la dominación española y sus virus, igual en una de estas pulmonías nos da por gritar y a España y su tos le revientan para siempre los oídos. Tiempo al tiempo.
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