lunes, 9 de febrero de 2009

España como problema estructural


I

Que cada vez que en el estado español haya un proceso de recesión económica, sea el pueblo trabajador andaluz el primero en sufrir sus consecuencias desde una perspectiva social y laboral, no es, por descontado, ninguna casualidad. Muy al contrario, tal situación es algo que tiene unas bases y unos fundamentos económicos muy profundos, tanto desde una perspectiva diacrónica como desde una mirada sincrónica. De hecho, tan asumido tenemos esto los andaluces, que hay una frase que se suele utilizar bastante en los círculos nacionalistas andaluces que dice algo así como: “Cada vez que España tose, Andalucía se pilla una pulmonía”. Gran frase. Escueta, concisa y, ante todo, muy simbólica y significativa. Lo estamos volviendo a ver.

Sirva un dato para entender de lo que hablamos. De las 999.416 personas que perdieron su puesto de trabajo en 2008 en el marco del estado español, 208.561 eran trabajadores afincados en Andalucía (20,8%). Todo ello a pesar de que la situación de partida, que de alguna manera debiera servir como mecanismo corrector en estos casos, ya situaba a Andalucía a finales de 2007 con una tasa de Paro muy por encima de la media española (10,27% en Andalucía frente al 6,11 % en la media española). Esto nos lleva a la situación actual de una Andalucía con una tasa de paro del 21% y creciendo, apuntando a que en breve se superará el millón de parados. Unas cifras, obviamente, más propias de cualquier país de los denominados tercermundistas, que de un territorio inmerso en la Unión Europea. Sobra decir que cualquier otro dato económico que analicemos en el último año, en comparación con la evolución del mismo dato respecto del global estatal, seguirá la misma tendencia. Si el estado español está en una grave crisis económica, que lo está, ¿cómo debemos llamar entonces a lo que estamos sufriendo en Andalucía?

Como digo, esta relación que se establece entre el decrecimiento económico español y la debacle socio-económica andaluza, no es, en absoluto, algo meramente casual, sino todo lo contrario: esta situación es, ni más ni menos, que la consecuencia directa de las relaciones estructurales de dependencia colonial establecidas entre la economía española y la andaluza.

Digo más, de tal fuerza es la situación de dependencia de la economía andaluza respecto de la economía española, que cualquier modelo de análisis colonial centro-periferia que pudiéramos utilizar como marco de análisis económico quedaría plenamente satisfecho, de ahí la irremediable correlación directamente proporcional de factores mencionada. Esto es, si la economía andaluza está plenamente condicionada por el desarrollo de la actividad capitalista en el marco global del estado español, si sus principales fuentes de recursos económicos están en manos de empresas españolas, si su papel sigue siendo, ayer como hoy, el de la especialización económica en la exportación de materias primas y el flujo incesante de mano de obra barata hacia el exterior, si las principales industrias del territorio siguen siendo propiedad del capital privado extranjero, si las empresas no andaluzas que operan en Andalucía siguen especializándose en la exportación de sus productos industriales hacia otros mercados aprovechando el bajo coste de producción asociado con el pago de bajos salarios a los trabajadores autóctonos, si, en consecuencia, el excedente de capital que se genera en esta tierra mediante la fuerza de trabajo del pueblo andaluz sigue engordando mayoritariamente las arcas de los capitalistas extranjeros, es lógico y normal que a medida que estos factores económicos capitalistas no andaluces entran en crisis, el primer lugar donde se sufran tales consecuencias sea en Andalucía.

Si además la precariedad laboral es muy superior en Andalucía que en el resto del estado (lo cual facilita los procesos de despidos masivos de trabajadores), si el mercado de bienes y servicios interior está capitalizado en su inmensa mayoría (el 90% de los productos ofertados) por empresas extranjeras, si las principales fuentes de crecimiento económico impulsadas por las políticas públicas llevadas a cabo por los partidos políticos capitalistas-españolistas que gobiernan en la practica totalidad del territorio andaluz han sido el fomento de la burbuja inmobiliaria (repleta además de relaciones económicas también capitalizadas por empresas no andaluzas: grandes constructoras, grandes bancos, grandes inmobiliarias, etc.) y la tendencia progresiva hacia la especialización de nuestra economía en el sector turístico (un sector plenamente condicionado por la situación económica general, al ser un negocio principalmente vinculado con actividades de ocio, y que, además, igualmente ha estado preso de los grandes tour operadores internacionales y las macro-empresas turísticas españolas), no habría hecho falta ser un premio nobel en economía para entender que, a poco que la situación económica española se viniese abajo, el pueblo andaluz sería el primero en sufrir sus dramáticas consecuencias. Esto es algo, como digo, simplemente inherente al propio funcionamiento del capitalismo en el marco estructural del estado español: Andalucía es plenamente dependiente en su desarrollo económico del crecimiento económico general del estado español, y dentro de tal dependencia inherente, como es lógico, cuando la economía de la metrópoli se paraliza, la economía de la colonia se hunde. No hay otra salida.

II

Pero, evidentemente, esta dependencia de Andalucía respecto de España no es algo tampoco que se haya generado de manera azarosa, o surgido así como así de la noche a la mañana, sino que, muy al contrario, como toda relación económica de dependencia que se tercie entre dos economías determinadas, es la consecuencia directa de un proceso dialéctico e histórico donde intervienen multitud de factores, desde los puramente económicos, a los políticos, los militares, y, por supuesto, los sociales.

Las relaciones de dependencia, al fin y al cabo, no son más que construcciones económico-sociales impuestas por las clases dominantes de las metrópolis a los territorios colonizados política, militar y económicamente, y que, a la larga, acaban contando con el apoyo de las élites económicas locales para su mantenimiento y perpetuación en el tiempo. Es decir, las relaciones de dependencia económica no son, ni más ni menos, que los mecanismos políticos, económicos y sociales establecidos por las élites colonizadoras para asegurarse el control del excedente económico generado por la actividad productiva de la colonia, una actividad que finalmente acaba quedando plenamente condicionada por la relación establecida con la economía de la metrópoli, tanto desde el punto de vista del intercambio de recursos económicos, como desde el punto de vista de las relaciones a nivel de compra-venta de productos y materias primas, los flujos de renta y los intercambios de fuerza de trabajo y de tecnología.

En virtud de tal relación, la metrópoli pasa a ser, por activa o por pasiva, el gestor económico principal de la economía de la colonia, a cuya actividad somete a una explotación y un escarnio constante. Incluso la planificación sectorial de la economía de la colonia, así como la gestión de sus recursos humanos, pasa a depender de la actividad general desarrollada por la economía de la metrópoli. Visto así, el caso andaluz no es diferente en su desarrollo y perpetuación de esta dinámica acaecida igualmente en tantos otros lugares del planeta. Es tan sólo un caso más entre muchos.

III

De alguna manera, al igual que los diversos teóricos que formularon sus teorías neo-marxistas de la dependencia para explicar el subdesarrollo de los países empobrecidos del tercer mundo situaron el origen del mismo en las relaciones coloniales-imperialistas del siglo XIX, en el marco de análisis dialéctico del pueblo andaluz podríamos situar el origen de tal situación de dependencia y subdesarrollo en la conquista cristiana de Andalucía, comenzada en el siglo XIII en los reinos del oeste andaluz y concluida en 1492 con la conquista del reino de Granada. Con ella, las fértiles tierras andaluzas, que antaño fuesen propiedad de los campesinos andalusís, pasaron, por derecho de conquista, a engrosar las propiedades privadas de toda una serie de señores de la guerra que habían ayudado a los reyes españoles en su proceso de conquista de los territorios andalusís. Esto vendría a ser, según diversos autores importantes, el origen del latifundio en Andalucía, una realidad socio-económica que perdura hasta nuestros días en buena parte del territorio y que a la postre pasaría a ser un factor determinante en todo el proceso histórico del desarrollo de la economía andaluza en el marco de la realidad estatal española.

Existe además también un amplio consenso entre historiadores y economistas de toda clase a la hora de situar en el latifundio una de las causas centrales en el origen del subdesarrollo andaluz. Es decir, una vez los ciudadanos andaluces fueron desposeídos de sus tierras (y en muchas ocasiones obligados, a golpe de decreto, a abandonar su país), una nueva clase dominante se asentaba sobre Andalucía: la clase terrateniente (a la sazón única clase verdaderamente burguesa andaluza existente durante prácticamente los más de siete siglos que van desde el inicio de la conquista hasta la fecha). La fértil tierra andaluza pasaba así a manos de los intereses privados de unas pocas familias de origen no andaluz, que a raíz de ello se constituirían también como elementos políticos centrales en el devenir de la realidad social andaluza. Los vínculos económicos de estos señores feudales con la nobleza española de la cual dependían jurídica y militarmente, así como el ferviente negocio generado ya desde principios del siglo XVI en base a la exportación de productos agrícolas provenientes de estos terrenos fértiles y dirigidos hacia los nuevos territorios de ultramar (cuyos pingues beneficios vendrían a caer en manos de los propietarios de tales tierras), se constituyen pues como los primeros pasos recorridos en la práctica por el proceso de construcción de la dependencia de la economía andaluza en relación a la economía colonial española.

Por otro lado, no debemos olvidar tampoco aquí el papel central que el clero español jugó en todo este proceso también en un primer momento como receptor original de grandes propiedades de tierras andaluzas, y que posteriormente, mediante los conocidos procesos de desamortización, pasaron igualmente a manos de estos primeros nobles terratenientes, al ser estos señores terratenientes los únicos capacitados, gracias a la acumulación de capital generada por la actividad de sus propiedades latifundistas durante los siglos anteriores, para poder hacer frente a la compra de las tierras puestas a la venta por las instituciones públicas. Se cerraba así el círculo de la propiedad latifundista andaluza, caída en manos de una serie de señores que para nada tenían interés alguno en el desarrollo de la industria en Andalucía. Estos terratenientes necesitaban de la mano de obra jornalera para trabajar sus tierras, algo incompatible con el flujo migratorio que va desde el campo a la ciudad y que es propio de los procesos de industrialización en todo el mundo (si la mano de obra se iba a la ciudad a trabajar en la industria naciente, ¿quién trabajaría las tierras de los latifundistas?), lo cual servía de freno al desarrollo de proyectos industrializadores en el territorio, pues la burguesía local terrateniente (única con capacidad para el fomento de las actividades económicas en la zona) para nada estaba interesada en el desarrollo de otro sector económico en Andalucía que no fuese el modelo agrícola tradicional que ellos dominaban a su antojo. El subdesarrollo industrial en Andalucía era para ellos el sustento que labraba sus tierras y recogía sus cosechas.

A raíz de aquí, el desarrollo de la industria en Andalucía quedó plenamente paralizado hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. La escasa industria que se generaría antes de esa época, como puede ser el caso de la industria del vino en Jerez, Sevilla, Málaga, etc., sería una industria relacionada con esta actividad agrícola latifundista e insertada en unas relaciones económicas dependientes de la propiedad latifundista y de la inversión de capital extranjero en Andalucía. Aún así, hubo un primer intento de industrialización temprana de Andalucía. Los primeros Altos Hornos que se abrieron en el estado español, por ejemplo, se ubicaron en la provincia de Málaga, los Altos Hornos de la Constancia (1831). Junto a ellos, se abrieron industrias similares en la serranía de Ronda o Marbella. Poco después se fueron abriendo plantas de este tipo en los territorios del norte del Estado. En consecuencia, los Altos Hornos andaluces no tardarían en cerrar sus puertas.

La razón oficial esgrimida fue la falta de mineral y de carbón en las inmediaciones de las plantas andaluzas, algo que supuestamente paralizaba y dificultaba la actividad de las plantas. Pero la realidad era otra bien distinta: los intereses económicos de la burguesía norteña, así como la reducción de costes asociada a la implantación de las nuevas plantas en los territorios norteños, pudieron más para los intereses económicos del Estado que el interés económico del pueblo andaluz. La posibilidad de exportar los productos mineros vascos a Inglaterra, e importar de vuelta en los mismos barcos carbón o acero inglés, salía mucho más rentable para la economía del Estado que el tener que desarrollar toda una infraestructura de explotación minera en Andalucía, donde se concentraban igualmente grandes cantidades de mineral (especialmente plomo, hierro, cobre, etc.) que bien podrían haber sido utilizadas para la consolidación del proceso de industrialización en Andalucía, pero que fueron desdeñadas en un primer momento en favor de los intereses de esos otros territorios del Estado y su floreciente actividad industrial. Nuevamente el pueblo andaluz debía resignarse con su papel de economía de segunda fila en el marco del Estado español.

Eso sí, posteriormente, una vez el Estado Español había despilfarrado gran parte de su capital en las guerras coloniales de ultramar, la minería andaluza, aún virgen, comenzaría a ser explotada sin cesar, desde el momento en que fue puesta en manos del capital imperialista internacional (especialmente británico). El Estado Español privatizaba así la riqueza minera andaluza, entregada a los intereses internacionales capitalistas a cambio de un poco de dinero por la concesión de las licencias de explotación y el compromiso de las empresas contratantes para desarrollar la infraestructura necesaria que hiciese factible la extracción y distribucción del mineral a lo largo y ancho de todo el mundo industrializado. Como dato significativo, decir que en 1868 el estado español era el principal productor de plomo del mundo (en su mayor parte extraído en Andalucía), pero la inmensa mayoría de las empresas explotadoras de este mineral en España eran de capital imperialista no español. España puso pues la riqueza minera de Andalucía en manos de explotadores imperialistas, a cambio, como digo, de unas pocas migajas con las que poder sufragar sus gastos en las guerras de rapiña que venía desarrollando por todos los territorios que tenía colonizados allende las fronteras peninsulares (y a los cuales ya había saqueado vilmente durante siglos). Toda la inmensa riqueza generada por la minería andaluza se esfumaba así de Andalucía (y aun de España), en lo que, bien gestionado, hubiera podido suponer el arrancar definitivo del desarrollo económico andaluz. No hace falta recordar que estamos hablando de un periodo histórico en el cual este tipo de minerales eran fundamentales en el funcionamiento de la economía internacional, algo así como el papel desempeñado por el petróleo en la actualidad.

Pero lamentablemente para nuestro pueblo poco o nada de aquella riqueza generada por el suelo andaluz quedó en manos de la economía andaluza, sino que, muy al contrario, practicamente todo el excedente generado por la misma fue a parar a las bolsas de los capitalistas imperialistas internacionales con el consentimiento y el fomento de España, única beneficiada a nivel interno de todo el proceso de la explotación minera andaluza, una vez que por cada concesión de explotación recibía a cambio su dinero correspondiente, además de los ingresos consecuentes por materia de impuestos y otros elememntos del estilo. Con ello, la situación de dependencia de la economía andaluza respecto de la economía española no hacía sino incrementarse, en tanto y cuanto los principales recursos económicos andaluces eran usurpados y puestos en manos extranjeras, impiéndosele así a Andalucía la reinversión de la riqueza generada en pos de sus desarrollo económico, su modernización y su industrialización. La Andalucía de los terratenientes, destinada a ser la despensa de España a nivel de alimentos y de producción de materias primas de corte agrícola, se imponía ya verdaderamente como papel único de la economía real andaluza en el marco del naciente capitalismo español. La burguesía terrateniente andaluza ganaba, el Estado español ganaba, mientras el pueblo andaluz perdía por completo la capacidad de gestionar su propio futuro a medida que las bolsas de jornaleros sin tierra ( y a menudo sin trabajo ni comida) no paraban de crecer a pasos agigantados.

No es de extrañar, por tanto, que en el periodo que va desde 1850 a 1920, Andalucía pasase de ser una de las regiones más industrializadas del Estado (aunque la propiedad industrial estuviese en su mayoría en manos estatales) a ser una de las últimas en esta catalogación económica, con un nivel de desarrollo industrial 50% inferior a la media estatal de la época. Su papel en el marco global del capitalismo español, obviamente, era otro muy diferente, la dependencia sub-desarrollista era ya un hecho consolidado. Como ya he dicho, la economía andaluza pasa a ser desde este momento una economía destinada fundamentalmente a la exportación de alimentos y de materias primas de naturaleza agrícola a bajo coste, amén de un territorio dominado por los bajos salarios, el latifundio generalizado y la mano de obra poco cualificada predestinada para tomar, antes o después, el camino masivo de la emigración hacia esos otros territorios del estado (y aun fuera de él) que así lo demandaran. El capital humano andaluz pasa pues a consolidarse como un factor más para el intercambio desigual de la riqueza y de los flujos de renta entre la colonia andaluza y la metropoli capitalista española de la cual dependía.

Sin ir más lejos, a pesar de que Andalucía sirvió de base para el aprovisionamiento de materias primas destinadas a la floreciente industria textil catalana (especialmente el algodón), cuyos productos eran vendidos con posterioridad en cierta medida en la propia Andalucía, a medida que la floreciente industria catalana fue necesitando de mano de obra emigrante, millones de andaluces se vieron obligados, ante la paupérrima situación económica de buena parte de los pueblos y ciudades andaluces de la segunda mitad del siglo XX en adelante, a hacer las maletas con destino a Cataluña. Se cumplía así la máxima absoluta de la dependencia intra-estatal: Un territorio industrializado que demanda mano de obra de otro territorio que carece de sus propias infraestructuras de desarrollo económico, que, a su vez, se vuelve dependiente del primero en tanto y cuanto los trabajadores migrantes envían de vuelta al territorio gran cantidad de remesas, todo esto con la complicidad del gobierno español de la época que impulsaba la focalización industrial en determinados territorios del estado a través de los conocidos planes de desarrollo. Procesos similares se dieron respecto de otros territorios industriales del Estado, especialmente País Vasco y Madrid. Andalucía se consolida definitivamente en su papel de tierra exportadora de materias primas y mano de obra, así como receptora y consumidora de los productos generados por el sector industrial español en esos mismo territorios hacia donde iban a parar las materias primas andaluzas y su mano de obra. Es decir, la economía andaluza pasa definitivamente a presentar, ni más ni menos, la clásica estructura de economía dependiente fundamentada en un reparto desigual de los flujos de riqueza y el deterioro en los términos de intercambio con la metropoli. O, lo que viene a ser lo mismo, Andalucía entra así de pleno en la estructura centro-periferia respecto del capitalismo del Estado español y sus principales focos de industrialización y desarrollo económico.

Es decir, mientras estos focos se caracterizan por ser economías desarrolladas, con una estructura productiva diversificada y con niveles de productividad homogéneos, Andalucía se ve estancada en su proceso económico como una economía subdesarrollada, con una economía especializada en la producción de un número limitado de productos destinados a la exportación y convertida a su vez en receptora de los bienes industriales generados por estos primeros territorios desarrollados. Andalucía intercambia alimentos y materias primas por bienes industriales, mano de obra barata por productos manufacturados, exportaciones primarias a bajos precios por elaborados productos de consumo a precios elevados. Es la relación centro-periferia en su máxima expresión. No puede haber la más mínima duda.

IV

Pero no se piense el lector que tal relación de dominación colonial es algo meramente pasado. Muy al contrario, esta estructura centro-periferia, aún a pesar de la evidente modernización acaecida en la economía andaluza durante las últimas tres décadas, se sigue manteniendo tal cual en la actualidad, al menos en lo referente a las relaciones comerciales y el papel asignado a cada territorio como productor-comprador de materias primas o bienes industriales. Andalucía sigue siendo a día de hoy una economía de corte colonial para con la estructura general capitalista del Estado Español.

Andalucía, con un mercado interior en el que el 90% de los productos que se consumen no están elaborados en el interior de nuestras fronteras (frente al 68% del País Vasco y el 63% en Cataluña, por ejemplo), siendo en su mayoría productos fabricados por empresas del Estado español (cualquier andaluz puede comprobar este dato con el simple hecho de mirar la procedencia de los productos de consumo que tiene en su propia casa), con un sector financiero controlado por los grandes bancos españoles, con el negocio de los seguros destinado a engrosar las arcas de las potentes empresas españolas del sector, con unos servicios diarios (luz, teléfono, Internet, gasolina, butano, etc.) en manos de empresas españolas, con un turismo preso de los tour-operadores extra estatales y las multinacionales españolas, con una agricultura diseñada para satisfacer los intereses marcados por Europa y por el estado, con un sector de la construcción (pública y privada) dominado por empresas españolas, en definitiva, con una economía esclava y sumisa a los intereses del estado español, ¿quién puede decir que a día de hoy no siga siendo un claro ejemplo de economía inserta en una estructura colonial-dependiente según el modelo centro-periferia referido con anterioridad? Telefónica, Endesa, Repsol, La Caixa, Mercadona, el BBVA, Banesto, Iberdrola, Gas Natural, BSCH, ACS, Dragados, Sol-Meliá, NH Hoteles, Alsina Graells, RENFE, Iberia, y demás empresas españolas que hacen caja diariamente en Andalucía en sectores claves de la economía andaluza y con el dinero de los andaluces, ¿no son un claro ejemplo de colonización económica estructural? Que sólo el 2% de las empresas que cotizan en las bolsas españolas sean originarias de Andalucía, ¿no es una muestra evidente de una economía andaluza subyugada por la estructura capitalista española? Evidentemente sí, porque, siguiendo al teórico marxista brasileño T. Dos Santos "por dependencia entendemos una situación en que la economía de ciertos países está condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía a la que está sometida; [así], la relación de interdependencia entre dos o más economías, y entre éstas y el comercio mundial, asume la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes) pueden expandirse y pueden ser autosuficientes, mientras que otros países ( los dependientes) sólo pueden hacer lo anterior como un reflejo de tal expansión, la que puede tener un efecto positivo o negativo sobre su desarrollo inmediato"

¿Y no es precisamente eso lo que se deja entrever en una relación entre dos economías –la andaluza y la española- en la cual, como se apuntaba al incio de este mismo artículo, el hecho de que una de ellas entre en recesión económica es automáticamente signo inequívoco de que la otra se hunde?, ¿no es acaso cierto que la economía andaluza sólo crece en periodos de crecimiento global de la economía española y siempre manteniéndose en niveles generales de desarrollo muy por debajo de la media estatal y que, en cambio, a medida que la economía española se paraliza los efectos son instantáneos en la economía andaluza multiplicados por mucho?, ¿no es esto una evidente muestra de un modelo de desarrollo capitalista fundamentado en las relaciones centro-periferia que paraliza toda autonomía en el proceso de crecimiento económico andaluz al margen de los valores de crecimiento/decrecimiento acaecidos en España?

V

Así pues, porque, como hemos visto, la estructura existente en la economía andaluza ha sido históricamente determinada por la forma en que dicha economía se ha insertado dialécticamente en la economía capitalista española, porque además la función de la economía andaluza en el marco global del capitalismo español ha sido y es la de servir como fuente de recursos baratos para la industrialización de las zonas más desarrolladas del Estado, y porque el pueblo andaluz ha sido convertido en un mercado para la recepción de las exportaciones de bienes industriales generados en dichas zonas industrializadas estatales, a los nacionalistas andaluces de izquierdas no nos queda más remedio que creer y considerar que mientras la economía andaluza no sea capaz de acabar con esas estructuras que generan la depedencia, Andalucía se verá incapacitada por siempre para generar su propia dinámica de crecimiento económico no dependiente del crecimiento económico español.

Es por ello, evidentemente, que igualmente, como nacionalistas andaluces de izquierdas que somos, apostamos irremediablemente por la independencia de Andalucía, al entender que es ésta la única vía efectiva para recuperar el control de nuestros recursos productivos y, mediante la intervención socialista estatal, poder generar así una profunda transformación estructural de la economía andaluza que pueda ser puesta al servicio de sus clases trabajadoras, desarrollada pues para el beneficio global del pueblo trabajador andaluz y no para el privilegio de unos pocos burgueses imperialistas de Andalucía, España o cualquier otra parte del mundo. He aquí, por tanto, el fundamento objetivo principal de nuestras reivindicaciones independentistas, y que poca gente que actúe movida por la racionalidad política y no por los prejuicios ideológicos podrá considerar ilegítimo, máxime si son gentes vinculadas con la izquierda revolucionaria. En esencia no pedimos otra cosa que nuestro derecho a ser libres en una tierra libre, no queremos otra cosa que "pan, trabajo y libertad" para Andalucía como nación y para cada uno de sus trabajadores como sujetos.

VI

¿Qué además de las relaciones con la economía andaluza la economía capitalista española se inserta a su vez en un todo capitalista internacional del cual es dependiente también? Pues sí, no lo negamos, es algo evidente. ¿Qué dentro de Andalucía existen también clases dominantes autóctonas que contribuyen al proceso de colonización de nuestra economía y son tan responsables como cualquier otro factor capitalista de la dependencia estructural? Pues también es evidente. Pero que todas estas relaciones de dominación no son más que el reflejo macro y micro de la colonización económica de Andalucía por las estructuras capitalistas españolas, de eso no nos cabe tampoco ni la más mínima duda.

En Andalucía, guste más o guste menos, capitalismo es igual a España, y España es igual a capitalismo, porque es España la estructura super-ideológica que ha generado, ha permitido y ha desarrollado el saqueo y el expolio de los recursos andaluces, amén de la explotación de sus clases trabajadoras en la tierra, el mar, los campos, las fábricas, los talleres y allá donde haya hecho falta. España es por ende para Andalucía el rostro visible y tangible de la burguesía imperialista, ya sea ésta de un sitio o de otro, ya sea española o internacional, incluso ya sea la propia (lumpen) burguesía andaluza, pues toda ella ha actuado y ha operado siempre con el consentimiento y el respaldo de España como Estado, que bien supo poner sus leyes y sus políticas, cuando no directamente sus armas, su violencia y sus cuerpos de represión militares y civiles (tanto en periodos monárquicos como en etapas republicanas, recordemos si no los sucesos de Casas Viejas), al servicio de tal saqueo, del cual ha sido y es, junto a las clases burguesas explotadoras de unos sitios y de otros, el máximo beneficiado, siendo en cambio el pueblo trabajador andaluz el mayor perjudicado.

Por tanto, como andaluces de consciencia que somos, los independetistas andaluces entendemos que, en base a todo esto, la lucha por la emancipación del pueblo trabajador andaluz pasa irremediablemente por romper los lazos coloniales con España. No hay más salida. ¿Y por qué? pues precisamente porque consideramos, como ha sido expuesto en este artículo, que son las causas estructurales mencionadas y ancladas en el modelo colonial centro-periferia establecido entre Andalucía y España, ya sean tales causas analizadas desde una perspectiva diacrónica ya se haga el análisis desde una mirada sincrónica, las que generan en primera y última instancia el estancamiento de la economía andaluza y la consecuente situación socio-económica y laboral en la que se ven inmersos los trabajadores andaluces en la actualidad, con su precariedad laboral, su desempleo crónico y sus procesos migratorios continuados en el tiempo.

VII

Porque además, como suele suceder en toda relación de dependencia, España impuso su modelo capitalista en Andalucía a través de la historia a base de muchas afrentas, robos y masacres al pueblo trabajador andaluz, y porque España sigue funcionando a día de hoy bajo un marco de reproducción capitalista donde el estancamiento y el subdesarrollo andaluz es algo inherente, causal, y no meramente casual. Y porque, guste o no, vuelvo a repetir, España es para Andalucía la superestructura jurídica, política e ideológica bajo la cual la burguesía imperialista ha establecido sus redes en Andalucía y ha saqueado nuestros recursos y ha explotado a nuestro pueblo (así como lo sigue saqueando y nos siguen explotando y esquilmando).

Por todo ello, repito una vez más aun a expensas de parecer cansino, es también que los independentistas andaluces consideramos que la ruptura con España se constituye en una necesidad central para el progreso real de la economía andaluza; la indepedencia no es por tanto para nosotros un deseo, sino una necesidad inminente.

Y porque además también, aunque esto entre ya prácticamente también en el ámbito de lo simbólico, ya se cansa uno de aguantar la dominación española revestida encima de falsa solidaridad y supuestas subvenciones a Andalucía (discurso típico que tenemos que escuchar tantas veces en boca de tantas personas, andaluces incluidos), aun cuando la realidad es que España como Estado jamás nos ha aportado nada, absolutamente nada a los trabajadores andaluces, más allá de su explotación colonial, la dependencia, el subdesarrollo, el paro, la precariedad, la emigración, la usurpación de nuestra cultura y todo eso que tan bien conocemos los andaluces desde Huelva hasta Almería, y desde Cádiz hasta Jaén, nada, claro está, que no nos haya esquilmado previamente mediante su modelo de reparto desigual de la riqueza según el patrón centro-periferia establecido. Primero nos roban durante siglos, nos condenan a la dependencia, y después encima tenemos que soportar que nos llamen pedigüeños y nos acusen de ser una tierra que vive de las subvenciones del Estado. Es el colmo de la desvergüenza.

VIII

Así pues, el único camino posible para Andalucía, siguiendo una vez más a los teóricos neo-marxistas de la dependencia, es la desconexión del sistema capitalista y el socialismo. No hay más. Y esta desconexión pasa ineludiblemente por la ruptura con España, porque, como ya he dicho, España es para nosotros el capitalismo en su máximo expresión, el capitalismo encarnado en estructuras políticas y jurídicas de dominación. Es eso o continuar con el desarrollo del subdesarrollo; es eso o perpetuar la dependencia y las relaciones coloniales que tanto daño nos han causado ya a los andaluces.

Porque además también las estructuras de la dependencia centro-periferia van más allá de las relaciones establecidas entre las economías andaluza y española propiamente dichas, al darse igualmente en el interior de la propia Andalucía en virtud de su propia estructura de clases sociales, pero siempre condicionada por la relación colonial con la metrópoli española y sus intereses (con la existencia en Andalucía de una lumpenburguesía en toda regla, que acepta la dependencia de manera consciente y de mil amores, en tanto que ella misma se beneficia históricamente de tal situación y saca grandes réditos por ello, como ya se pudo ver con el ejemplo de las clases burguesas terratenientes).

Y porque además, por último, si todo lo anterior no fuese ya suficiente, el modelo de desarrollo económico impuesto sobre Andalucía por el capitalismo colonial español fomenta el desarrollo de los localismos burgueses y da alas a rivalidad insana y la competencia estúpida entre ciudades hermanas, en base a una reproducción interior del modelo centro-periferia (centralización en la capital de Andalucía, centralización en las capitales de provincias, centralización en las capitales comarcales y así sucesivamente) que está afectando de manera decisiva al progreso económico y político de Andalucía. De la misma forma que la capital andaluza se convierte en satélite para la metrópoli española en el modelo capitalista español, este satélite pasa a ser metrópoli de las capitales provinciales satélites, que a su vez son metrópolis con sus propios satélites; y así sucesivamente mientras se va configurando una cadena de constelaciones metrópolis-satélites que relaciona todas las partes del sistema y que está destrozando la lucha común del pueblo trabajador andaluz en pos de la defensa de sus intereses de clase, tal y como advirtiese A.G. Frank (otro teórico neo-marxista de la dependencia) que ocurría siempre en todas las economías dependientes, y que efectivamente así se puede constatar en el día a día de la realidad económica andaluza. En todo este entramado se va dando una progresiva relación de extracción del excedente por parte de la metrópoli, en tanto que cada zona periférica ve como sus recursos son absorbidos por el centro en torno al cual orbita, y así sucesivamente hasta llegar a la extracción del excedente por parte de la metrópoli superior: España. Vengan a Andalucía y pregunten a los habitantes de los pueblos sobre los favores políticos e institucionales a la ciudad capital de comarca, luego hagan lo propio con los habitantes de la capital comarcal respecto de la capital provincial, después vuelvan a hacerlo con los habitantes de las capitales provinciales en referencia a la capital de la comunidad, y verán si se reproduce o no el modelo de constelaciones planteado y como es percibido tal modelo por la población local.

IX

Es por todo lo dicho que, en realidad, los independentista andaluces no somos ningunos nacionalistas insolidarios y anti-internacionalistas como suelen decir con frecuencia desde círculos ideológicos especialmente vinculados con la izquierda española, sino que tan sólo queremos con nuestros planteamientos ideológicos recuperar lo que por derecho nos pertenece a todos los andaluces, es decir, el control de nuestros recursos económicos y la independencia de nuestro desarrollo económico para ponerla al servicio de nuestro pueblo y generar así las condiciones necesarias para la emancipación económica, social y laboral del mismo. Y a partir de aquí, por supuesto, que viva la confederación de naciones ibéricas, la república socialista europea o la unión revolucionaria mundial, pero desde la base de la igualdad y la libertad de los pueblos, de las relaciones de solidaridad entre iguales y de la circulación justa de la riqueza, que desde luego no es lo que España ha dado, ni dará nunca, a Andalucía, sino todo lo contrario.

Son estos, por tanto, los principales motivos objetivos sobre los que descansa el nacionalismo independentista andaluz, que en realidad, visto así, más que un nacionalismo, es un motor ideológico y razonado para la aplicación de la lucha de clases en un marco económico capitalista concreto, con una realidad y una dialéctica histórica concreta, que no se puede negar y que, por más que se empeñen los españolistas de izquierdas, no se va a resolver por arte de magia en cuatro días con una supuesta república socialista española, así, sin más. Lo siento, pero hace ya mucho tiempo que a los independentistas andaluces nos empezaron a aburrir los cuentos cuyo final ya conocemos de carrerilla. Y el final que acaba por tener Andalucía en su relación política y económica con España es siempre el mismo desde hace 7 siglos a esta parte. Ya lo conocemos, ya basta.

Y bueno, ya que al comienzo de este artículo empecé con una frase que decía así: “Cada vez que España tose, Andalucía se pilla una pulmonía”, quiero terminar ahora con otra frase que también he oído frecuentemente en algunos círculos nacionalistas andaluces, y que dice así: "El día que Andalucía grite, a España le revientan los oídos". Pues eso, que no se olviden en España que por más callados y sumisos que parezcamos los andaluces respecto de la dominación española y sus virus, igual en una de estas pulmonías nos da por gritar y a España y su tos le revientan para siempre los oídos. Tiempo al tiempo.


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