sábado, 25 de abril de 2009

La polémica social como estrategia publicitaria en la Iglesia Católica actual


Llegados a este punto, podemos concluir que en el terreno de las recomposiciones individuales y comunitarias de la modernidad y dentro del mercado religioso con opciones múltiples para el consumidor, las diversas versiones religiosas -establecidas o tradicionales y innovadoras, oficiales y heterodoxas, mayoritarias y minoritarias, legitimadas y no legitimadas- se distribuyen la oferta de estructuras ideológicas y organizativas, de imágenes de identidad y de bienes simbólicos de salvación. Y se distribuyen también diferentes grados de transigencia, exigencia y transparencia según los casos particulares antes que según las etiquetas o el reconocimiento social. Por otro lado, la situación de competencia, el conflicto de intereses y los procesos de construcción de imágenes sociales y de estigmatización que suelen aparecer en este marco, han de hacernos pensar sobre todo en términos de relaciones de poder (como decían Berger y Luckmann, la confrontación de universos simbólicos alternativos siempre supone un problema de poder) y de lucha social por la legitimidad religiosa”[1].

I

En un mundo consumista-capitalista que vive de facto como si Dios no existiese, los espacios públicos reservados en exclusividad para la Santa Madre Iglesia tienden progresivamente a la desaparición. Si bien es cierto que en el mundo occidental-católico los fieles se siguen contando por millones, al menos en lo que al número de personas bautizadas se refiere, a nadie se le escapará que las prácticas cotidianas asociadas con esta religión tienden poco a poco a la marginalidad, en especial en lo referido a las conductas mayoritarias de los ciudadanos y ciudadanas. Muchos son los que se declaran católicos de puertas para afuera, pero pocos, muy pocos respecto de total, los que practican de manera consecuente los ritos y creencias vinculados con esta doctrina eclesial. Desde el amplio espectro de los auto-denominados creyentes pero no practicantes, hasta el no menos numeroso campo de los practicantes cuya conducta para con sus creencias se limita al acto formal de asistir a misa al menos una vez por semana, pero sin llevar a cabo con posterioridad un escrupuloso respeto por las principales pautas morales derivadas de la doctrina católica que dicen profesar (amar a Dios por encima de todas las cosas, amar al prójimo como a uno mismo, no mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, no usar ningún tipo de método anticonceptivo, dar de comer al hambriento y de beber al sediento, condenar la usura, no caer en la tentación de alguno de los principales pecados capitales: Lujuria, gula, avaricia, envidia, pereza, ira, soberbia, etc.) parecen ser igualmente millones los creyentes católicos que para nada viven en su práctica cotidiana temerosos de su propio Dios, sino que, muy al contrario, parecieran ellos mismos haberlo dejado completamente de lado, convertido en un mero formalismo ideológico al cual recurrir únicamente en caso de necesidad, pero al que se obvia y olvida el resto del tiempo. Reales, reales, verdaderamente creyentes y practicantes, pocos católicos quedan ya en occidente. Estamos pues dentro de lo que diversos teólogos, antropólogos y sociólogos de la religión han calificado como la época de la “religión a la carta”.

II

Religión a la carta es un concepto introducido en el debate sociológico de la segunda mitad del siglo XX por autores de prestigio como Berger y Luckmann, que viene a hacer referencia a esa actitud que parece haberse extendido entre los ciudadanos que se declaran creyentes (en el amplio sentido de la expresíon, no determinado necesariamente por la pertenencia a una religión o práctica concreta), los cuales toman del amplio espectro de la oferta religiosa existente los preceptos que le parecen más adecuados a su propia existencia cotidiana, dejando a un lado aquellos que no le parecen oportunos, aun cuando estos preceptos rechazados puedan ser puntos esenciales en la doctrina que dicen procesar. Digamos que es una forma de hacerse una religión al gusto del consumidor, como aquel comensal que entra en un restaurante y selecciona aquellos platos de la carta del mismo que le parecen más acordes con su posibilidades y gustos, dejando a un lado los demás, bien por no ser de su agrado en ese momento concreto, bien por no poder pagarlos. El resultado final puede ser una mezcla de varios ingredientes y condimentos de las diversas tradiciones religiosas y para-religiosas existentes, o bien una elección fundamentada en el núcleo central de creencias de alguna de esas tradiciones ya existentes, pero depurada de aquellos preceptos morales o rituales que no son del agrado del sujeto elector. Por ejemplo, el caso de un creyente que se declara convencido de la existencia de un Dios monoteísta, pero a su vez está convencido de la existencia de la reencarnación, o aquel individuo que se declara católico pero no tiene problema alguno en mantener relaciones sexuales antes del matrimonio o utilizar algún tipo de medio anticonceptivo durante las mismas. Ustedes mismo podrán completar la lista de ejemplos sin demasiada dificultad con solo mirar a aquellas personas que se declaran creyentes a su alrededor.

III

El resultado de esta dinámica de elección a la carta lo tenemos también de manera visible en la aparición de lo que estos mismos autores han denominado como un “mercado de lo religioso”, donde en un marco de pluralismo religioso la diversidad de creencias existentes compiten entre sí para poder llegar con la mayor fuerza posible al consumidor de lo religioso, asegurándose así, aunque solo sea de manera parcial, la adhesión del mayor número posible de sujetos a los productos morales o rituales por ellas ofertadas. Esto quiere decir que en Occidente, desde que la religión dejó de ser un elemento integrado en la esfera de lo público para convertirse en un componente de lo privado, las alternativas religiosas se han convertido en un verdadero producto de mercado, al cual han de llegar los potenciales clientes a través de sí mismos o del encuentro con los demás. Ya no existe una única religión ligada al Estado que tenga el monopolio exclusivo en temas morales y la capacidad exclusiva -amparada por ley- de llegar a los sujetos de nuestras sociedades, si no que, desde su estricta libertad, es el sujeto quien escoge, reflexivamente o no, la religión a la cual abrazarse de entre las múltiples posibilidades que se le plantean a su alrededor, entre ellas la propia irreligiosidad[2], y ya sea ésta una religión tradicional, ya sea alguno de los “nuevos movimientos religiosos” emergentes o ya sea simplemente una “religión a la carta” diseñada y determinada por él mismo. En este panorama, la publicidad de lo religioso, al igual que ocurre con la publicidad en cualquier otro mercado que se tercie, se convierte en un elemento fundamental para poder llegar de manera efectiva a los potenciales consumidores del producto ofertado por las diversas creencias existentes. Tan sólo aquellas ofertas conocidas por el consumidor podrán tener la capacidad de expandirse entre los creyentes, y a mayor número de sujetos conocedores de la existencia de tal oferta religiosa, mayor capacidad potencial tendrá esa oferta para mantener constante un número de fieles significativo, y con ello, que al final es de lo que se trata como con todo otro producto ideológico que se tercie, un cierto peso y capacidad de influencia dentro del orden socio-económico general.

IV

Evidentemente, en nuestra sociedad actual son las religiones mayoritarias las que gozan de un mayor conocimiento entre los potenciales consumidores de lo religioso, y en especial aquella religión que ha sido por siglos la religión tradicional y practicada de manera mayoritaria por los creyentes de estas tierras, el cristianismo. Pero eso no implica, en absoluto, que sea ésta la religión mayoritaria hoy entre los fieles occidentales. Muy al contrario, en la actualidad el cristianismo se ha visto completamente superada por la nueva religión de masas del siglo XXI: el Consumismo-capitalismo[3]. Una religión ésta, que aunque sin Dios sobrenatural reconocido, ha sido capaz de acaparar y dar respuesta a las principales exigencias subjetivas demandadas por los creyentes a las religiones tradicionales durante milenios: las orientaciones de sentido vital y las conductas éticas necesarias para llevar una vida acorde con los valores mayoritarios de la sociedad.

V

Si bien debemos situar en las revoluciones liberales acaecidas en el mundo occidental a finales del siglo XVIII el origen de esta progresiva sustitución del cristianismo por el consumismo-capitalismo como religión mayoritaria, ya que a través de ella se sentaron las bases necesarias para que la religión cristiana fuese paulatinamente perdiendo espacios de dominio público, tanto a nivel de las regulaciones jurídicas existentes, como a nivel de la capacidad directa para llegar a las nuevas generaciones a través del proceso de socialización, es con la transformación dada en la segunda mitad del siglo XX desde un capitalismo de base principalmente productiva a un capitalismo de consumo, cuando, a raíz de las propias necesidades económicas del sistema, emerge un nuevo modelo social de orientaciones vitales y comportamientos éticos que acaba por desbancar por completo al modelo de inspiración cristiana, precisamente por estar fundamentado en unos criterios antagónicos con las pautas centrales del cristianismo. El capitalismo de consumo exige un individuo cuya orientación vital esté determinada por la competitividad, el egoísmo y el individualismo extremo, pues son esos precisamente los principios que rigen a nivel global la sociedad de mercado y sus necesidades económicas, unos valores muy alejados de los postulados de amor al prójimo, la solidaridad y otros elementos centrales en el cristianismo. Así mismo, el capitalismo de consumo exige ante todo la existencia de un individuo consumista, un individuo al cual introducir de pleno en la dinámica de constante producción y venta necesaria para mantener al alza la economía consumista-capitalista, en una renovación constante del ciclo consumista que sostiene el crecimiento de los beneficios económicos de los poseedores de los medios de producción capitalista. Esto a su vez implica la conversión de la sociedad en una sociedad de naturaleza hedonista y constantemente sumergida en una filosofía del Carpe Diem. Si el mercado necesita de una continua emisión de nuevas necesidades sociales, si necesita de una continua venta de nuevos productos asociados a unos determinados componentes simbólicos, es lógico que la filosofía del placer inmediato, así como la de vivir intensamente el momento, se abran un hueco predominante en la acción moral de los individuos. Muchos son los productos etiquetados de manera simbólica como "placenteros", y muchos aquellos que sólo cobran un sentido de valor simbólico mediante su uso fugaz y ajustado al momento concreto de las exigencias del mercado y las expectativas sociales. Esta ética del hedonismo y el Carpe Diem es por definición una ética antagónica con los valores éticos propugnados por el cristianismo, fundamentados éstos en la contención del deseo, la afirmación de lo espiritual frente a lo terrenal y el no dejarse arrastrar por la tentación de lo pecados capitales, tales como la lujuria o la gula tan presentes en la filosofía publicitaria y existencial del capitalismo-consumismo.

VI

Si a todo lo dicho le sumamos el hecho innegable de un capitalismo-consumismo, en tanto que sistema de valores existenciales y morales, capacitado para llegar a todos los individuos del mundo occidental a través del propio proceso de socialización de los mismos, ya desde el ámbito familiar o la escuela y fundamentalmente a través de los omnipresentes medios de comunicación y la poderosa publicidad mercantil, y un cristianismo cada vez más desplazado de las instituciones públicas, sin prácticamente control alguno de los principales medios de comunicación y con una existencia casi residual en el global del proceso de socialización de los niños entre su propio grupo de iguales o las instituciones académicas públicas, el resultado es claro: en el actual mercado religioso el consumismo-capitalismo parte con una ventaja abismal respecto del cristianismo a la hora de acercar nuevos fieles hacia sus planteamientos y postulados; sus creencias, sus mitos y sus planteamientos morales y existenciales. En consecuencia, guste más o guste menos a los cristianos practicantes, en la situación actual el cristianismo se ve completamente incapacitado para poder competir en igualdad de condiciones con el capitalismo-consumismo. Con lo cual el único camino que le queda al cristianismo en este contexto para no auto-inmolarse, es la conciliación con el consumismo-capitalismo o, lo que viene a ser lo mismo, descartar la posibilidad de un enfrentamiento directo con el mismo y aprovechar los espacios morales o existenciales que aún perduran en la sociedad actual consumista-capitalista y mediante los cuales poder encontrar nuevas vías para expandir sus armas propagandísticas y mantener activo el discurso cristiano de cara al global de la sociedad. La idea no es devolver al cristianismo a un espacio hegemónico dentro de las creencias morales y existenciales de la sociedad, sino mantener al cristianismo en el candelero mediático y con ello no perder los espacios de poder e influencia que aún conservan en el global de la estructura socio-económica vigente.

VII

Es por ello que las diversas creencias religiosas cristianas en general, y la Iglesia Católica en particular, están abonadas desde hace décadas a la polémica social, sabedoras del potencial propagandístico que este tipo de debates tienen de cara al global de la sociedad. En cualquier polémica social que puedan meter la cabeza, allí está la Iglesia, y especialmente en aquellas donde se pueda encontrar un componente moral vinculado de una u otra manera con la tradicional doctrina católica en aspectos morales: el aborto, el matrimonio homosexual, el uso de métodos anticonceptivos, la investigación con células madre, etc. por decir algunas de las más recientes, o como antes ya ocurriese igualmente con el divorcio, las parejas de hecho, la maternidad fuera del matrimonio, etc. Es ahí, precisamente ahí, donde la Iglesia católica ha encontrado un filón para mantenerse contantemente presente en el panorama mediático consumista-capitalista. La polémica social en aspectos morales es el verdadero arma propagandística de la Iglesia Católica actual, mediante el cual mantenerse siempre visible de cara a la ciudadanía en medio de un ambiente mediático y sociológico general que le es completamente antagónico. Son temas estos donde el consumismo-capitalismo, al no tratarse de temas centrales para el funcionamiento de la economía capitalista, no tiene la plena hegemonía y, por tanto, la tradicional influencia del catolicismo sigue teniendo gran peso entre buena parte de la ciudadanía. Fomentar la disputa en estos temas garantiza a la Iglesia seguir manteniendo viva su presencia tanto en el escenario mediático general, como en la consciencia de millones de ciudadanos/as, al tratarse de temas donde sigue existiendo una gran polaridad social en base precisamente a los juicios de valor defendidos por siglos o décadas en la doctrina católica, una polaridad expresada fundamentalmente a nivel simbólico entre aquellos que siguen dejándose embaucar por los postulados defendidos en la teología católica y aquellos que se mueven en unos criterios más progresistas, cientificistas y acordes a la moral liberal emanada de las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX.

VIII

Así pues, que a nadie le extrañe que el discurso de la Iglesia Católica en estos temas parezca ir siempre más encaminado hacia la sociedad en su conjunto que hacia sus propios creyentes, tal y como debería ser lo apropiado según la naturaleza laicista que nos envuelve. Eso de querer convertir en delito aquellos quebrantamientos de la ley moral de la Iglesia que como tales no deberían ser más que pecados, en realidad no deber ser visto como una presión política con la que atacar y combatir la naturaleza laicista del Estado (que también), sino principalmente como una mera estrategia publicitaria con la que aprovechar los pocos espacios morales y existenciales, mediáticos y propagandísticos, que en la actualidad no son dominio hegemónico del sistema de valores morales y existenciales consumista-capitalista, y con ello poder seguir manteniendo el discurso católico en el candelero y asegurar cuando poco el poder y la influencia que, a pesar de todo, sigue manteniendo la Iglesia Católica en el mundo capitalista, que no es precisamente poco en cuanto a privilegios políticos y económicos se refiere. Y por eso es también que las vallas publicitarias de la actual campaña de la Iglesia Católica en contra del aborto me parecen a nivel simbólico mucho más realistas que cualquiera de las homilías anti-abortistas que puedan verter en alguna de sus iglesias o catedrales. Mientras estas son únicamente para degustación de los fieles ya convencidos, aquellas son de pretendida influencia general para todos y cada uno de los potenciales consumidores de lo religioso inmersos en el mercado de ídem y con aspiraciones de hacerse su propia religión a la carta, aún cuando en esencia sean ya adeptos convencidos de la religión mayoritaria de nuestros días: el consumismo-capitalismo. Esperemos que a partir de ahora opten más por las vallas publicitarias, y menos por los discursos políticos a los que tan acostumbrados nos han tenido por tanto tiempo. Sería un alivio, además de ser, como digo, mucho más realista según la situación real de la Iglesia Católica en la actual sociedad religiosa consumista-capitalista.

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[1] Jaume Vallverdú. Universidad Rovira i Virgili, Tarragona, “Mercado religioso y movimientos carismáticos en la modernidad”, en Gazeta de Antropología, Nº 17, 2001 Texto 17-22, Universidad de Granada, Granada, Andalucía.

[2] Pedro Antonio Honrubia Hurtado, ¿Nos está el Papa vendiendo religión en sus discursos teológicos?, Rebelion.org, 08-10-2006

[3] Pedro Antonio Honrubia Hurtado, “CONSUMISMO-CAPITALISMO, LA NUEVA RELIGIÓN DE MASAS DEL SIGLO XXI”, http://www.pedrohonrubia.com/2.html

miércoles, 15 de abril de 2009

Obsesión por Chávez en El País de la impunidad y el golpismo


Desde luego, de no ser porque todos conocemos el trasfondo político-económico que se esconde tras ello, el seguimiento que el diario El País viene manteniendo respecto del presidente Hugo Chávez en la última década sería susceptible de un análisis psicológico en profundidad, ante el manifiesto comportamiento obsesivo-compulsivo que se desprende con toda evidencia del mismo. Visto en perspectiva, parece mentira que el presidente de un pequeño país de poco más de 26 millones de habitantes, que hace tan sólo diez años apenas si alcanzaba a ser conocido en el Estado Español por la belleza de sus mujeres, el dramatismo de sus telenovelas y por haber sido uno de los destinos preferidos de la emigración estatal hacía América Latina en el siglo XX, de la noche a la mañana pasase a ser el centro de la política internacional para buena parte del periodismo capitalista español, por más que el triunfo electoral de Chávez supusiese un cambio de rumbo en la tendencia neoliberal a la que parecía abocada sin remedio la región. Aún hoy sigue siendo difícil comprender, si dejamos a un lado el profundo temor que la burguesía mundial siente por todo proceso revolucionario que se tercie, como es posible que el gobierno de un país como Venezuela, que ni es una potencia mundial ni tiene pretensiones de serlo, que jamás a invadido otro Estado ni ha tratado de colonizar los recursos económicos de los pueblos más allá de sus fronteras, acapare noticias y editoriales prácticamente a diario en los medios españoles, muy por encima incluso de la cobertura global que se le da a países hegemónicos.

Con la excepción hecha de los EEUU, Venezuela es, sin duda alguna, el país del mundo que más cobertura mediática recibe en la sección de política internacional de los medios españoles, muy por encima de cualquier otro país de América Latina, e incluso muy por encima de los principales países de la Unión Europea o de potencias mundiales como Rusia, Japón, China o India. Comparar, por ejemplo, la cobertura informativa que los medios españoles dan a Venezuela en relación a algunos países miembros de la Unión Europea, especialmente a los países provenientes del Este continental, es simplemente sorprendente. Todo ello a pesar de que se supone que con estos países europeos estamos compartiendo un mismo marco político-económico en el cual los acontecimientos políticos y/o económicos que en ellos acaeciesen deberán afectarnos de manera directa de una u otra forma, aunque solo sea por el modo en como se deben repartir los fondos europeos destinados a la financiación del proceso común de integración, mientras que los únicos lazos que nos unen con Venezuela son los que se desprenden de un pasado colonial de explotación y saqueo de los recursos autóctonos, así como algunos otros referidos a los nuevos mecanismos de neocolonización económica aplicados de manera sistemática por las grandes empresas españolas que operan en la zona. Teniendo en cuenta solamente la ediciones en prensa escrita e internet de los cinco principales diarios españoles, todas las semanas se publican como mínimo del orden de unas 10 o 20 noticias, artículos o editoriales referidas a la actualidad venezolana, mientras que la información referente a estos otros países europeos apenas si aparece a cuentagotas, siendo totalmente inexistente durante semanas enteras.

Así pues, por más que alguien nos lo quisiese explicar racionalmente, resulta difícil entender esta obsesión que los medios españoles tienen con Venezuela, salvo que aceptemos la idea de que lo que prevalece en estas continuas coberturas mediáticas no es el afán informativo si no la estrategia político-económica, el terrorismo mediático y la guerra de cuarta generación. Cuando uno se va a un análisis de estas publicaciones y comprueba que prácticamente el 100% de ellas hacen alusión, de una u otra manera, al gobierno venezolano (es de creer que en Venezuela hay una vida social y cultural más allá del gobierno, de la oposición y de la política en general), la suposición se convierte en una verdad. Y cuando, tras profundizar aún más en ese análisis, comprobamos que el 100%de esas informaciones sirven para atacar, desprestigiar, humillar o ridiculizar a Chávez, su gobierno o el movimiento bolivariano en general (en lo que en otro artículo he venido a llamar como “pesca de arrastre mediática”[1]), la verdad se convierte en verdad absoluta, innegable.

Pero, si bien es cierto que todos los medios capitalistas españoles se mueven en esta misma línea editorial estratégica (tal vez con la puntualización del socialdemócrata Público, que al menos muestra algo más de pluralidad sin dejar por ello de moverse en los mismos márgenes), es el diario El País el que se lleva la palma. Lo de este diario con Chávez de verdad que no es normal. Es obsesión, pura obsesión. No pasa una semana sin que saquen algún tipo de publicación referida a Venezuela que no haga temblar los cimientos de la ética periodística más elemental. Desde los mismos comienzos de la revolución bolivariana, el diario El País se convirtió en el principal enemigo de Hugo Chávez allende las fronteras venezolanas y aun con tanta virulencia como los propios enemigos internos de la revolución bolivariana o más. Desde entonces, noticias, artículos y editoriales han sido publicados de manera continua siempre en una misma dirección, sin cesar las hostilidades en ningún momento, es más, aumentando el tono de las mismas según las circunstancias políticas del país se iban recrudeciendo. El último ejemplo lo podemos encontrar en el editorial publicado el pasado domingo 12 de abril bajo el título “El rumbo de Chávez[2]”. Desde luego, la elección de la fecha no es ningún casual, justo cuando se cumplen siete años de los acontecimientos de abril de 2002, y prácticamente coincidiendo en fecha con aquel otro glorioso editorial (“Golpe a un Caudillo”, 13-04-2002), en pleno golpe de Estado fascista, que ha quedado para la historia de las inmundicias periodísticas de mayor calado, y que curiosamente ha sido eliminado de la hemeroteca o­n line del diario[3] (lo pueden encontrar aquí[4]).

No entraré aquí a desentrañar las patrañas esgrimidas por el diario El País en su nuevo y brillante editorial, algo que ya ha hecho de manera más que acertada Javier Adler[5], en un interesante artículo publicado en la tarde del domingo en Kaosenlared.net y al día siguiente en Rebelión.org. Simplemente, a modo de complemento del artículo del compañero, me limitaré a señalar el trasfondo que subyace bajo las líneas explícitas del editorial, un trasfondo que viene siendo el mismo desde hace diez años, pero que, aún así, no debe dejar de escandalizarnos. En concreto, son tres los aspectos que se dejan ver de manera significativa en la estrategia mediática marcada por El País en este editorial, una estrategia que se repite periódicamente en toda su línea periodística: 1) El irrespeto por la democracia venezolana y sus instituciones, 2) La apología de la impunidad, 3) El golpismo. Nada nuevo bajo el sol, que diría el otro.

Evidentemente, la línea argumentativa seguida por el diario español en su editorial, únicamente puede ser comprendida si aceptamos que para El País la separación de poderes es algo que no existe en la democracia venezolana. Sólo así se puede entender cómo es posible que sea Chávez mismo quien tenga la responsabilidad última de encarcelar a determinados ciudadanos venezolanos acusados de quebrantar las leyes de la República, bajo acusaciones de corrupción. Lo que en cualquier otro país del mundo democrático sería una decisión cuya responsabilidad quedaría en manos de los garantes del poder Judicial, en Venezuela pasa automáticamente a ser responsabilidad del Jefe del Estado y presidente de la República. La justicia venezolana, por ende, no existe, es simplemente un instrumento más en manos de Chávez. La democracia venezolana, por ende también, es una falsa, pues ninguna verdadera democracia puede funcionar de esta manera. Si no hay separación de poderes, si los jueces no pueden hacer su trabajo de manera independiente, si el gobierno tiene la capacidad de manipular la justicia para perseguir indiscriminadamente a sus oponentes políticos, no puede haber democracia. Esa es, sin duda, la moraleja más explícita que implícita, bastante directa, que nos deja para la historia El País en su editorial. La democracia Venezolana por tanto no es más que una pantomima en manos de Chávez, y Venezuela, en consecuencia, una República Bananera en manos de un tirano.

Curiosamente, el diario El País parece haber olvidado que en fecha de 05 de agosto del 2008, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia[6] en la cual, con vistas a resolver una demanda presentada contra el gobierno Venezolano, en los párrafos del 96 al 108, en un apartado especialmente titulado “6.1 Independencia del Poder Judicial en General” reconoce, entre otras cosas, lo siguiente “Teniendo en cuenta todo lo anterior, la Corte sólo puede constatar que, en efecto, se aumentó el número de magistrados del TSJ y que hubo ciertas declaraciones de funcionarios públicos o de miembros del Poder Judicial. Sin embargo, lo anterior no permite a la Corte tener conclusión alguna respecto a la existencia de una injerencia del Ejecutivo en el Poder Judicial en su conjunto. Tampoco queda probado en el expediente del presente caso que el Poder Judicial haya sido “depurado” ideológicamente. Por estos motivos, con las pruebas obrantes, la Corte no encuentra demostrado que el Poder Judicial en su totalidad carezca de independencia”. Chupa del frasco, Carrasco. Claro que, si tenemos en cuenta que el propio diario El País no publicó ni una sola noticia referida a dicha sentencia desde el momento de su resolución hasta la fecha, tampoco nos debe extrañar que los editorialistas del periódico hayan pasado por alto este insignificante detalle, puesto que es bastante probable que ni siquiera lo conozcan o de lo contrario, a la vista del interés obsesivo del diario por Venezuela, algo habrían publicado. Por otro lado, es bastante curioso que un diario con sede en España, un Estado cuyo CGPJ es elegido a dedo por los partidos políticos mayoritarios[7] según los méritos obtenidos por actuaciones previas en defensa de los intereses políticos de uno u otro partido mayoritario[8] (por ahí andan ahora la Jueza del caso del “ácido bórico” o un miembro de la sala que en su momento absolvió a Juan Guerra), o cuyo Tribunal Constitucional afronta sus causas no en virtud de los contenidos jurídicos de las demandas, sino mediante la correlación de fuerzas políticas entre magistrados próximos a las tesis de unos u otros partidos políticos (caso paradigmático es el tema aún pendiente de la constitucionalidad o no del estatuto de Cataluña, asunto que ha ido pasando por diferentes etapas según la constitución del tribunal, en sus dimes (I)[9] y diretes (II)[10], estaba formada por más o menos magistrados de uno u otro lado político), se atreva a cuestionar la independencia del Poder Judicial en Venezuela o la calidad de su sistema democrático mientras no hace lo mismo con su propio país, de no ser, claro está, porque los prejuicios imperialistas respecto de los países de América Latina, ese sentimiento de que siguen siendo parte del Imperio Español y países incapaces de gobernarse por sí mismos, sigue estando plenamente presente en los nuevos propulsores del neo-colonialismo español en la región, de los cuales el diario El País es uno de sus ejemplos más significativos.

El irrespeto que El País manifiesta por la democracia Venezolana en este editorial es evidente, más aún si tenemos en cuenta que únicamente les ha faltado llamar irresponsables o analfabetos funcionales a los millones de venezolanos que votan por Hugo Chávez, permitiendo así que “un régimen perfectamente totalitario salga de las urnas y gane referendos”. A El País, en realidad, le gustaría poder votar por todo ellos, se ahorraría así mucho esfuerzo en tener que estar manipulando continuamente la mente de millones de personas para que así algún día pueda salir la opción política que más sumisa, lacaya y servicial sea en defensa de sus negocios y sus intereses económicos en la zona.

Pero si bien esta mentalidad imperialista y esta falta de respeto por la democracia venezolana son preocupantes, mucho más lo es la apología de la impunidad por la que aboga El País en su línea editorial últimamente. Pareciera que el ser opositor a Chávez da derecho a hacer todo lo que a uno le apetezca y no tener que rendir cuentas a nadie, mucho menos a la justicia, aún cuando uno se haya dedicado a robar y esquilmar el dinero público para su propio beneficio y el aumento de su patrimonio personal. Si uno es un destacado opositor al gobierno venezolano actual, para El País los delitos por corrupción pasan a ser entonces delitos políticos, y los procesos judiciales para castigar a los corruptos pasan igualmente a ser procesos políticos para eliminar adversarios de la oposición. Lo que en cualquier otro país del mundo sería un acto de justicia para defender los derechos del pueblo y el bienestar de la democracia, en Venezuela es muestra de un régimen tirano que persigue de manera sistemática a la oposición y que utiliza para ello todos los recursos del Estado al alcance de su mano. La detención de un político acusado de corrupción, siempre que sea de la oposición claro está, es vista por El País como una persecución política, y el susodicho, en consecuencia, en lugar de un vulgar corrupto pasa a ser de facto un preso político. Incluso los policías metropolitanos acusados y condenados recientemente por asesinar a decenas de personas durante los nefastos acontecimientos del golpe del Estado de 2002 son susceptibles para El País de entrar en esta categoría de presos políticos, tal y como se refleja en una noticia publicada hoy mismo por dicho diario[11] y que continúa la línea trazada por el editorial del pasado domingo: “La oposición ha repudiado la condena judicial a los jefes policiales que participaron del golpe de Estado y afirmado que ésta forma parte de la "arremetida judicial" del Gobierno contra sus opositores. Los disidentes incluyen en esa "arremetida judicial" la detención, la semana pasada, del ex ministro de Defensa Raúl Isaías Baduell, artífice del regreso de Chávez al poder tras el golpe de abril de 2002 y devenido opositor, que desde finales de 2008 hace frente un caso de supuesta corrupción”. Así pues, para El País, los delitos cometidos en el desempeño de su labor por políticos de la oposición o cargos policiales que actúen bajo el mandato de éstos, deben quedar impunes o ser tratados como actos de represión política, pues, al parecer, es imposible que estos buenos ciudadanos de la oposición puedan cometer realmente los delitos de los que se les acusa. Ni un mínimo margen para entender estas detenciones como un acto de justicia nos da El País, tal y como queda patente en la editorial que venimos analizando. Por otro lado, esto tampoco debería sorprendernos demasiado, ya que es por todos sabido que para gozar de total impunidad en sus quehaceres en América Latina, políticos, activistas, policías y militares únicamente han tenido que ponerse del lado de los intereses imperialistas en la zona, como queda demostrado por tantos y tantos casos desde México hasta Argentina, con el caso de Posada Carriles o tantos otros ejemplos como modelos paradigmáticos. Es más, si Chávez realmente tuviese intención de perpetuarse en el poder y tener total impunidad a la hora de eliminar a sus oponentes políticos y de manejar con manos de hierro todos los resortes del poder, únicamente debería ponerse del lado del imperialismo y todo lo demás ya vendría por sí solo, como así ocurriese en toda Centro América, Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, la propia Venezuela de la IV República, y tantos otros ejemplos de la región.

Por último, en lo que de verdad parece no haber variado un ápice El País desde 1998 a esta parte, es en su actitud ante el golpismo. Ya hemos mencionado antes el aberrante editorial del 13-04-2002, donde el diario mostró su expresión más fascista y reaccionaria, pero ni si quiera después de aquello parecen haberse arrepentido de mantenerse firmes en su discurso pro-golpista. Un golpismo que, claro está, debe contar con la colaboración y apoyo de las Fuerzas Armadas Venezolanas si pretende ser una alternativa real para derrocar a Chávez, tal y como quedó de manifiesto en el fallido golpe de Estado de 2002. Es por ello que a El País le debe molestar tanto que Chávez pretenda eliminar los elementos fascistas y pro-golpistas que aún puedan pervivir en el interior del ejército Venezolano, acusándolo de querer poner el estamento militar al servicio de la revolución y de querer sustituirlo por “un cuerpo de voluntarios que cumplirían las funciones tradicionales del Ejército, aunque desde una fidelidad absoluta a su persona”. Parece ser que a El País le atormenta la idea de un ejército fiel a la democracia Venezolana, respetuoso con la legalidad de la República, un ejército, por ende, fiel al presidente de la República en tanto que garante máximo de la legalidad establecida, sea cual sea éste. El País, sin duda, prefiere la opción de un ejército presto y dispuesto a sublevarse contra Chávez en cuanto reciba las órdenes pertinentes de los opositores venezolanos, el pentágono o el propio El País. Será por eso que a El País no le parecieron ni interesantes ni preocupantes las recientes declaraciones de un destacado opositor y actual Alcalde del Distrito Metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, llamando a los miembros del ejército venezolano a la insubordinación y la desobediencia, o, lo que viene a ser lo mismo, a la predisposición al golpe de Estado cuando así se lo ordenen desde los políticos opositores, el pentágono o el mismo El País. Será por eso además que desde El País pretenden hacernos creer que los ejércitos de los países imperialistas, como EEUU o la propia España, no están al servicio de los intereses políticos y económicos de la burguesía autóctona, que la función de éstos no es otra que la de salvaguardar el orden democrático y los derechos y libertades de los ciudadanos. Será por eso también que los profesionalizados ejércitos capitalistas no son vistos por El País como milicias al servicio de la Burguesía imperialista, aún cuando el ejército Venezolano jamás haya operado más allá de sus fronteras buscando apropiarse de los recursos económicos de terceros países, o haya servido, en época de Chávez, para reprimir al pueblo, mientras tales actos son prácticas habituales de los democráticos ejércitos en los principales países capitalistas. Será por eso, en definitiva, que a El País le parece una amenaza que Chávez pretenda depurar de elementos golpistas y fascistas a las Fuerzas Armadas Venezolanas, mientras que los altos mandos militares que llevaron a cabo la proclamación fascista del 11 de abril de 2002 fueron llevados a su portada sin una sola acusación o reprimenda el 12 de abril de 2002[12], no por casualidad justamente siete años antes de que el diario haya escrito su nuevo editorial menospreciando a la democracia venezolana, haciendo apología de la impunidad y volviendo, una vez más, a lanzar una proclama implícita a favor del Golpe de Estado para acabar de una vez con el régimen del tirano y su caudillismo anti-democrático.

www.pedrohonrubia.com



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[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82460&titular=pesca-de-arrastre-mediática-contra-el-gobierno-venezolano-

[2] http://www.elpais.com/articulo/opinion/rumbo/Chavez/elpepiopi/20090412elpepiopi_2/Tes/

[3] http://www.elpais.com/articulo/opinion/Golpe/caudillo/elpepiopi/20020413elpepiopi_2/Tes

[4] http://www.escolar.net/MT/archives/2004/11/golpe_a_un_caud.html

[5] http://www.kaosenlared.net/noticia/asi-construye-pais-imagen-dictador-chavez; http://www.rebelion.org/noticia.php?id=83713&titular=así-construye-"el-país"-la-imagen-de-dictador-de-chávez-



[6] http://www.corteidh.or.cr/casos.cfm?idCaso=292

[7]http://www.publico.es/agencias/efe/149408/candidatos/cgpj/deben/propuestos/2000/hoy?orden=FECHA&asc=no&aleatorio=0.5

[8] http://www.publico.es/espana/149654/pp/coloca/cgpj/jueza/acido/borico

[9] http://www.cadenaser.com/espana/articulo/sector-conservador-constitucional-gana-batalla/csrcsrpor/20070927csrcsrnac_8/Tes

[10] http://www.elmundo.es/elmundo/2008/05/18/espana/1211133487.html

[11]http://www.elpais.com/articulo/internacional/revolucion/eterna/continuare/arrollando/detractores/elpepuint/20090414elpepuint_6/Tes

[12] http://www.elpais.com/archivo/hemeroteca.html?cals=0&day=12&month=4&year=2002

jueves, 2 de abril de 2009

Parece que alguien mintió durante décadas


Leía hace un rato en la prensa capitalista que Ucrania es a día de hoy un país en ruinas económicas, un Estado a un paso de la quiebra y del colapso absoluto. Me da que pensar. Parece que alguien nos ha estado mintiendo descaradamente por muchos años. Y es que se suponía que el capitalismo era la panacea de la humanidad. Desde que tengo uso de consciencia, que van siendo unos pocos años ya, recuerdo como desde siempre nos han estado diciendo lo bien que funciona el capitalismo, lo provechoso y productivo que ha sido y es para el mundo, y lo bien que hicieron y hacen todos aquello países que se abren de par en par a la economía de "libre mercado", máxime aquellos que dejaron atrás el caduco y fracasado socialismo, que renunciaron al marxismo y supieron seguir con eficiencia los nuevos designios del liberalismo, entre privatizaciones masivas de sus medios de producción, liberalizaciones y desregularizaciones a mansalva en sus mercados, tanto nacionales como internacionales.

Es más, ahora, en plena crisis capitalista, nos repiten una y otra vez que no hagamos caso de los gobiernos “populistas” que están emergiendo en ciertas partes del mundo, que son un peligro para la estabilidad mundial, que únicamente nos quieren devolver a un pasado ya superado de confrontación maniquea, que llevarán a la ruina a cada uno de sus países con su carácter autocrático. Nos vuelven a repetir, día tras día, que la solución paradigmática es apostar por el libre mercado, hacer unos cuantos retoques, poner unos pocos parches, limpiar algunas espinillas de su cara, pero dejar igualmente que el Dios de la oferta y la demanda haga el milagro definitivo y nos lleve a todos y cada uno de nosotros con él a su paraíso de glamur y consumo desbocado. Vemos, por ejemplo, a la señora Clinton atreviéndose a dar consejos sobre la no intervención económica al gobierno Venezolano, mientras el gobierno de la que ella forma parte sigue repartiendo billones de dólares del capital público para salvar empresas en ruina. Nos toman por tontos una vez más, y lo peor es que, por lo que parece, volvemos a dejarnos.

En fin, que, en contra de las maravillas que nos habían contado y de las predicciones en masa que nos habían hecho tras la caída del muro de Berlín en 1989, parece que al día de hoy la situación económica en los países de Europa del Este es gravísima, aunque los medios de "comunicación" occidentales se empeñen en darnos información a cuenta gotas, haciendo que de los graves sucesos que ocurren por allí a diario no se sepa nada. Todos los países de la zona están en una recesión profunda de sus respectivos PIB, duplicando su tasa de paro, con sus sistema monetarios depreciándose a cifras records respecto de las principales monedas internacionales y con sus sistemas financieros descapitalizándose a pasos de gigantes y al borde de la quiebra absoluta. Son varios ya los países que están aplicando medidas del tipo "corralito", y se piensa que en poco tiempo el dinero que circula por allí tendrá el mismo valor que el papel higiénico en una tribu del amazonas. Además, por si fuese poco, el FMI está presionando a estos países para que reduzcan su deuda pública (es decir, para que recorten el gasto social y suban los precios en los productos de primera necesidad manejados directa o indirectamente por los Estados), como condición necesaria para ofrecerles nuevos créditos y ayudas financieras que puedan resultar "viables" y con garantías de devolución (¿sabrán algo de estas medidas impuestas por el FMI en América Latina? Me da que sí). Lo cual imagínense como podría acabar de cara a una población que en su inmensa mayoría ya vive bajo el umbral de la pobreza y en condiciones extremadamente precarias (repito, ¿les sonará esto de algo a los latinoamericanos? Me da que sí).

Ucrania, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Hungría, Bulgaria, Rumanía, Croacia, Serbia, Eslovaquia, Eslovenia, Georgia, Albania, etc. ninguno se salva de la crisis, ni lo que están dentro, ni los que están fuera de la Unión Europea. Países enteros están a punto de declarase en suspensión de pagos, insolventes. Se prevé, según un estudio de un importante economista capitalista Danés, Lars Christiensen, economista jefe del Danske Bank, el Banco Nacional de Dinamarca, quien ya predijese en 2006 el posterior hundimiento y quiebra de Islandia, que incluso las economías menos afectadas por la crisis sufran una reducción en su PIB de entre un 2 y un 5%, mientras que las más afectadas se enfrantarán a una recesión de más de dos dígitos porcentuales respecto de su PIB actual (como ya vemos en Ucrania, 30%). Las movilizaciones ciudadanas empiezan a sucederse con fuerza y ya han empezado a caer también los primeros gobiernos (Letonia, Hungría, República Checa), que con toda seguridad no van a ser los últimos. Incluso el señor Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetario Internacional, ya ha “advertido” de la posibilidad de que se produzcan graves disturbios sociales en próximas fechas, tal y como ya ha empezado a ocurrir en Letonia, Lituania, Bulgaria, República Checa, Hungría y algunos países más. El desempleo en algunos países se estima que podría llegar a cifras cercanas al 50% de la población activa. La situación es tan grave que pocos se atreven a aventurar como acabará la cosa, y nadie por el momento se ha atrevido a poner fecha al fin del colapso, tal y como si ha ocurrido, de manera más o memos aventurada, en otras regiones del orbe (EEUU, Europa Occidental, etc.). Ni los más optimistas, ni los más acérrimos defensores del capitalismo y el libre mercado, ven solución alguna a corto plazo. Será por algo.

Eso sí, como todos sabemos, son Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros países latinoamericanos en procesos de cambio revolucionario los que de verdad lo van a pasar mal con esta crisis internacional, mientras que sus paisanos conservadores o social-liberales están a salvo, o si no véanse algunos de los reportajes, entrevistas y noticias que El País, El Mundo, el ABC y La Razón han hecho al respecto en los últimos meses. Una muestra más de que apostar por el capitalismo es la mejor solución para estos tiempos de crisis, aunque parezca mentira a la luz de los hechos que la han generado. ¿Cederán Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros países ante la presión internacional para coger nuevamente el camino que ha llevado a Europa del Este a la magnifica situación económica, política y social en la que hoy se encuentra? En eso sí que no nos engañan: es ni más ni menos que lo que desean con todas sus fuerzas los oligarcas que han dominado a su antojo la región durante siglos, en connivencia con sus socios occidentales. A los pueblos que les den por el culo. Ya vendrá el FMI a salvarlos en algún momento con sus maravillosas y tan acertadas medidas, esas medidas que tanto bien hacen a los pueblos del mundo, especialmente a los pueblos empobrecidos. Las mismas que no generan deuda externa ni recortes sociales en los países donde son aplicadas. ¿Se habrán olvidado de esto en América Latina? Me da que no.

A ver si ahora son los pueblos del Europa del este los que aprenden la lección a base de bien, porque no parece que puedan hacer mucho por impedir lo que se les viene encima con el glorioso y magnífico sistema de libre mercado que con tanta algaravía celebraron en su día como remedio para todos los males, o al menos eso es lo que nos habían hecho creer hasta el momento. Esperemos acontecimientos. Pero no se debe descartar una extensión del "socialismo del siglo XXI" hacia las mismas fronteras que antaño vieran desarrollarse el mal llamado "socialismo real". Eso sí que podría ser un duro y definitivo golpe para el capitalismo, mucho más duro que los propios efectos de la crisis económica en sí misma. Sería la verdadera confirmación de que el muerto se levantó de nuevo y ahora no parará hasta tomar venganza de sus asesinos. Sed de justicia desde luego que no falta.

www.pedrohonrubia.com