miércoles, 13 de mayo de 2009

Pitad, Pitad fuerte


La ciudad de Valencia será la sede esta noche de la final de la Copa del Rey de fútbol en el Estadio de Mestalla. El F.C. Barcelona y el Athletic Club de Bilbao se juegan el primer título oficial de la temporada, en un partido que se prevé emocionante para los amantes de este deporte. Como no podía ser de otra manera, al frente del acontecimiento se situará un espectador de lujo: El rey Don Juan Carlos de Borbón, anfitrión de gala como cada año en este evento. No sabemos si acudirá sereno o con algunas copitas de más, pero estar, estará, eso es seguro. En cambio, el señor Zapatero ya ha comunicado que no acompañará a su majestad en el jolgorio, una pena. Se han oído rumores de que en su nombre mandará a los señores Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. Están por confirmar.

Otros que también se han apuntado al sarao son los dos flamantes presidentes autonómicos del P$OE (PSE y PSC, ja) que actualmente rigen los destinos de las respectivas CCAA que se van a ver representadas esta noche por algún equipo en el campo valenciano: Cataluña y País Vasco. Algo único y seguramente, salvo prolongación indefinida del apartheid político, irrepetible. El señor José Montilla, catalán aunque andaluz de nacimiento para más señas, y el señor Patxi López, vasco, vasco pese a todo, estarán codo con codo apoyando cada cual a sus respectivos colores: el rojo y gualda los del uno, y el gualda y rojo los del otro. Cualquier otro color con los que se les pueda identificar, pudiera resultar hasta molesto.

Junto a todos estos, y un sin fín más de personalidades de todo tipo, especialmente políticos agradecidos y burgueses de alto postín de una y otra ciudad, unos 25.000 aficionados de cada equipo llenarán a reventar las gradas del estadio. Una desgracia, habrán debido pensar todos los anteriormente nombrados.

Ya se sabe que tanto Barcelona como Bilbao, al igual que sus respectivas aficiones, no se distinguen precisamente por ser los rincones del Estado donde más aprecio se le tiene a la monarquía española, ni a la España misma. Que sus dos principales recintos deportivos acogieran respectivamente los partidos de ida y vuelta del reciente enfrentamiento entre las selecciones nacionales (aunque no oficiales) de Cataluña y País Vasco, lo dice todo. Aquelarre independentista lo llamaron entonces algunos. Ahora se temen que la orgía de brujas en plena noche valenciana, a orillas del Mediterráneo, vuelva a repetirse.

Resulta que el protocolo de la finalísima obliga (supongo que por ley del deporte o causa de fuerza mayor nacional-católica) a que una agrupación musical, no sabemos bien de donde, ponga música al evento, nada más y nada menos que tocando la archiconocida (y nunca los suficientemente tarareada) Marcha Real. Claro, en un ambiente así, ya se están temiendo lo peor: habrá pitada de envergadura. Casi tan sonada como la que se suele llevar el Real Madrid cada vez que visita el campo de alguno de estos dos equipos. O incluso más.

Para más Inri, varias organizaciones satánico-independentistas como 'Catalunya Acció' o la plataforma 'ESAIT' (Grupo de Opinión a favor de las Selecciones Vascas), han tenido la osadía de alcanzar un acuerdo en la mismísima Barcelona a través del cual se insta a los aficionados de uno y otro bando a que, en el glorioso momento de marras, den la espalda al campo y conviertan el acto en una protesta sonora (y suponemos que sonada) contra las instituciones del Estado Español. Por si acaso, desde la RFEF ya han dado las órdenes pertinente para que los altavoces echen fuego a todo volumen cual eco de Dioses en sus momentos de furia desmedida. Si habrá opción a contratar un seguro de salud auditiva en las puertas mismas del estadio es algo que de momento no ha trascendido.

La verdad, también es mala suerte; como no hay equipos en España, han tenido que llegar a la final justamente los dos que más fama tienen de ser anti-españoles. Ni que las fuerzas opresoras vasco-catalanas se hubieran dedicado a ilegalizar equipos en el camino a Valencia. Es que manda huevos, que dura es la vida.

Claro, ahora piden respeto por el himno nacional español, símbolo de la unidad de España y reflejo (ignoramos si directo o distorsionado) del pueblo español, dicen. Hemos de suponer que no se estarán refiriendo al mismo respeto que los aficionados que suelen seguir a la selección española de fútbol en Mundiales o Eurocopas allende las fronteras del Imperio han tenido por el himno nacional francés, el inglés, el italiano o más recientemente por el himno nacional de Turquía en el Bernabéu. Mientras los aficionados españoles silbaban los acordes del himno nacional de estos países, con los cuales, que se sepa, más allá de razones meramente xenófobas, no existen conflictos institucionales que justifiquen los pitos, a nadie entre la educada y respetuosa clase política española pareció importarle. Ahora ponen el grito el cielo. Será que España es lo primero y lo último, principio y final del mundo, única gran Nación merecedora de respeto por sus símbolos nacionales. Será eso.

Dicen también que no hay que mezclar el fútbol con la política, que no se deben politizar estos acontecimientos deportivos. Como si llamar “Copa del Rey” al torneo que se decide hoy no fuera una politización descarada del deporte. Como si el haber heredado gustosamente la "Copa del Generalísimo" para cambiarle el nombre según la nueva situación política del Estado no fuese ya una muestra de las intenciones políticas del nuevo régimen. En Francia, Portugal, Italia, y demás países tienen un torneo similar, y, que se sepa, no se llama "Copa del Presidente". En Inglaterra, que además tiene también una monarquía, igualmente disputan un torneo similar y tampoco se llama "Copa de la Reina". Pero España es diferente. Spain is different.

Así que que quieren que les diga, yo aún no he decidido si veré o no veré el partido, me suelo poner de los nervios y no sé si es muy recomendable para mi salud cardiovascular, pero, desde luego, el momento del himno no me lo pierdo. ¡Qué piten!, ¡Qué piten fuerte! Que piten en nombre de todos esos millones de ciudadanos del Estado que tienen que ser españoles sin querer serlo, sin posibilidad si quiera de tener un camino político real a través de cual poder expresar legítimamente sus aspiraciones y poder verlas materializadas en actos. Que piten también por aquellos otros que no quieren un Jefe del Estado elegido por la mano de un Dictador y consagrado por derecho de sangre. Que piten por la memoria histórica, por los muertos que aún perduran en las cunetas, por los que tuvieron que exiliarse y/o esconderse como ratas, por todos aquellos que lucharon contra un régimen tiránico en nombre de la libertad y que tuvieron que ver después como de aquellos lodos fascistas hemos tenido que tragar con estos barros borbónicos. Por todo ellos ¡Pitad!, ¡Pitad fuerte! A ver si al Borbón le revientan los oídos. O, mejor aún, a ver si tiene huevos de repetirle a 50.000 personas aquello del ¿por qué no te callas?

Y si los españoles de bien se escandalizan, pues tampoco será para tanto. Más escándalo les debería producir los 4 millones de parados, los ERE, la ilegalización de partidos y los pucherazos electorales, las agresiones policiales a inmigrantes, las catástrofes de los cayucos y de las pateras, los asesinatos fascistas, las guerras de “paz” en las que participan los ejércitos españoles, la corrupción generalizada del PP-SOE, los regalos millonarios a los bancos, el precio de las hipotecas, los créditos abusivos, el terrorismo de Estado, la negación del derecho de autodeterminación de los pueblos, la represión de los movimientos anti-fascistas, y ya ven, aquí nadie dice nunca nada. Así que de moralismos políticos, los justos.

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