miércoles, 3 de junio de 2009

Juntos somos un volcán


Pocas cosas se podrían decir ya en favor del voto para II-SP que no hayan sido dichas previamente por alguno de los muchos y muchas militantes, simpatizantes y/o colaboradores/as de las diferentes organizaciones y colectivos que conforman esta candidatura, en los innumerables artículos o manifiestos de apoyo que se han escrito al respecto tanto en los momentos precedentes a la presentación oficial del proyecto, como durante los días que duró el vergonzoso intento para ilegalizarla, y, por supuesto, durante el tiempo que llevamos de campaña electoral propiamente dicha. Aún así, desde aquí al domingo, todos aquellos que tenemos claro para quién irá nuestro apoyo solidario, internacionalista y de izquierdas, todos aquellos que tenemos ya decidido que nuestra papeleta será la de II-SP, debemos seguir insistiendo cada día en la petición de este voto al global de la clase trabajadora, porque hasta el último apoyo que se pueda obtener entre los trabajadores del Estado será un triunfo, con o sin representación final de la candidatura en el Euro-Parlamento. Un triunfo, eso sí, si se interpreta que este voto significa el apoyo a una propuesta política para la cual estas elecciones europeas debería ser sólo el principio de algo con mucha mayor profundidad histórica, la primera puerta abierta hacia un camino de izquierdas y revolucionario que haga temblar los cimientos del Estado Español y su modelo monárquico-imperial y capitalista. Un camino tan necesario como ilusionante.

Porque más allá de los resultados electorales que se obtenga el próximo 7-J, nadie podrá negar que, por primera vez en muchos años, un proyecto político de izquierda revolucionaria en el marco del Estado Español ha conseguido despertar la ilusión y el compromiso de miles de personas en cada una de su naciones, gentes de muy diversa procedencia territorial e incluso de diversas ideologías, que sin necesidad de abandonar sus convicciones nacionalistas, independentistas, republicanas o del tipo que sean las de cada uno, han visto como en un mismo manifiesto político todas ellas tenían cabida sobre la base de un planteamiento claramente de izquierdas, anticapitalista, en favor del derecho a la autodeterminación y la soberanía de los pueblos, y en contra del fascismo institucional representado por la ley de partidos y su defensores.

Podemos estar, sin duda, ante algo que pudiera ser histórico y que bien debiera tener una continuidad más allá del próximo domingo, algo que debería ser el inicio de una lucha conjunta entre todos y cada uno de los ciudadanos anti-capitalistas del Estado Español, seamos de donde seamos, nos sintamos lo que nos sintamos, tengamos los planteamientos ideológicos que tengamos, pues como bien dicen y repiten sin cansarse los miembros de la candidatura “juntos somos un volcán”. Un volcán que el día que de verdad explote será imposible de contener, que arrasará con su lava el viejo orden político y económico establecido en nombre de eso que llaman España, que destruirá con su fuego la vieja y caduca España de la que ya hablaba Blas Infante hace casi un siglo, y que abrirá el camino hacia un nuevo modelo de democracia que nos permitirá avanzar de manera conjunta hacia el socialismo y el reconocimiento a los derechos colectivos de los pueblos, por ende, para quién así lo quiera, también hacia la independencia de nuestras naciones. Un volcán con la fuerza de un ciclón y la capacidad deconstructiva de un terremoto. Un volcán que destruya y elimine lo viejo para dar vida a lo nuevo, tal y como se propugna desde la dialéctica marxista que a todos nos rige.

Por eso esta marcha conjunta que se inicia con estas elecciones europeas debería ser una marcha de la cual no se apartase ninguno de los colectivos y organizaciones políticas, sociales y sindicales que la han emprendido ahora, y a la cual se deberían sumar todas y cada una de las organizaciones anti-capitalistas que, por unos motivos u otros, todos respetables, han decidido no secundarla por el momento. Que la marcha se convierta en una gran manifestación de masas debería ser el objetivo de todos, de los que están dentro y de los que están fuera, de los que se sumaron a ella desde los primeros pasos y de los que de momento siguen caminando por una vía paralela. Habrá tiempo para que los caminos confluyan en un solo.

Los diferentes sentimientos a nivel de identidad nacional que tengamos cada uno de nosotros/as, nunca deberían ser, en el marco de un proyecto global de izquierdas anticapitalistas e internacionalista, un obstáculo para defender en común todo aquello que nos une frente al enemigo conjunto: El Estado Español monárquico-capitalista. Un Estado que oprime los derechos nacionales de los pueblos, que atenta contra la soberanía popular y el derecho a la libre decisión de los ciudadanos, y que sirve de anclaje para dar cabida a un sistema socio-económico que nos margina como trabajadores, y que en muchos casos, como es el de Andalucía, condena a las naciones y sus clases oprimidas a vivir con el fenómeno de la dependencia y el subdesarrollo como única alternativa, con las nefastas consecuencias a todos los niveles que ello conlleva. Si está manifiestamente claro que tenemos un enemigo común, ¿por qué no luchar juntos en un esfuerzo común contra el enemigo? Sería lo lógico.

Bien es cierto que cada nación del Estado tiene su propio ritmo de liberación, y que las condiciones objetivas que se dan en unas, no siempre son extrapolables a la realidad presente e histórica que se da en otras. Que incluso las propuestas de una confederación a la largo plazo de naciones libres y soberanas en un común proyecto socialista es algo que tampoco debe ser rechazado como posibilidad, de igual modo que aquellos proyectos independentistas deben ser respetados por quienes creen que aún es posible cambiar las cosas desde la base de un Estado conjunto de tales características. El posicionamiento que cada uno de nosotros tengamos a este respecto es tan legítimo como el de todos los demás, siempre y cuando se haga desde el respeto a la voluntad soberana de los pueblos. Pero de nada sirve entrar en este tipo de debates si la raíz central que debería sustentarlos, el reconocimiento del derecho a la autodeterminación, no se contempla como posible en el ordenamiento jurídico. Nos peleamos entre nosotros/as por algo que desde el poder no se nos permite, peleamos sobre un ring amañado en el cual el que gana siempre no es uno de los púgiles que se dan inertemente puñetazos uno tras otro, sino aquel que organizó y patrocinó la pelea a nuestras espaldas, el que mueve los hilos en las sombras y disfruta con cada uno de los golpes que nos lanzamos entre nosotros, sabedor que, gane quien gane esa pelea, él seguirá teniendo la sartén por el mango. ¿No es más lógico golpear en conjunto a quien nos ha trucado y amañado el combate para su propio beneficio? Tiempo tendremos de pelearnos democráticamente entre nosotros, la prioridad es golpear y tumbar al fascista que nos impide que nuestra lucha democrática pueda ser alguna vez verdadera y realizable desde la igualdad de trato y el respeto a unas reglas que nos amparen a todos por igual en nuestras diferentes estrategias y tácticas democráticas. Donde no haya ninguno de los boxeadores que salga sin guantes o con las manos atadas.

Bien es cierto también que cada uno de nosotros somos hijos de nuestra madre y de nuestro padre, hijos de nuestra patria y de nuestra matria, cada cual con su lengua, su cultura, sus conflictos y su realidad histórica, sus posicionamientos ideológicos y su visión de futuro para la tierra que lo vio nacer. Pero, a pesar de ello, son muchas cosas las que nos unen y pocas las que nos separan. Todos somos de izquierda anti-capitalista y todos somos defensores del derecho a la autodeterminación de los pueblos y del avance hacia la plena democracia y el socialismo, argumentos más que poderosos para luchar en común contra aquellos que nos niegan sistemáticamente estos avances, tanto en el reconocimiento de nuestros derechos colectivos como pueblos, como en el avances hacia un modelo político, social y económico más justo y equitativo, más humano. Por ello es también mucha la fuerza que podemos aunar actuando juntos y con perspectivas de futuro a largo plazo, una fuerza que cuando se aplica en común, actúa también en común beneficio, tanto de los derechos de los trabajadores y trabajadoras que habitan y hacen su labor en cada uno de los rincones del Estado, como en favor del reconocimiento de los derechos colectivos que legítimamente le corresponden a los diferentes pueblos y naciones que lo conforman.

Tomar consciencia de los puntos que nos unen, y no dejarnos llevar por la exaltación de aquellos aspectos que nos pudieran dividir, debe ser la clave para la continuidad a largo plazo de este proyecto internacionalista y revolucionario que empieza a nacer ahora con la excusa de unas elecciones europeas, pero que no debe detenerse ahí bajo ningún concepto, así como debe ser la clave a largo plazo de su éxito, un éxito que sería el éxito de todos, de los trabajadores y de los pueblos, sin distinción alguna. Ser conscientes de que tenemos unos objetivos comunes, que luchamos para alcanzarlos contra un enemigo común, puede y debe ser el motor que haga que este proyecto político se consolide en el tiempo y avance imparable hacia el éxito. Que no es un éxito electoral, que debe ser un éxito político, un éxito social, un éxito revolucionario.

La derecha hace mucho tiempo que entendió la importancia de la unión para la consecución de los objetivos compartidos, y hace mucho tiempo que actúa de tal manera, con gran éxito para ellos y gran desgracia para nosotros. El pacto del PP-PSOE en Euskal Herría es simplemente uno de los últimos ejemplos, pero esta unidad de acción se puede ver sobre todo, a diario, en la defensa en común que estos partidos hacen de los valores capitalistas y las políticas neoliberales, a base de privatizaciones, liberalizaciones y recortes de derechos laborales que se dan día tras día en unos lugares y otros, y tanto estén el poder los unos como los otros. No hay distinciones ni disensiones cuando de defender los intereses compartidos se trata. De puertas para afuera se podrán tirar los trastos a la cabeza, pero de puertas para adentro, en lo fundamental para ellos, es decir, en la defensa de la Unidad de España y de los intereses capitalistas de las clases burguesas-imperialistas españolas, saben bien de qué mano han de ir, que es el uno al lado del otro. Visión de Estado lo llaman.

También nosotros tenemos que tener esta visión, que no es de Estado, pero sí es de compromiso revolucionario y de defensa de nuestros intereses conjuntos: el derecho a la autodeterminación, la soberanía popular y el socialismo.

Frente a la Unidad de España y el capitalismo que defienden desde el bloque de las derechas españolas (PP-PSOE-CIU-PNV, etc.), debemos enfrentar el derecho a la autodeterminación y el socialismo de las izquierdas del Estado, ya sean vascas, catalanas, andaluzas, gallegas, canarias, castellanas o estatales. No queda otra salida si queremos aspirar a combatir algún día en igualdad de condiciones.

Mientras la derecha actúe unida y la izquierda divida, mientras ellos se unan por su amor al capitalismo y la unidad de España, y nosotros sigamos peleados internamente por conflictos a nivel teórico, o por enfrentamientos chauvinistas, jamás habrá posibilidad alguna de impulsar un verdadero movimiento de cambio que nos lleve a la consecución de nuestros objetivos políticos.

Ya es hora de que una verdadera izquierda internacionalista y revolucionaria emerja unida para aglutinar todas y cada una de las fuerzas actualmente dispersas a lo largo y ancho del Estado, luchando en común por las defensa de los intereses y objetivos comunes, desde el respeto mutuo y la libertad de acción, desde el avance en el seno de su realidad objetiva de cada uno de los diferentes colectivos que conformen la unión revolucionaria, pero con la vista puesta siempre en la lucha por la consecución de aquello que todos defendemos por igual: el reconocimiento del derecho a la autodeterminación, la soberanía popular y el socialismo. Luego que cada pueblo ejerza su voluntad y decida en libertad lo que crean sus ciudadanos que más les convenga, y que cada cual tenga su propio ritmo en la construcción del socialismo según su propia realidad histórica, pero si perdemos la perspectiva de un enemigo conjunto, que actúa unido, y que, como tal, debemos combatir unidos, estaremos dándole demasiadas ventajas como para lograr vencerlo en algún momento. La historia de cualquier proceso revolucionario lo demuestra y nuestra actual realidad política en el marco del Estado Español lo constata.

Ha sido el propio Alfonso Sastre, en uno de sus recientes artículos, quien ha alabado el ejemplo de dignidad del que han/hemos hechos gala centenares de ciudadanos, alzando la voz contra la tropelía antidemocrática proyectada como camino a seguir por el Estado Español y sus instituciones, mostrando sin ningún tipo de ambigüedades nuestra solidaridad con todos y cada uno de los integrantes de la candidatura que han sido puestos en el disparadero mediático sin ningún escrúpulo como si por el simple hecho de ser miembros de esta candidatura ya tuvieran las manos manchadas de sangre inocente, levantándonos de manera coherente en defensa de nuestras ideas y nuestros profundos convencimientos democráticos, un ejemplo de dignidad y de unión que bien merece un aplauso generalizado, no ya tanto por la inmensa calidad y claridad discursiva de las diferentes intervenciones, sino, sobre todo, por la fuerza y la valentía con que se han proclamado desde todos los rincones del Estado Español y aun afuera de las fronteras del mismo. Ese es, sin duda, el camino.

Los golpes que recibamos los recibimos todos, los golpes que demos los debemos dar igualmente también todos, cada cual desde su rincón, pero con la mirada siempre consciente de que en ese puño que se lanza va la fuerza de todos, que es mucha fuerza, tanta como para aspirar seriamente a derribar y vencer por KO al enemigo.

Así que sí, es cierto, “Juntos somos un volcán”. No dejemos que nuestra lava se esparza para quemarnos a nosotros mismos, que es lo que viene sucediendo desde hace ya desgraciadamente mucho tiempo, incluso en aquellos lugares más conscientes y combativos.

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