domingo, 21 de febrero de 2010
Vigencia de la “teoría de la desconexión” de S. Amin en la praxis del mundo actual: América Latina como paradigma
Conclusiones:
Los países de la periferia capitalista han tenido que soportar durante las últimas décadas la terrible arremetida neoliberal, con los resultado que, para el caso concreto de América Latina, ya vimos en los primeros apartados de este artículo: un aumento de la pobreza, la desigualdad social, la concentración del capital, el hambre, el desempleo, la precariedad laboral, la falta de oportunidades y la vulnerabilidad económica respecto de los países desarrollados.
En consecuencia, las condiciones objetivas para la emergencia de los procesos revolucionarios de corte nacional-popular aventurados por Amin, no habían hecho sino intensificarse durante las últimas tres décadas. Los pueblos de la periferia, si hacemos caso de aquello que Amin plantea en sus postulados teóricos, no se podían quedar de brazos cruzados ante tal arremetida neoliberal, mientras los terribles efectos sociales de sus políticas iban en aumento en el mundo entero. Era sólo cuestión de tiempo esperar que fuesen los propios pueblos quienes tomasen la palabra y se levantaran en lucha abierta contra las trágicas condiciones a las que el capitalismo neoliberal los estaba abocando en virtud de su condición de economías periféricas y dependientes. Para estos pueblos no quedaba entonces más remedio que, antes o después, pasar a la acción.
En unas circunstancias así, con un mundo cada vez más polarizado entre aquellos países desarrollados que lo tienen prácticamente todo, y aquellos países subdesarrollados que no tienen prácticamente nada, emprender el camino del desarrollo auto-centrado y de la desconexión colectiva, a nivel de bloques regionales integrados política, económica, social y culturalmente, se abre ante los países de la periferia como una necesidad prácticamente existencial. El desarrollo del sistema-mundo capitalista ha puesto a los países de la periferia al borde del abismo tras tres décadas de imposiciones neoliberales, políticas éstas diseñadas desde las principales instituciones financieras internacionales para profundizar en el ajuste de las economías subdesarrolladas en el mercado común internacional de corte capitalista. Nuevamente estas políticas para el ajuste, impulsadas también desde el interior de los propios países periféricos en virtud de los intereses económicos de sus respectivas burguesías nacionales, se han demostrado un estrepitoso fracaso a la hora de encauzar a estos países por la senda del desarrollo auto-centrado.
Los pueblos, pues, se han visto nuevamente frente a la dicotomía de tener que seguir apostando por una renovación de la confianza en el papel de sus burguesías nacionales como guiadoras del progreso económico del país, o apostar por dar paso a nuevos modelos de corte nacional-popular mediante los cuales sea el propio pueblo quien tome las riendas del progreso hacia el desarrollo del país. Esta vez, por fortuna para ellos, parece que la opción nacional-popular comienza a tomar ventaja a la opción nacional-burguesa. América Latina es el mejor ejemplo de ello.
América Latina está viviendo un proceso de transformación, un verdadero cambio de época. Tras haber sido el bastión duro del neoliberalismo durante las dos últimas décadas del siglo XX y primeros años del siglo XXI, los proyectos revolucionarios que aspiran a orientar a la región hacia la senda de un verdadero desarrollo auto-centrado de corte nacional-popular, se han multiplicado por todos sus rincones, de Norte a Sur, de Este a Oeste. La aspiración para que sean los propios pueblos latinoamericanos quienes tomen en manos propias el destino político y económico de la región avanza en el continente. Después de largos años de pérdida de autodeterminación, caracterizados por los ínfimos resultados a nivel de desarrollo que proporcionaron a la región la aplicación sistemática y generalizada de los postulados neoliberales, se fortalece el sujeto colectivo, integrador y solidario, que construye su propio futuro.
El ALCA ya fue enterrado en Mar de Plata, Argentina. El Sur que orienta ahora a los pueblos del continente es la vida concreta de las mayorías. Venezuela en su nueva constitución situó oficialmente al ser humano en el centro de la economía. Bolivia, Nicaragua y Ecuador se sumaron rápidamente al proceso de cambio y cada vez más pueblos latinoamericanos juntos construyen lazos solidarios. Cuba se mantiene impertérrita a los desafíos de las décadas. Fruto de todo ellos es el nacimiento de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA). Una organización que ha sabido aglutinar las luchas y resistencias anti-neoliberales de los años 90 con la emergencia de los nuevos proyectos bolivarianos de principios del siglo XXI en torno al denominado socialismo del Siglo XXI.
Colectivos sociales y Gobiernos revolucionarios se dan la mano en el interior de esta organización que lucha por la defensa de la soberanía y por la implantación de una democracia verdaderamente participativa en América Latina. Su estructura de integración territorial, solidaria y comprometida con el desarrollo auto-centrado de los pueblos, supone un verdadero desafío político y económico a la hegemonía capitalista que perdura aún hoy a nivel mayoritario en el mundo. El ALBA ha tomado la desconexión colectiva del sistema-mundo capitalista como su principal prioridad de acción para llevar a los pueblos integrantes por la senda de la justicia social, el reparto equitativo de las riquezas, el respeto de los derechos humanos, la extensión de las garantías sociales y, en una palabra, el desarrollo. Desconexión, democracia y transición hacia el socialismo son, al igual que lo planteado por Amin en sus teorías, sus tres ejes fundamentales de funcionamiento. La integración latinoamericana ha dejado de ser un sueño posible para convertirse ya en un camino transitable y que poco a poco comienza a ser recorrido por los pueblos, naciones y Estados de la región. Será cuestión de tiempo saber hasta dónde puede o no llevar este camino.
El ALBA, en cuanto a su real alcance, aún tendrá que pasar la prueba del tiempo y, con ella, el paso de los gobiernos que lo apoyan actualmente, venciendo los obstáculos propios de la lucha por la hegemonía económica internacional; una prueba que a otras iniciativas les ha costado superar. Sin embargo, el camino ya está abierto y parece complicado pensar que tenga visos de quedar definitivamente cerrado en los próximos años. La transición hacia una desconexión colectiva y una superación del capitalismo es hoy algo más que un proyecto en América Latina: es la constatación de una realidad. Pero es mucho más que eso: es también la constatación definitiva de que el capitalismo, fracasadas todas las vías para el ajuste, puede y debe ser superado en los pueblos y países de la periferia.
Si bien es cierto que la actual emergencia en algunos lugares del mundo, y específicamente en América Latina, de procesos revolucionarios de corte “nacional-popular” no garantiza que el capitalismo, como sistema-mundo de carácter hegemónico, vaya a ser superado, y el mundo re-direccionado hacia un verdadero escenario de fuerzas policéntricas, lo que sí parecen confirmarnos estos procesos abiertos en la actualidad es que Samir Amin andaba en lo cierto cuando anunció la emergencia de procesos de este tipo en los países empobrecidos como una consecuencia lógica al propio funcionamiento del sistema capitalista, sus contradicciones y las terribles consecuencias que éstas generan en aquellos países incapaces de ser dueños de su propio futuro, al ser incapaces de tener un verdadero control sobre el desarrollo de sus fuerzas productivas y sobre la gestión de sus propios recursos, orientados ambos casos hacia la dependencia exterior y no hacia un desarrollo interior auto-centrado, como es el caso de los países desarrollados, y como sería lo deseable, según la propuesta teórica de Amin, para alcanzar un verdadero desarrollo.
La propuesta del ALBA reúne todas las características que Samir Amin aventuró para este tipo de iniciativas: búsqueda de un desarrollo auto-centrado, extensión de la democracia, transición hacia el socialismo y respeto a la voluntad y la soberanía de los pueblos. América Latina sufrió por siglos las consecuencias de la explotación capitalista, acentuadas con la llegada de las políticas neoliberales a la región. La emergencia del ALBA y otros procesos de corte revolucionario nacional-popular no es más que la consecuencia de ello. Que haya sido precisamente América Latina donde primero han empezado a emerger estos proyectos colectivos de desconexión, no es ninguna casualidad. América Latina reunía todas las condiciones objetivas para que así fuera. Otras regiones del mundo las reúnen igualmente para secundar estos procesos en un futuro próximo. Habrá que esperar a ver si siguen el ejemplo latinoamericano.
Por su bien, por el de todos, esperemos que así sea. Ya es hora de acabar con un sistema-mundo que condena a la inmensa mayoría de sus pueblos a la pobreza, la miseria, el hambre y el subdesarrollo. Y que no sólo afecta a los pueblos de los países subdesarrollados, también a nosotros. Cuando menos debería afectar a nuestras consciencias. Algún día descubriremos con horror que todos nosotros somos la burguesía, y todo ellos los explotados, los oprimidos, los parias del mundo, los verdaderos proletarios. No basta ya con mirar para otro lado. Si no somos capaces de cambiar el mundo desde el Norte capitalista, habrá que esperar, y apoyar, que sean los pueblos de la periferia quienes realicen finalmente el cambio desde el Sur. América Latina ya ha empezado. Nuestro apoyo es necesario. Su esfuerzo podemos darlo por descontado.
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