domingo, 4 de enero de 2009

Gusanos


Ahora que recién se han cumplido 50 años de la revolución cubana, el debate sobre Cuba parece volver a resurgir con fuerza entre partidarios y detractores del sistema político y económico establecido en la isla caribeña. Muchos son los intelectuales, periodistas, políticos, etc., de uno y otro bando, que han aprovechado esta simbólica fecha para publicar artículos, lanzar discursos públicos, o lo que sea, atacando o defendiendo la continuidad del gobierno socialista en el país antillano. Lógico si se tiene en cuenta las apasionadas discusiones que el tema suele levantar en cualquier parte del mundo, especialmente en los países occidentales y la América Latina.

Como no podía se de otra manera, habida cuenta de los tiempos que corren, es en internet donde a día de hoy estos debates y discusiones tienen un mayor alcance (alcance no de tipo práctico-político, sino por el número de personas que implican). Son miles las páginas de todo tipo donde estos enfrentamientos dialécticos se están llevando a cabo con gran virulencia. En unas, todo hay que decirlo, con más educación que en otras. No entraré aquí a valorar los razonamientos políticos emitidos por cada uno de los bandos, que prácticamente son idénticos en cada una de las diferentes páginas. Tampoco haré una defensa de los logros que, a mi juicio, ha proporcionado la revolución cubana tanto para la realidad de la isla como para el mundo y su progreso real (por si alguien dudaba de cual es mi posición al respecto).

Lo que sí me ha llamado la atención, y mucho, es la escasez de argumentos que tienen los disidentes cubanos anti-castristas cada vez que un lúcido interlocutor pro-revolucionario desmonta sus falacias con datos y argumentos de todo tipo, en mensajes bien elaborados y perfectamente justificados. No digo que entre los anti-castristas no haya personas con capacidad para exponer sus ideas de manera razonada y educada, pero son, sin duda alguna, una inmensa minoría dentro de tal colectivo. A los argumentos de los revolucionarios suelen, por normal general, responder los anticastristas con descalificaciones personales e insultos, en lugar de con planteamientos serenos que ayuden a demostrar la veracidad de sus argumentos y la falsedad de los del contrario.

Por ejemplo, situaciones tan surrealistas como negar la eficiencia del sistema de salud pública cubano o la calidad de su enseñanza (hechos demostrados sobradamente por estadísticas de toda índole aportadas por la ONU y sus diferentes instituciones encargadas de la evaluación y seguimiento de estos asuntos), son norma entre los disidentes. Cuando desde el otro lado se les aportan los datos que confirman el buen estado de estos campos dentro de la revolución, la respuesta es siempre la misma: matar al mensajero. Además sin piedad ninguna y cayendo constantemente en una flagrante contradicción, una de esas contradicciones que demuestran a las claras que lo que interesa al disidente no es desmontar la falsedad de los argumentos dados por los pro-revolucionarios, sino directamente invalidar al interlocutor para el debate. Muerto el perro, se acabó la rabia.

Así, toda la argumentación de estos señores ante las brillantes intervenciones de lúcidos defensores de la revolución se reducen a lo siguiente:

Si el autor vive fuera de Cuba:”Si tanto le gusta la revolución, váyase a vivir a Cuba, que es muy fácil hablar desde su cómodo sillón mientras los cubanos pasan hambre y bla,bla,bla…”

Si el autor vive en Cuba:”Usted está a sueldo de los Castro, usted es un vendido a la dictadura, usted vive mejor que el resto de los cubanos y bla,bla,bla…”

Es decir, si usted es partidario de la revolución cubana pero no vive en la Isla, no tendrá derecho a opinar sobre Cuba hasta que se haya ido a vivir a la propia Cuba (no importa si es usted un experto conocedor de la isla o si es simplemente un ciudadano más que conoce Cuba a través de las informaciones que ha podido recibir de ella por los diferentes medios a su alcance, la respuesta será la misma). Ahora bien, si usted se va a Cuba, a petición de estos señores, y se instala definitivamente en la isla, pero aún así usted sigue pensando de manera positiva acerca de la revolución (como lo hacen tantos cubanos y tantos trabajadores extranjeros asentados en la isla), entonces usted tampoco tendrá derecho a opinar sobre el tema porque es seguro que usted está a sueldo del gobierno, se habrá vendido a Castro y todas esas cosas. Vamos, que, dicho en pocas palabras, para un anti-castrista no es posible que alguien con un pensamiento independiente o sin intereses personales avariciosos de algún tipo en la revolución, pueda hablar bien de Cuba y de su gobierno. Eso es lo que esta gente llama “democracia”: O piensas como yo te mando, o tus argumentos no serán válidos en un debate abierto y razonado, simplemente porque tú no serás un interlocutor válido.

Leyendo en los debates a estos gusanos uno se da cuenta de que pueden llegar a ser tan cansinos, aburridos y repetitivos, de que andan tan faltos de argumentos, que dan hasta lástima. Lástima, sobre todo, porque es muy triste eso de tener delante de sus propias narices uno de los gobiernos más decentes y honrados, más volcados y comprometidos con el bienestar de su pueblo, que hay en todo el mundo contemporáneo, y no ser capaces de verlo. Por lo que parece, la avaricia y el odio les ha cegado tanto que ya hasta incluso son capaces de creer ver en gente como Posadas Carriles y Orlando Bosch a sus héroes nacionales, cuando en realidad están mirando a sangrientos terroristas. La luz cegadora del capitalismo deslumbró sus ojos y desde entonces ya no saben a qué atenerse para ir por el mundo caminando sin chocarse continuamente con el muro paralizante que emerge de sus propias miserias morales e intelectuales.

Y no estoy diciendo que estos sujetos tengan que cambiar sus ideales, Dios me libre, digo simplemente qué dejen hablar a quienes están en el lado contrario, sin saltar a la primera de cambio a lanzar mierda encima de la persona que escribe desde el otro frente sólo porque no opine como ellos. Si de verdad son tan partidarios de que en Cuba puedan jugar todos, ¿por qué su mayor empeño es siempre el de romper la baraja cuando saben que el oponente lleva buenas cartas?

Democracia a lo usamericano, lo llaman. Lógico y normal que, siendo así, la inmensa mayoría de los cubanos no quieran oír hablar ni una sola palabra sobre ella. A otro perro con ese hueso.

1 comentario:

  1. Sí,gusanos.
    Pero conozco gente preocupada y "empatica" con tipos "ricos" que el gobierno argentino "les saca" ganancias atravez de las retenciones (impuesto al campo). ¿ Que sienten esta persona delante de un cartonero o un niño desnitrido? Lo mismo que sienten cuando ven un niño palestino destrozado por las bombas: ..." Pobres israelies,"tubieron" que hacerlo"... en una especie de compasion politica dirigida al opresor y de espaldas al debil.
    Con dolor, este tipo humano debe ser "ordenado" desde afuera. Y aca esta la tentacion autoritaria. Porque en el fondo son cobardes que cambian de opinion tan rapido segun el signo del poder que tienen frente. Y por encima de las ideas politicas, los hombres podemos sentir respeto por los equicocados, aun por los enemigos, respeto por su dignidad. ¿ Como se puede respetar a un indigno? ¿ Como se puede respetar a un gusano?

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