sábado, 3 de enero de 2009

La lógica siniestra del capital


A estas alturas de la película dudo mucho que pueda haber una sola persona en España que ignore la situación de grave crisis económica en la que se encuentra el estado. Tenemos la crisis hasta en la sopa. Las diferentes cadenas de televisión ya han sabido incorporar convenientemente el discurso de la crisis a sus respectivas series y programas diarios como forma de ganar audiencia. Incluso no son pocas las empresas que están volcando sus diferentes campañas publicitarias al asunto en cuestión. Supermercados que se anuncian como colchones para la crisis. Coches que se promocionan como solución de emergencia en estos momentos duros. Compresas y otros bienes de uso que se venden como la mejor solución para nuestros maltrechos bolsillos. De todo un poco.

Además, con cada nuevo dato económico que se va conociendo, la sensación de cataclismo inminente va en aumento. Y no sin razón. El mercado inmobiliario que se desploma sin remedio y con él todo el negocio que se tenían montado unos cuantos y los supuestos beneficios que esto generaba en los demás a base de crear empleo y aumentar la riqueza. El PIB que entra en recesión. El superávit del estado que se consume a pasos agigantados. Las cifras de negocios de las industrias que se desploman. Las bajas de autónomos en la seguridad social que aumentan cual pelota hinchable. Cae la inversión privada y aumenta el déficit público. Se pierde la confianza de los consumidores y ya ni las rebajas surtirán efecto alguno para repuntar el consumo, según los datos que manejan los propios comerciantes interesados. Pero lo peor está aún por llegar, nos avisan.

Y lo peor, como podrán suponer ya, no es otra cosa que el desempleo que se nos viene encima, que apunta a cifras de record en los próximos meses. En apenas un año, se ha pasado de una tasa de paro del 8% a otra próxima al 12,8%, y subiendo. El alto nivel de temporalidad y un modelo productivo precario y con escaso sector industrial serían los responsables de este aumento, dicen los que saben de esto (y que hace tan sólo año y medio parecían no saber tanto, o al menos eso de la precariedad laboral parecía no importarles demasiado). El caso es que ya vamos por los tres millones de desempleados (se confirmarán cuando aparezcan los datos de Diciembre) y casi todas las previsiones empiezan a dar por seguro que se alcanzarán los cuatro millones a lo largo de 2009. En el último año ha habido ya, según datos del INEM, 894.796 nuevos parados, lo que supone un aumento del 42,72% en el número de desempleados respecto del año anterior (de noviembre de 2007 a Noviembre de 2.008). Así están las cosas.

Y, a la vista de este panorama, yo me pregunto ahora: ¿se podría sacar algún dato positivo para los trabajadores de este aumento descabellado del paro? Parece difícil. Aunque, si hiciéramos caso de la lógica convencional, tal vez sí pudiéramos encontrar uno: un descenso en el número de siniestros laborales y, por ende, un descenso en el número de muertos acaecidos a consecuencia de ello. Esto es, según un razonamiento lógico-convencional de primer orden, si los accidentes laborales (y sus muertos en consecuencia) se producen cuando las personas están trabajando, y hay ahora menos personas trabajando, debería haber entonces también menos accidentes laborales (y menos muertos a consecuencia). Y si, además, tenemos en cuenta que el descenso en el número de personas trabajando ha sido realmente considerable, el descenso en el número de accidentes laborales (y sus muertos consecuentes) debería ser igualmente considerable. ¿Sería lo normal, no?

Pues bien, si hacemos caso de los datos publicados por el Ministerio de Trabajo, de Octubre de 2007 a Octubre de 2008, el descenso en el número de accidentes laborales, que es cierto que se ha producido, sería solamente de un 3,1% (frente al más del 40% de aumento del paro que se dio en estas mismas fechas). De los 1.503.122 accidentes acumulados de enero a octubre de 2007, hemos pasado a los 1.456.043 accidentes acumulados de enero a octubre de 2008. 47.079 accidentes menos (frente a los más de 800.000 desempleados nuevos acecidos entres esas mismas fechas). Significativos datos ¿no?

Pero lo “mejor” viene ahora. Ese 3,1% de descenso en la tasa de siniestralidad laboral, que aunque sea poco es un descenso al final y al cabo, se traduce, a la hora de hablar de número de muertos ocurridos en estos accidentes, en el escalofriante dato de un descenso del ¡0%! Es decir, de enero a octubre de 2007 hubo exactamente el mismo número de muertos que los que ha habido de enero a octubre de 2008, 716 muertos en ambos casos (esos que se sepan de manera oficial, claro está). Con lo cual, volviendo con nuestro razonamiento anterior, esto quiere decir que ese 42% mencionado en que ha aumentado el número de personas sin trabajo en el estado español, a la hora de la verdad no se ha reflejado en el descenso ni de una sola persona menos muerta por accidente laboral de un año a otro. ¿Fuerte, no?

Es algo así como si de una año para otro hubiera un descenso del 20% de vehículos que circulan por las carreteras españolas, y aún así el número de accidentes de tráfico apenas si se hubiese reducido en un 1% respecto del año anterior, y el número de muertos en tales de accidentes ni si quiera eso, pues seguiría siendo exactamente el mismo de un año al otro. De darse algo así, la única explicación posible para justificar tales datos sería que, a pesar de que el número de vehículos que circulan es menor, las causas de todo tipo que generan los accidentes se habrían radicalizado. Si la causas de los accidentes de tráficos son por norma general las imprudencias de los conductores, los “puntos negros” en las carreteras y los problemas ocasionados por los fenómenos meteorológicos, esto querría decir que o bien se habrían cometido más imprudencias, o bien los puntos negros estarían aún peor o bien que habría habido más fenómenos meteorológicos peligrosos que afectasen la normalidad en la circulación. De lo contrario no podrían explicarse tan sorprendentes datos. ¿Estaremos de acuerdo, no?

Pues con los accidentes laborales (y sus muertos en consecuencia) pasa exactamente lo mismo: si hay casi el mismo número de accidentes y el mismo número de muertos a pesar de que ha habido un descenso considerable en el número de personas trabajando, es, simple y llanamente, porque las causas que generan estos accidentes se han tenido que radicalizar. Y todos sabemos además cuales son de manera principal esas causas: la avaricia de los empresarios y su afán por ganar el máximo de dinero posible.

Con la excusa de la crisis, y el miedo consecuente del empresario por ganar menos dinero del que venía ganando habitualmente en los últimos años, se reducen gastos en materia de seguridad laboral, se obliga a trabajar a los empleados por más tiempo del recomendable (para evitar tener que contratar más personas) y se presiona para que los trabajadores arriesguen al máximo en sus ocupaciones con la sombra del despido al que sea menos rentable para la empresa como arma. Factores estos que son fundamentales en el surgimiento siniestralidad laboral (si se tienen menos medidas de seguridad, se trabaja más de lo necesario cansando cuerpo y mente, agotando la capacidad de reacción y fomentando la aparición de descuidos, y además se fuerza al máximo en el trabajo por miedo a ser despedido, lo normal es que se acaben produciendo accidentes antes o después).

Es por ello que la lógica convencional que antes mencionaba no tiene, ni podrá tener nunca, su reflejo en las estadísticas de accidentes y muertos por causas laborales. La única lógica que impera aquí es la lógica del capital, la siniestra lógica del capital: reducir costes para aumentar beneficios. Y si esa reducción de costes pasa por poner en mayor peligro aún la vida del trabajador (evitando gastar en medidas de seguridad laboral, obligando a trabajar más horas y despidiendo a aquellos trabajadores que rindan menos), pues así se hará, de eso que no quepa la menor duda. Apuesten lo que quieran a que el 2009 no solo será un trágico año para los trabajadores por el aumento del desempleo, sino también por el aumento del terrorismo laboral y sus muertos consecuentes. Apuesten lo que quieran a que a medida que la crisis se profundice los datos de siniestralidad laboral irán en aumento. Apuesten que no perderán.

Y no perderán porque cada uno de esos muertos, como de costumbre, podrá haber aportado previamente un buen dinero para las arcas de la empresa, un dinero que es ahora tan necesario para colmar la sed de ganancias de los empresarios avariciosos en estos tiempos de crisis. Ya se sabe aquello de que en tiempos de hambre se agudiza el ingenio, y mucho más si es el ingenio de ladrones, explotadores y otros aprovechados sin moral de ningún tipo. No digo más.

www.pedrohonrubia.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario